¿Y la geopolítica? (II)

Geopolítica es, pues, la política de rivalidad y conflicto permanente que, por el dominio del mundo, se libra a diario entre las potencias más ricas, poderosas y mejor armadas del planeta. Se basa en mantener sujetos a países pequeños y débiles cuyas riquezas necesitan controlar para seguir siendo grandes potencias capaces de competir en esa lucha. Y el triste destino que le imponen a esos países pequeños y débiles no es otro que el de someterse a ese dominio o ser agredidos o invadidos en caso de que se resistan.

Pero lo que quiero destacar ahora es que este continente americano fue el primero en enfrentar desde fines del siglo XVIII esa política imperial y colonialista europea que nadie había calificado todavía de geopolítica. Y fueron las 13 colonias británicas del norte las primeras en tratar de aprovechar las contradicciones geopolíticas europeas en beneficio de su lucha independentista. Con el apoyo político y militar de Francia y España, enemigas de Inglaterra, lograron su independencia de esta para convertirse luego en un nuevo país: Estados Unidos. Pero ese país, esclavista, racista, expansionista y masacrador de indios, tomó, en nombre de su seguridad y haciéndolo pasar por nuevo camino de lucha por la libertad, el viejo camino agresivo y prepotente de ampliar su territorio a expensas de sus vecinos, a hacer guerras contra ellos en nombre de un supuesto Destino Manifiesto que los llamaba a ser primero dueños de América y a partir de ella futuros amos del mundo. Y sus vecinos México y Centroamérica fueron sus primeras víctimas. Nada que esperar de él.

Y es en el área de dominio hispánico que surgen tres sudamericanos, todos venezolanos, que, a diferencia de Estados Unidos, intentan, uno tras otro, despejar un nuevo camino que dé sentido distinto a esa geopolítica, para hacer de ella instrumento de solidaridad y unión de los débiles, no para imponer dominio a nadie, sino para ganar su independencia y decidir mantenerse unidos en medio de sus diferencias para que su soberanía ganada les permita defenderla.

El primero de esos tres grandes venezolanos es Francisco de Miranda. Así, décadas después, iniciado el siglo XIX, en la América entonces española se intenta un proceso similar: buscar apoyo europeo para ayudar al logro de la independencia. Líder de esa lucha es Miranda, que lucha por la independencia estadounidense y luego en la Revolución francesa, que se aleja del radicalismo de esta, pasa a Inglaterra y busca apoyo de su gobierno para lograr la libertad de esa América por la que tiene años luchando, organizando grupos patriotas en todo el continente y promoviendo conspiraciones sucesivas que no tienen éxito. Es que el cuadro político difiere del que aprovechó Estados Unidos: el enemigo ahora es doble: España y Francia unidas, y el posible aliado es Inglaterra, que solo piensa en sus intereses, y al invadir Napoleón a España se alía con los españoles. Miranda tiene una auténtica visión de Patria grande que abarca toda nuestra América y prepara proyectos de gobierno que expresan esa profunda visión. El problema es que esos proyectos son prematuros y que todo depende de Inglaterra, que intenta manipularlo. Miranda se resiste; y harto de promesas de una ayuda que no llega, la busca en Estados Unidos, desde donde en 1806, al frente de una pequeña flota, encabeza el primer intento armado de liberar a Venezuela. Fracasa. Pero en 1811 es el primer líder militar de nuestra independencia.

