Entre traguitos de café, en el trono más alto y sin importarnos el tiempo...

21-4-23: Pasé mala noche, como si tuviera dificultad para respirar, algo parecido al asma. Mi esposa que sabe de medicamentos, esta madrugada me pasó una pastilla de loratadina. Estos males, que suelen ser pasajeros, le permiten a uno calibrar nuestros hábitos, reorganizarnos. Fui poco a poco recobrando la calma, dejando de toser, pude conciliar el sueño y en él vi al señor Corsino diciéndome: "-La persona que no duda es tonta y está lista para meter la pata. No acepta consejo…".

Otra vez, de nuevo, con estos entusiastas y alegres amaneceres que, a través del ventanal de la cocina, contemplo, mientras tomo el primer café del día. ¡Allí con nuestros más caros amigos!: las rosas, el garbancillo, el guamo florido, el cafetal, el eucalipto, el cambural, multitud de pajaritos que hacen su fiesta mañanera picoteando mariposas atraídas por la luz artificial. Al fondo, ese cielo con sus trazos que pueden ser oscuros o con arreboles reverberantes, que nos dan las primeras señales de cómo puede presentarse el día, si nublado o soleado. Ya, encontrarnos en este paraíso de tan dulces y nobles encantos se nos torna un milagro conmovedor tanta sencilla nobleza en lo que nos rodea, los primeros movimientos de los pobladores con sus becerros, con sus hachas y con sus picos y machetas, los pollos en el patio, las voces lejanas de los ordeñadores. Otra vez aquí, de nuevo con los divinos duendes de la aldea, de nuevo el esplendor de la inocencia, de la naturaleza en su plenitud más sagrada, inundando nuestros sentidos.

Comienza el movimiento de las herramientas: la carretilla, el rastrillo, el pico, la macheta, el palín, la piqueta…

María Eugenia desbroza el sector de la troja, se dedica a bajarle el moño al césped y a limpiar el lavadero que está cundido de mierda de pájaros y murciélagos. Yo he ido haciendo cositas a media máquina porque aún no estoy del todo recuperado.

A media mañana vemos llegar al señor Corsino y Ángel. Hemos de decir que nuestra llegada a La Coromoto, en cierto modo resulta un acontecimiento, y se riega por la comunidad: "-Llegó la gente". En un principio fuimos unos advenedizos, unos extraños, incluso hubo quienes nos señalaron de abusadores y de haber traído contrariedades y divisiones a la comunidad, pero uno comprendía las razones, no éramos de aquí, y teníamos que aprender a serlo. En especial, se recuerda el caso del maestro Fernando Durán quien daba clases en la escuelita, ahí frente a nuestra casa, cuando María Eugenia, al asumir la presidencia de RUTALANA, requirió de su ayuda para hacer unos sesenta telares; entonces, a través de la Gobernación se pidió para Fernando una Comisión de Servicio y ausentarse por un tiempo. En una reunión de representantes, eso llevó a que una vecina nos "denunciara" diciendo que nosotros habíamos llegado allí para causar problemas. Luego, esta vecina, con el tiempo, se haría gran amiga de nosotros clamando siempre que con mayor frecuencia nos estuviéramos largas temporadas en nuestra casita, y cuando llegábamos de largas ausencias, estaba pendiente de recibirnos con bandejas de abundante comida, de dulces y empanadas, y sobre todo de mucho cariño.

Ahora, después de diez años, la aldea toda nos recibe con alegría, principalmente los niños y los más ancianos, y nuestra presencia es motivo para hablar de lo que ha ocurrido durante nuestra ausencia, rememorar viejos tiempos y hablar de las siembras, de los animales y de las menudencias críticas que de vez en cuando sacuden a nuestros pueblos. Entre traguitos de café o de té, nos ponemos a conversar en el porche. Por lo general, lo hacemos con el señor Corsino quien, con su prodigiosa memoria, nos permite adentramos en los tiempos en que él era arriero de mula y con sus cargamentos llegaba a la posada Betania (cerca de El Molino, en camino a Santa Cruz), y nos traslada a los momentos en que levantó con harta voluntad y carácter toda esta comarca.

