Barack Obama versus superman: dos caras, una moneda

Si hay una realidad que nos toca a los latinoamericanos y no terminamos de reconocer es el muy bajo conocimiento de las verdades que viven y conviven en los EEUU de América, en la nación estadounidense, en la sociedad que habita en la actual geografía norteamericana y en los juegos de poderes que no se contradicen entre si y que ejercen y disfrutan su propia objetiva realidad como Poder como bien lo define el Comandante Fidel Castro en su artículo: “Estoy listo para seguir discutiendo” (VEA, Caracas, miércoles 25 de agosto de 2010, pp. 20-21) cuando nos comunica que “…El poder político en Estados Unidos [de América] lo ostenta la poderosa oligarquía de los multimillonarios, que gobiernan no solo a ese país sino también al mundo: el gigantesco poder del Club Bilderberg que describe Daniel Estulin, creado por los Rockefeller, y la Comisión Trilateral…” (Idem).

La objetiva realidad que ejerce el Poder norteamericano, como “Política de Estado”, permea a lo “ancho y largo” de toda la sociedad que convive en aquel país gracias a, fundamentalmente, dos razones: el ideario plasmado por los “Padres Fundadores” y lo que perciben Alfred D. Chandler, Jr., y James W. Cortada en su libro: “Una nación transformada por la información” (Oxford Univ. Press, México, 2002, pp. 432); conjuntamente con aquel desarrollo de la superestructura yanqui se fueron desarrollando dos tipos de economía: industrial y agrícola que terminaría en una fratricida conflagración cuya máxima expresión ideológica se manifestó en aquella película titulada: “Lo que el viento se llevó”. En los EEUU de América nada es casual.

Nos obligamos a preguntarnos: ¿en cuál momento histórico –durante el siglo XIX- el Poder reflexionó y aceptó que tenía un “destino manifiesto” en las propias líneas de su fundación de carácter mesiánico? Si aceptamos que el ideario tiene en su propio seno un “destino mesiánico” nos cabría la pregunta de cuál sería el significado en el inconsciente colectivo de ese mesianismo y cómo debería ser su praxis en el contexto nacional y en sus relaciones internacionales; mientras no nos respondamos esas inquietudes, regionalmente, no lograríamos alcanzar los significados de “patio trasero”; “big stick”; y, “mare nostrum caribeño”.

¿Por qué nos atrevemos a hacer esas proposiciones? Primero porque nos incumbe por las causas históricas que ellas nos han causado desde que fueron puestas en ejecución por el Poder; en segundo lugar, porque es una evidente manifestación de una política de un país con una extensa geografía, con una política de “migración beneficiosa”, con una tradición histórica objetiva subsumida en el subconsciente de los “primero migrantes” provenientes de un país con una historia de “defensa y expansión” histórica como era la Corona británica. Era el espejo.

Resulta, por demás, interesante conocer como fue el proceso sico-político de la dirigencia original yanqui en función del “conocimiento, tecnología y oportunidades” que les permitió decidir políticas para alcanzar objetivos de carácter imperialista y cómo fue su proceso de desarrollo tanto a lo interno como cuando, primeramente, se enfrentaron a las potencias europeas en El Caribe para, posteriormente, dar el salto no cruzando el Atlántico como ideológico-culturalmente se podría prever sino a competir con las Potencias europeas en el Pacífico y en el Asia Oriental. Extraordinaria visión geopolítica de un novel país en cambios como objetivo imperial para su época. Consideramos que para aquellos primeros pinitos yanquis no estaba la estructura estadounidense en todo su desarrollo como para considerar que esos objetivos del Poder pudieran alcanzar, para aquellas fechas, el ideario del imperialismo (Vladimir Ilich Lenín dixit); por tanto, nuestras propuestas en el discurso deben ser prudentes para no convertir la realidad en un imaginario ideológico.

En ese marco histórico, los EEUU de América vis a vis el imperialismo europeo en el escenario concreto de Asia “tomó decisiones de poder” por varios “hechos históricos” conjuntamente con su política del “patio trasero” en su trastienda. El Poder yanqui obligó su presencia en la Región de Asia y el Pacífico, primeramente, con el Comodoro M. C. Perry en Japón (1858) saboreando las mieles de “potencia en crecimiento”, es decir, con aquel momento militar-invasor viendo como los principales intereses de las potencias europeas se concentraban en China aprovechando las debilidades histórico-temporales del daimo de los Tokugawa previos a la Restauración Meiji (1868); los EEUU de América practicó lo que todo imperio debe practicar como la Historia post-Constantino-cristiano nos ha enseñado imponiéndose con la soberbia cristiana mesiánica en un país que venía de sus políticas de “puertas cerradas” y de decadencia militar japonesas.

Es a partir de 1900 cuando asumió un rol dirigente en los asuntos internacionales en las realidades asiáticas comenzando a combinar la relación dialéctica entre lo que eran las realidades impuestas por Acuerdos y Tratados Desiguales –lo jurídico-, las realidades militares navales –puertos abiertos y concesiones urbanas y territoriales- y su consolidación a lo interno del país en lo económico. Resulta interesante conocer, al entrar en conocimiento de la letra de los acuerdos y tratados alcanzados bajo la batuta yanqui dirigiendo las políticas internacionales de las potencias europeas en proceso de decadencia conjuntamente con el naciente imperialismo japonés impuesta a la “sumisa China”, como el imperialismo yanqui va “tomando cuerpo” como fundamento del proceso de crecimiento como Imperio y la evolución paulatina hacia el concepto “imperialismo”.

