Sensibilidad y especificidad de las pruebas diagnósticas

Quisiera hoy hablar de dos características que tienen las pruebas diagnósticas en general, importantes de tener en cuenta a la hora de utilizarlas e interpretarlas. Utilizaré el lenguaje más sencillo posible, en orden de que se comprenda el asunto, sin pretender en absoluto sustituir las definiciones académicas y técnicas mundialmente aceptadas, ni las explicaciones de los textos especializados ni de los expertos médicos u otros profesionales. La infección por coronavirus ha sin dudas estimulado la necesidad de conocer la virosis y su desarrollo, las medidas sanitarias para su prevención, la comparación con otras virosis e infecciones, las posibilidades terapéuticas y de protección existentes, entre ellas el desarrollo de una vacuna, y el curso temporal, individual y colectivo, de la enfermedad hasta su desenlace.

Hemos visto a funcionarios gubernamentales y expertos sanitaristas explicar el crecimiento exponencial de la epidemia y su modificación con las medidas de restricción social. Han mostrado curvas estadísticas, así como modelos computacionales que explican el proceso de transmisión, elementos que no necesariamente están al alcance de la comprensión de la mayoría de la población, pero que indudablemente han sido un estímulo positivo para la lectura y el estudio. Ni qué hablar de las múltiples hipótesis sobre su origen, muchas veces más influidas por prejuicios ideológicos y políticos que por hechos científicos comprobados. Así como las implicaciones para el planeta en términos de su "recuperación" de la acción depredadora de los humanos y las consecuencias sociales y económicas mundiales. Se ha afirmado incluso que "todo será distinto" luego del final de la pandemia.

Pero regresemos al objetivo inicial de este artículo. Se trata de dos cualidades que deben tener las pruebas diagnósticas para ser útiles: sensibilidad y especificidad. La sensibilidad es la capacidad de la prueba de ser positiva en presencia de la enfermedad o infección que diagnostica. Es decir, en una persona infectada con el coronavirus, por ejemplo, si la prueba es altamente sensible pues será siempre positiva cuando se la realiza a una persona infectada. Si la prueba tuviera una sensibilidad del 80 por ciento, sería positiva en el 80 por ciento de los pacientes infectados. Sin embargo, la prueba podría dar positiva sin que existiera la infección, lo que generaría los llamados "falsos positivos", o sea personas que dan positivo sin estar realmente infectadas, lo que nos lleva directo a la otra cualidad que debe tener la prueba: la especificidad.

La especificidad es la capacidad de la prueba de ser positiva sólo en el caso de la existencia de la infección que diagnostica. Si una persona no está infectada con coronavirus, una prueba altamente específica tendría que ser negativa en esta persona, pues la prueba sería específica para el coronavirus y no para otros virus u otras infecciones. Especificidad y sensibilidad son dos características importantes para todas las pruebas diagnósticas y determinan, junto con la clínica de los infectados, la conducta médica a asumir individualmente y las medidas sanitarias a tomar por parte del Estado. Constituyen además las herramientas fundamentales en el seguimiento terapéutico de los enfermos y en el curso temporal de la epidemia, sirviendo además para conocer posteriormente el estado de inmunización en que quedó la población contra el patógeno causante, en nuestro caso el coronavirus.



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Luis Fuenmayor Toro

Médico-Cirujano, Ph. D., Ex-rector y Profesor Titular de la UCV, Investigador en Neuroquímica, Neurofisiología, Educación Universitaria, Ciencia y Tecnología. Luchador político.

 lft3003@yahoo.com      @LFuenmayorToro

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