Llega Alejandrito con un canasto lleno de cambures verdes que nos manda su abuelo Avenildo.

Por la tarde nos visita Consuelo, quien llega de pastorear sus pavas y se nos presenta con un tobo cargado con papas y limones. La aldea intuye o barrunta algo, porque nos vienen haciendo preguntas capciosas que tienen que ver con la posibilidad de que lleguemos a dejar la casita.

  • Esta casa es muy bella, no vayan a salir de ella, no la vayan a dejar –nos dicen.

Como a las seis, escuchamos voces del otro lado del río y María Eugenia dice: "Ahí vienen los amigos de El Cobre". En efecto, llegan Neptali, Marcolina, Natali y Toñito, y nos traen ocumo. Luego del lado opuesto se incorporan Xioli y sus dos hijas, Arianna y Orianni, una de las cuales estuvo dos semanas hospitalizada en Mérida. Todos nos acomodamos en el porche.

El accidente que sufrió Arianna sucedió por los días de carnaval, venía ella en moto subiendo del pueblo, cuando el rin le perforó el tobillo afectando sus tendones. ¡Ay, Dios mío, las historias de horror que se narran sobre aquellos que se ven obligados a ir al IHULA, Instituto Hospital Universitario de Los Andes! Refiere Xioli que en el hospital no hay ni un termómetro, no hay un calmante ni un algodón, y cuando apenas revisaron a la niña le dijeron: ¡Hay que operarla!, y le pasaron un listado de requerimientos para la operación que la hizo entrar en pánico (por cierto, de la larga lista, mucho material quirúrgico no fue necesario, pero igual no se lo devolvieron). Medio mundo de Mérida y de Canaguá hubieron de movilizarse para buscar el dinero, su esposo vendió la moto y la angustia en la familia fue tremenda. El IHULA es principalmente un mundo kafkiano y lo viene siendo desde hace cuarenta años. Se ha convertido en sus alrededores en un caótico mercado persa con un ir y venir de ríos de gentes de multitudes de pueblos, incluso de muchos pueblos colombianos. Por dentro es un descomunal monstruo de hormigón, frío y tétrico, por cuyas catatumbas discurre gente muy pobre, tullidos, algunos en sillas de ruedas, familiares de los enfermos que como no tienen donde vivir, en las esperas no les queda de otra que pernoctar entre aquel amasijo de almas en pena. En sí, el IHULA es otra ciudad, mugrienta, con zamuros por doquier a la caza de las piltrafas que pululan por montones y con pobladores flotantes, a la deriva, que no tienen dónde dormir y que viven en la miseria. En el IHULA, sólo funcionan unas muy reducidas áreas especiales en las que están internados pacientes ("de altura") palanqueados, los demás se las arreglan como pueden, a la buena de Dios y a la espera de una ayuda o de la noticia fatal de que para el enfermo allí recluido, no se consiguieron los implementos para su recuperación y se lo llevó Doña Sebastiana. Y hay que tener en cuenta, por otro lado, que el hospital y sus alrededores son inseguros.

Luego de conseguir Xioli una cama para la niña, la desesperada madre atendiéndola, no podía dejarla sola ni un minuto. El piso fue su catre para quedarse al lado de la niña, porque ni eso lo permiten. No quiero decir que allí no haya excelentes médicos, que los hay, ni que el gobierno sea tan indolente que mantenga al IHULA en total abandono e indiferencia porque siempre se le está dotando de equipos de última generación, de bastantes medicamentos, reactivos, camas y colchones. Pero existen mafias que han convertido este recinto, en un inmenso saco roto. En llegando apenas un buen cargamento de varios conteiners para abastecerlo de todo, en lo que espabila un loro loco, el personal médico y los pacientes encuentran que ya lo roto se le ha ido por lo descocido. Pareciera que es imposible algún tipo de control en este centro de salud.