En ese marco, a nuestro criterio, el Poder comprendió que no estaba en un nivel apropiado como para convertirse en la Potencia Mundial decidiendo “retirarse” (“puertas cerradas”) de los avatares de las realidades conflictivas en Europa y en el Asia Oriental manteniendo, prudentemente, un bajo perfil tanto en los gastos internos de sus materias primas como evitando involucrarse en confrontación alguna en las contradicciones decadentes de “pequeñas potencias” geográficas. Quizás sea subjetivo considerar que su presencia en las realidades de la 1ra. Guerra Mundial le enseñó al Poder sus propias “ventajas y debilidades” que consecuencialmente las sufre en las crisis financiero-económicas y sociales del “Crack del 29”.

Con la 2da. Guerra Mundial, el Plan Marshall, la ocupación militar del Japón, el Poder se convierte, definitivamente, en Poder Mundial, Imperio e imperialismo en desarrollo sustentado en las realidades del sistema capitalista pero teniendo enfrente dos objetivas realidades que lo contradecían: la URSS y, fundamentalmente, el proyecto económico y social, del “socialismo real” que fue “invirtiendo” sus plusvalías, por las razones cualesquiera sean éstas, en una industria y desarrollo tecnológico militar que alcanzó sus propias contradicciones que fueron, inteligentemente, aprovechadas por el Poder y las propuestas políticas de Ronald Reagan. La URSS, consideramos, no realizó una apropiada lectura de la “Crisis de los Cohetes”. ¿Debilidades ideológicas?

El Poder con Ronald Reagan y sus acólitos europeos realizó una lectura objetiva de sus fortalezas como Poder Imperial en su sustento capitalista y comprendió las debilidades socio-económicas y políticas en la URSS aplicando “políticas provocadoras” que fueron “compradas” por una dirigencia rusa que distaba de sus orígenes. El Poder comprendió el desarrollo del sistema capitalista en su fase de transición de la Dependencia hacia la Globalización; comprendió la necesidad de no solo tener un sólido poderío militar tradicional especialmente en el poder naval sino profundizar su desarrollo nuclear y espacial; comprendió la decadencia soviética y se preparó para el proceso de transición mundial-global. Evidentemente, el Poder necesitaba la consolidación de sus espacios asiáticos –Japón y Tigres Asiáticos- y consolidar su control sobre la Europa occidental a través de la OTAN manteniendo un férreo control sobre su “patio trasero”. En el marco de ese escenario, entró en crisis la URSS –Gorbachov y Yeltsin-; apareció China en el escenario internacional, tímidamente; se propuso el ideario en transición contenido en el “Fin de la Historia”; se expusieron las tesis  del imperialismo yanqui en su segunda etapa con las tesis de Huntington –la primera estaban contenidas en aquel famoso artículo aparecido en Foreign Affairs firmado por “Mister X”-; y el Poder se preparó para la “nueva guerra” tanto por la lógica en la relación del crecimiento del sistema capitalista en globalización como por la propia naturaleza de las variables cambiantes y en evolución lógica que ese desarrollo referido requería: capital-trabajo-materias prima-tecnologías. El mundo unipolar no iba a tener un “largo aliento” ya que las propias contradicciones en el seno del desarrollo del sistema capitalista así lo iban a requerir siendo el catalizador de esas realidades, en “pleno desarrollo”, un actor no invitado: la llamada y calificada como la China comunista a pesar de las advertencias napoleónicas, de las esperanzadoras políticas del Poder en China por los intermedios de Richard Nixon, Ronald Reagan, Bill Clinton, los Bush donde Obama se ha manifestado más prudente y cuando el Poder nunca entendió las profundas políticas propuestas por Deng Xiaoping, aprobadas por el Partido Comunista Chino y la Asamblea Nacional Popular y ejecutadas por el Gobierno chino.

Vista la presente introducción, nos preguntamos: ¿cuál es la realidad actual del Poder –Washington-Pentágono-Departamento de Estado- como conjunto “Imperio-imperialismo” frente a las contradicciones en el marco del presente desarrollo del sistema capitalista en su actual estadio de crisis financiera globalizada, de contradicciones por controlar los mercados de materias primas, las rutas navieras comerciales y petroleras, por las crisis etno-ideológicas bajo las excusas propuestas por Huntington en sus tesis? Es decir, nos preguntamos ¿estaríamos frente al profundo desarrollo de las contradicciones en el marco global del sistema capitalista y qué significaría ese desarrollo y cuáles podrían ser sus consecuencias? Por último ¿Dónde estarían centradas las consideradas contradicciones y cuáles serían los agentes nacionales involucrados? Y ¿el Poder estaría en una situación “cul de sac” como para tomar decisiones extremas de tipo nuclear considerando que en una ecuación matemática de “suma-resta” el resultado sería, evidentemente, desfavorable al Poder, a su propia geografía interna y el ocaso del sistema capitalista?

Las respuestas serán presentadas en próximo análisis. 

delpozo14@gmail.com


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Miguel Ángel del Pozo


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