El segundo de esos tres grandes venezolanos es nada más y nada menos que Simón Bolívar, el más grande de nuestros Libertadores. Bolívar, que parte del esquema de Miranda, es el creador y difusor de la idea de Patria grande que acompaña toda su lucha independentista, sobre todo desde que esta rebasa los límites de Venezuela y adquiere alcances continentales. Para Bolívar la visión de Patria grande es su base para reformular esa geopolítica todavía sin nombre que él convierte en instrumento para lograr la unión de nuestros países hermanos, su liberación del colonialismo español, su independencia, y su subsiguiente y plena soberanía. Bolívar libera a Nueva Granada y Venezuela, Sucre a Ecuador, y luego ambos independizan al Perú y liberan a Bolivia. En la plenitud de su gloria, para dar forma concreta a esa unidad continental, Bolívar convoca el Congreso de Panamá en 1826. Pero el fracaso de este empieza a mostrarle que la unión que hizo posible la victoria de Ayacucho como tiempo de dar forma a la ansiada Patria grande está por borrarse porque lo que llega es tiempo de caudillos menores que quieren cobrar sus triunfos disolviendo la Patria grande en un revoltillo de patrias chicas que rivalizan por poder y por fronteras. Su obra maestra, que es Colombia, se divide en tres países en 1830. Enfermo y entristecido, Bolívar muere ese año, diciendo que ha arado en el mar, olvidando que su obra es imperecedera y que el tiempo de esa Patria grande tendría que llegar más adelante.

El último de esos tres grandes venezolanos es Hugo Chávez. Chávez, conocedor y seguidor fiel del pensamiento de Bolívar, decidido a dar forma concreta y a convertir en realidad su gran sueño de construir una Patria grande latinoamericana como único camino para recuperar nuestras independencias mediatizadas desde el siglo XIX y aplastadas por el dominio imperial de Estados Unidos desde el siglo XX, decide enfrentar con vigor y claros objetivos la geopolítica que ahora sí tiene nombre propio, y que encabeza el imperio yankee, enemigo fundamental de nuestros pueblos y de su soberanía e independencia.

Chávez es un geopolítico de signo contrario al de la geopolítica oficial. Su idea es unir al Sur oprimido para que exista y sea libre. Unir para ello a nuestros pueblos americanos para que al fin sean libres y respetados. La gran ventaja de Chávez es que no solo quiere, sino que tiene cómo hacerlo. En la primera década del siglo XXI Chávez es ya líder continental amado por los pueblos y su alcance es mundial en varios campos. La Venezuela que dirige es próspera, posee recursos, está dispuesta a ayudar a países hermanos, y la capacidad suya de decisión como gobernante es grande. En el corto espacio de que dispongo me limito a resumir esos enormes logros. Se recupera la OPEP, se va pagando la enorme deuda histórica de nuestro estado con su pueblo, se crea Telesur como canal libre y autónomo latinoamericano, Petrocaribe para incorporar a los pequeños países isleños del Caribe a esa Patria grande que hasta entonces los ha ignorado, y Alba y Unasur para unión de países hermanos que comparten con Venezuela gobiernos progresistas. Pero ambos son organismos limitados. Y Chávez se da cuenta de que el organismo que nuestros países necesitan es la CELAC, organismo colectivo en el que tienen cabida todos nuestros gobiernos con independencia de sus ideas políticas y económicas. Y este sí es un organismo para todos, para discutir nuestros problemas y diferencias con libertad y autonomía, sin injerencias imperiales, sin la putrefacta OEA, y sin Estados Unidos y su servil pegoste canadiense. Son pasos que Bolívar no pudo dar, pasos que permiten apreciar la acertada obra de Chávez, la amplitud de su visión y el alcance de sus logros.

Cierto que en la segunda década de este siglo esos logros se opacan al volver al poder gobiernos de derecha, serviles al imperio. Y Cuba y Venezuela se quedan solas resistiendo.

En estos días se siente cierto despertar: el discurso de López Obrador exaltando a Bolívar y su visión de Patria, el gobierno argentino denunciando el servilismo de la OEA, el cerrado triunfo de Castillo en Perú, el posible triunfo de Lula. Puede ser una ocasión de avanzar, puede que no. Esperemos que sí, pero sea ahora o más tarde, lo seguro es que volverá, porque ese es el camino.

Tomado del diario Últimas Noticias.



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Vladimir Acosta

Historiador y analista político. Moderador del programa "De Primera Mano" transmitido en RNV. Participa en los foros del colectivo Patria Socialista

 vladac@cantv.net

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