Mi palabra

¿Qué dejó el 23 de febrero 2019?

"La medicina más segura de toda fuerza

es la resistencia que vence»."

Stefan Zweig.

Una persona en su sano juicio, no podía dejar pasar este 23 de febrero, como un día normal del año. Eran demasiadas las expectativas para llegar a esta fecha, con tanta ansiedad, como la experimentada por una pareja de novios, cuando se acerca el día del casamiento. El sábado 23, amaneció con los comentarios de dos conciertos musicales realizados en la frontera colombo-venezolana, con fines distintos, y bajo la provocación del gobierno colombiano, azuzado por el pistolero mayor: Donald Trump. Después de una larga noche, solamente los que tienen la conciencia necesaria en defensa de una causa justa–la patria– seguían ubicados en su trinchera, con los ojos abiertos, como unos verdaderos centinelas, demostrando la conciencia de los que aman la paz, y la libertad.

Es el sentir de la patria, desde dos posiciones totalmente opuestas. La dirigencia de la oposición se levanta esperando las órdenes del gobierno estadounidense, para poder actuar. Los que aman su tierra, y saben de las atrocidades del imperialismo, cuando pisan tierra ajena, con sus botas manchas de sangre, solamente esperan el llamado del mensaje del Comandante Chávez, a través de Nicolás, como sencillamente se le oye nombrarlo a una humilde mujer, al empuñar su bandera para dirigirse a cualquiera concentración en apoyo a la paz, para repeler las amenazas macabras de una invasión gringa.

No es fácil sentir la patria en lo más profundo de nuestro corazón, cuando los enemigos hacen uso de todo el poder mediático para confundir, engañar, y a la vez aterrorizar, tratando de espantar a los que no tienen una base sólida para sostenerse en medio de tantos ataques con uno solo fin: golpear la conciencia del pueblo. Lo van quebrando mentalmente para después agredirlo, y a esto se suman los que se creen ha salvo por estar apoyando los disparates de cuantos "mesías" aparecen de la manga del gobernante de turno en los Estados Unidos.

Nadie puede negar este choque de la información, cuando se encuentra en su máxima efervescencia, y solamente la verdad puesta en escena hace retroceder las infamias de los medios privados con los FALSOS POSITIVOS; herramientas utilizadas en los momentos más oportunos; tan necesarios para los distorsionadores de la verdad, que terminan, como cualquier adicto a un estupefaciente, al no poder actuar bajo esa condición.

El 23 pasó, pero dejó lecciones muy importantes, difíciles de ocultar en medio de la realidad que vive nuestro país. A la una y media de la tarde se habían suscitado algunos hechos violentos, y cada quien en la calle le daba lectura de acuerdo a sus intereses políticos, pero la verdad se presentaba, como el agua cristalina brotando de un manantial, arrollando todas las mentiras habidas y por haber de una oposición dispuesta a encender la hoguera para justificar sus macabros propósitos. La prueba más clara de lo que estaba pasando se podía ver en los avances informativos de un canal de televisión privada: La voz de la locutora parecía apagarse, cuando proyectaban lo que estaba pasando en una marea humana desbordada de alegría en la gran Caracas; una verdadera fiesta con sabor a pueblo en medios de cantos, bailes, y el flamear del tricolor nacional, y las banderas rojas del PSUV, y de las otras organizaciones del gran polo patriótico. Todo esto hacía un enorme contraste con los avances de las actividades de la oposición; en cada enfoque de las cámaras–por cierto bastante lejos– se notaba lo esquelético de la concentración, y el grado de cansancio y frustración de los asistentes.

Por eso, cada momento se escucha: ¡No se puede tapar el sol con un dedo! Y menos, cuando la asesoría de la oposición, proviene de los laboratorios mediáticos imperialistas con las mentiras, el chantaje, y las amenazas para tratar de llegar hasta donde se le ha hecho imposible. Quedó demostrado una realidad, el cual nadie puede negar: mientras la derecha sigue con su agenda de violencia; del otro lado se lucha por la paz, sin bajar la guardia un instante; adornando y alegrando las calles y avenidas de ciudades, pueblos, y caseríos en completa hermandad, haciéndole llegar a los que todavía siguen engañados; un canto surgido en plena frontera con Colombia: "SOMOS LA LUZ, SOMOS LA PAZ, SOMOS EL PUEBLO DE NICOLÁS…" Todo los demás se lo pueden imaginar; empezando por el pobre Guaidó, pensando para dónde agarrar, después de un nuevo fracaso.



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Narciso Torrealba


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