Ciencia y transferencia de tecnología

Hace casi una década, el antiguo CONICIT (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas) fue reformado para convertirse en el Ministerio de Ciencia y Tecnología. Desde la creación de ese Ministerio, cinco compatriotas han liderado tal institución, en estricto orden cronológico: 1) Carlos Genatios, 2) Nelson Merentes, 3) Yadira Cordoba, 4) Héctor Navarro y 5) Nuris Orihuela. Todos ellos, excelentes profesionales egresados de la Universidad Central de Venezuela y quienes además son distinguidos profesores de esa prestigiosa casa de estudios. Desde el pasado miércoles 15 de abril de 2009, el Ministerio del Poder Popular para la Ciencia, Tecnología e Industrias Intermedias tiene a un nuevo ministro titular, el licenciado e ingeniero Jesse Chacón. Dada la coyuntura actual, es pertinente la pregunta: ¿Qué resultados se han obtenido con la Misión Ciencia? Recordemos que a lo largo de la historia de la humanidad, el conocimiento implícito e inherente a la Ciencia, ha sido el factor que ha permitido consolidar o hacer desaparecer a las grandes revoluciones: Revolución Francesa, Revolución Industrial, Restauración Meiji en Japón, Revolución Industrial, Revolución Restauradora de Cipriano Castro, Revolución Bolchevique, Revolución Cultural de China, Revolución Cubana, Revolución Islámica de Irán, entre otras. La antigua Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), el Japón, la República Popular China, la República Islámica de Irán y la República de Cuba crearon instituciones científicas de excelencia que trascienden al mundo de la otrora “guerra fría”. Hoy, el mundo multipolar percibe el efecto positivo de esa institucionalidad científico-tecnológica, generada en países con valores culturales tan diversos. En Venezuela, la prioridad del sector Ciencia y Tecnología tanto en la Cuarta República de ayer como en la Revolución Bolivariana de hoy, ha sido siempre la denominada transferencia de tecnología. Para tener otra perspectiva, deberíamos reflexionar sobre el análisis que hace el intelectual Samir Amin: “…la división del trabajo por oficio acompaña necesariamente a la forma mercantil del producto, la parcelización de las tareas al interior del oficio domina la forma mercantil capitalista de éste. La tecnología, convertida recientemente en mercancía - y una mercancía capitalista - y la separación de la investigación tecnológica de la producción siguió cierta forma de división del trabajo al interior de la investigación tecnológica misma. En efecto, la tecnología es el objeto de compra y venta, con la compra y venta de los equipos especializados que son los soportes materiales en los que la tecnología se incorpora. Hoy día los monopolios controlan esta tecnología. Pueden negarse a "venderla", poner sus condiciones y, por este medio, apropiarse de una parte de la plusvalía generada con ocasión de la producción operada a través de esos equipos. Para conservar este control de la tecnología, los monopolios organizan la investigación técnica de una manera determinada, dividen las tareas, etcétera.” Samir Amin es más lacerante cuando se pregunta a si mismo: “¿Transferencia de qué?, ¿A quién? Si se trata de tecnologías modernas, se deberá tomar conciencia que se trata de tecnologías capitalistas, de desarrollo controlado por los monopolios. Se transferirá entonces, al mismo tiempo que la tecnología, las relaciones de producción capitalistas que la sustentan. Además, no se escapará, por medio de esta transferencia, a la dominación del capital imperialista. Por el contrario, se ampliará la esfera de su acción, profundizando la integración de la periferia en el sistema imperialista.” La tecnología no se transfiere, se compra o se vende en los mercados de los sistemas capitalistas o en las ferias industrial-comerciales de los países con economías planificadas. La tecnología debe asumirse como un producto o bien (cuando se utiliza en función de la vida) o un desecho (cuando se utiliza para destruir a civilizaciones, a niños y niñas indefensos, a hombres y mujeres, a plantas y animales, a ancianos y ancianas, como estamos siendo testigos de ello en el inicio de este Siglo XXI de hegemonía del complejo industrial-militar en el mundo globalizado). En fin, la tecnología es una mercancía, tan comparable a un metal precioso como el Oro, o bien a una sustancia estupefaciente como el Opio. Al ser una mercancía, implica que tiene un precio que puede ser tangible o no. En otras palabras, la tecnología es un bien que puede adquirirse de un proveedor, pero no necesariamente quien la adquiere puede reproducirla y suministrarla a terceros o apropiarse socialmente de ella. A título ilustrativo, recordemos que el 13 de diciembre de 1996 en Singapur, la Organización Mundial del Comercio acoge en su seno la Declaración ministerial sobre el comercio de productos de tecnología de la información, suscrita por Australia, Canadá, Estados Unidos, Japón, Noruega, Países de la Comunidad Europea, Turquía y otras representaciones; con el firme deseo de “conseguir la máxima libertad del comercio mundial de productos de tecnología de la información”. Por el contrario, la Ciencia es conocimiento, que se construye con libertad a partir de la observación y análisis de la realidad. Desde la perspectiva de la Ética, la Ciencia no admite el relativismo de la tecnología en cuanto a su uso. La Ciencia se concibe únicamente como garante de la vida de todas las criaturas que habitamos El Universo. La Ciencia debe estar al servicio del bien común. En conclusión, evaluemos lo que en síntesis plantea Samir Amin, en cuanto a cambios ideológicos impostergables, un mandato para la Venezuela contemporánea: “No hay entonces elección: hay que inventar una nueva tecnología que responda simultáneamente al establecimiento de relaciones de producción socialistas y al desarrollo de las fuerzas productivas más allá del nivel alcanzado por el capitalismo.” (Samir Amin, La transferencia de tecnología – Una crítica, NUEVA SOCIEDAD, No. 31, JULIO- OCTUBRE, 1977, páginas 198-205). El Ministerio del Poder Popular para la Ciencia, Tecnología e Industrias Intermedias tiene hoy la obligación de fortalecer las Políticas Públicas del sector y deslastrarse del modelo capitalista de “transferencia tecnológica” heredado del “desaparecido” CONICIT.

luisholder@hotmail.com


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Luis Holder


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