Contar para creer (9)

Mérida una ciudad que se despierta dormida

"Desde muy temprano entibiaban las mañanas frías, cuando desde los campanarios se extendía el ángelus por la meseta en pos del eco de la Sierra. Ahora, las golondrinas han huido de Mérida junto con los muñecos de anime y la vieja arquitectura heredada"

Homero Arellano, del libro inédito Alivio de transeúntes

A las 7:15 de la mañana camine desde el Paseo La Feria buscando un local donde tomarme un buen café -después de salir de unos exámenes de laboratorio- y no fue posible conseguir nada abierto sino hasta llegar a los pasillos del edificio de los tribunales en la plaza de Bolívar. Allí en la acera en una venta ambulante pude tomarme el café con una empanada y una arepa que me dio una amiga de avío.

Ya nada es igual y difícilmente lo será, la Mérida de finales de los 80 no existe... el bullicio de los estudiantes es sólo un buen recuerdo del pasado reciente, hasta los personajes populares han desaparecido. Y no es que añoremos el pasado, es ser realista.

De querer y poder regresar el tiempo lo haría a la década de los 40, cuando Mérida era la Ciudad de las Golondrinas y según la fina expresión de Don Homero Arellano "La ciudad llegaba por el sur hasta el parque Glorias Patrias de árboles barbudos como dioses del bosque, y por el norte un poco más allá de la Plaza Milla", su límite sur por el parque Glorias Patrias era la columna coronada con el busto de Páez anunciado para su centenario en 1890 y traído a la ciudad e inaugurado en 1908, gracias a la osadía de ese fortachón villoro llamado Cenobio Salas, una historia que todavía no se ha contado bien ¿Páez fue abandonado tanto ayer como hoy su legado?

Mientras tanto es oportuno preguntarnos ¿Qué ha pasado en Mérida?, ¿Dónde quedó la ciudad alegre y bulliciosa de Amalia, la que le cantó el poeta Américo Menda y nos la idealizó Don Tulio en sus amenas crónicas?, aunque los merideños nos resistamos a morir a la intemperie y desde el gobierno nos pinten la ciudad de multicolor emulando el arcoíris u otra cosa... sus casonas solariegas de los alrededores de la plaza desaparecen: la Juan Félix Sánchez y la otrora morada de Don Antonio Ignacio Rodríguez Picón... lo más triste y lamentable es que la misma Catedral por el lado lateral izquierdo del boulevard de la 22 parece un rompecabezas que cae pedazo a pedazo ante la mirada indolente de sus prelados, acólitos y turiferarios.

¡La Mérida procera y altiva que tituló a Bolívar no se merece este destino! ¿Qué castigo tan grande estamos pagando los merideños para tener que cargar con tan pésimos e ineptos gobernantes, que solo sirven de reposteros sin oficio en su osada pretensión de decorar la ciudad como si fuera un pastel?

En definitiva, Mérida merece un mejor destino y fue fundada para la grandeza, el reto es volver a ser la ciudad alegre de antier con sus estudiantes recorriendo las calles y los comercios abiertos, con su Catedral tan esplendorosa como en la época de Monseñor Acacio Chacón que sin tanta parafernalia hacia y cumplía con la ciudad. Menos alharaca y más amor por la ciudad que lleva una Universidad por dentro, cuna de próceres y civiles que la encumbraron a la altura de las ciudades del primer mundo con su esplendoroso Pico Bolívar impoluto. Aunque en Mérida los verdaderos bolivarianos también desaparecieron, ahora pululan son los bolivareros de Palacio con carros último modelo ostentando su riqueza fácil y mal habida, mientras que el ciudadano de a pie no tiene de otra que caminar calle arriba y calle abajo en una espantosa soledad que no se la deseo ni a la mismísima alma de Gregorio Rivera.

Se impone integrar un frente común para resucitar a Mérida, bien lo dijo su sempiterno cronista Don Pedro Nicolás Tablante Garrido: "En la cima, pues, está Mérida, real y figuradamente: no puede esconderse, ni jamás podrá algo ni nadie eclipsarla. ¡Qué privilegios aseguran a la ciudad sus excepcionales posiciones, y cuán orgullosa puede estar de todo ello!"



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Néstor Abad Sanchez


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