Yo, hará unos cuarenta años, escribí un artículo titulado: "Carnicería HULA S.A.", que llevó a que el Colegio Médico y el sindicato del referido hospital en una tumultuosa reunión, me declararan PERSONA NON GRATA. Desde hace décadas la cantidad de MALAS PRAXIS que se producían en el entonces HULA era tan estremecedoras, que se creó una ONG para denunciarlas pero, aun así, aquello se hizo imparable, incontrolable, inmanejable: ni policías ni guardias nacionales, ni leyes, ni condenas. Muchos estudiantes, periodistas y profesores de la ULA, fallecieron por malas prácticas médicas.

En los días en que Xioli atendía a su hija, murió una niña de Chacantá en el hospital Sor Juana Inés al suministrarle una sobredosis de anestesia. A la niñita de seis años, la iban a operar de una hernia umbilical. Otro caso trágico, fue el de nuestra amiga Aurora, jubilada de la ULA, quien tuvo un problema en un tobillo. En la época en el que Covid andaba por sus fueros, llevándose vidas a mansalva, Aurorita fue recluida en el IHULA porque su caso requería de una operación. Se vio obligada a permanecer en uno de esos tétricos cuartos dos meses, buscando ayuda hasta para el agua que se tomaba, no se diga el sin fin de aparatos y medicamentos que se requerían para su operación. Finalmente, cuando llegó el milagro de que la intervinieran, lo hicieron tan mal que la dejaron coja de por vida. Fue tan cruenta la barbaridad de lo que le hicieron, que al día siguiente de haberle dado el alta por aquella salvajada, los médicos residentes del departamento de traumatología llamaron a su hija para decirle que habían cometido "una pequeña equivocación" y que por favor la llevaran para operarla de nuevo y corregir el entuerto. Por supuesto que Aurorita prefirió quedarse coja para toda la vida a tener que entrar otra vez a una cámara de tortura para que, quizás de allí, salir peor de como ya se encuentra.

Ahora nos estamos enterando que Cileni y Ramón Isidro están por Mérida, al parecer porque Ramón Isidro va en plan de que le operen los ojos. Cuando le digan a Ramón lo que cuesta esa operación sentirá que se los están sacando.

Nos encontramos en medio de las predicciones de "las pintas", con tiempos lluviosos o como dice el señor Corsino "tiempos frescos". Desde que llegamos ha estado cayendo una lluviecita pertinaz.

Nos cuenta Ángel que por estos lares pegaron el grito en el cielo por uno de mis artículos en los que yo denunciaba el estado de enorme precariedad en que se encuentra el Programa de Alimentación Escolar, PAE, en muchas escuelas de los Pueblos del Sur. Le dijeron a Ángel que nuestra crítica era contra el gobierno y que lo estábamos dejando muy mal parado porque hasta fue ventilada por algunos canales de televisión. ¿Pero y qué fue la barbaridad que dijimos? Estuvimos analizando el caso, llegando a la conclusión que por este tipo de posición a ultranza y hasta miserable y ridícula, es por lo que cunden los actos de corrupción por doquier y desmanes horribles en tantas instituciones del Estado. Ahí están los casos del exministro de Educación Superior, Hugbel Roa; los de Pedro Maldonado, Hugo Cabezas, Ysmel Serrano, Edwin Rojas, y el del mismísimo ex magistrado (de la misma banda de la ULA) Cristian Zerpa. Lo cierto es, y no se puede negar, que a muchos niños de los Pueblos del Sur no se les está brindando este servicio como debe ser.

A la conclusión a la que uno llega es que un jalabolas nunca puede ser un revolucionario, y que por culpa de éstos aquí llegaron a prosperar tanto tipos como el Luis Miquilena o el ex diputado a la AN Luis Velásquez Alvaray, o el Rafael Ramírez, el Rodrigo Cabezas, el Héctor Navarro, etc. A veces, cuando nosotros hacemos este tipo de crítica, los adulantes y acomodaticios, quienes a fin de cuentas no les importa el país y acaban siendo los verdaderos infiltrados, se llenan de ira y nos catalogan de antichavistas, o de derechistas.



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José Sant Roz

Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.

 jsantroz@gmail.com      @jsantroz

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