El gendarme del mundo en acción

Libertades, derechos civiles e hipocresía yanqui

Mientras el gobierno norteamericano y el Pentágono dicen estar sumamente preocupados por la libertad de expresión y el atropello a los derechos civiles en nuestro país, lo cual es coreado, sin pausa, por la dirigencia opositora a través de todo el inmenso poder mediático con que cuenta (más del 70 de la televisoras del país, más del 80% de las radio emisoras y más del 90% de la prensa escrita), el mundo real observa que allá en el norte, en ese llamado "paraíso de la democracia", donde hay una manera muy especial para vivir (the american way of life), ocurren todos los días los mayores y bárbaros atropellos a esas libertades y a esos derechos, sin que nadie pueda impedirlos, pues tales desmanes están autorizados por ley y allá se dice y aquí lo repiten hasta la saciedad los “pityanquis”, que los estadounidenses sson muy respetuosos de toda disposición legal y por ello acatan las leyes pasivamente y sin chistar….

Veamos esa "soñada" realidad: Luego de los atentados del 11 de septiembre del 2001, se aprobó la llamada Ley Patriot o Patriot Act (Acta Patriótica), aún vigente conforme a la prórroga por un año más que decretó el presidente Obama el pasado 27 de febrero, la cual le otorga a los organismos de seguridad (FBI, CIA, DEA, etc.) la facultad de violentar tales derechos a los ciudadanos norteamericanos y residentes, por la vía de las siguientes acciones de gobierno que se pueden adoptar discrecionalmente, es decir, al libre albedrío del policía o del agente de seguridad que ande de guardia por las calles o cumpliendo jornadas de inspección y fiscalización en puertos, aeropuertos, parques u otros espacios de carácter público, como si se tratara de que son simples ejecutores de un régimen dictatorial, del tipo, por ejemplo, pinochetista, el cual gobernó a Chile durante 17 años (1973/90):

1) Detenciones sin orden judicial y sin acusación formal;

2) Procesos judiciales sin garantías y en secreto;

3) Detención de periodistas por negarse a revelar sus fuentes, quienes luego van a prisión por decisiones judiciales y hasta con el visto bueno de sus patronos (La reportera de The New York Times, Judith Miller, fue a parar a la cárcel por no dar al juez el nombre de una fuente confidencial que nunca usó para escribir un artículo sobre Valerie Plame Wilson, la espía casada con un embajador norteamericano que denunció la falsedad de la existencia de armas de destrucción masiva en Irak;

4) Intercepción y violación de la correspondencia, así como de las llamadas telefónicas o enlaces por Internet, en complicidad con las empresas proveedoras de esos servicios, según denuncias del Washington Post;

5) Revisión y obtención de registros de historias médicas;

6) Revisión y obtención de registros de usuarios de las bibliotecas para cerciorarse qué tipo de libros leen y para no extendernos más.

7) Obtención y retención de fichas laborales en las empresas o instituciones que fueren.

oliverr@cantv.net


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Ivan Oliver Rugeles


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