Es gravísimo que el Consejo Legislativo de Vargas haya cambiado el nombre al estado sin un referéndum previo

El pasado lunes 3 de junio, el Consejo Legislativo del estado Vargas dio un "madrugonazo" a los habitantes de la región al cambiar la denominación de ésta a "estado La Guaira". Dicha decisión, que consideramos inoportuna e infortunada, ha provocado el descontento de un amplio sector de la población de este lugar debido a que no fue sometida a una obligatoria consulta popular. Cabe destacar que el Dr. José María Vargas, prócer nacido en la respectiva jurisdicción, es un icono y orgullo del sentir litoralense y su apellido engalana las coordenadas de este enclave desde al menos 1861, cuando ya existía el Cantón Vargas. Con la creación del Distrito Federal, en febrero de 1864, nació el Departamento Vargas -cuya capital era La Guaira- y éste estaba conformado por la parroquia de marras, además de Macuto, Caraballeda, Naiguatá y Caruao. El Departamento Aguado (en honor al insigne combatiente de la Federación Pedro Vicente Aguado) comprendía las parroquias Maiquetía, Carayaca, Tarma y Olivares. Como podemos apreciar, el nombre de José María Vargas se ha utilizado para identificar a esta región en el mapa desde hace -al menos- 158 años (siendo departamento, municipio y más tarde estado), lo cual lo convierte en una tradición de vieja data y no es un asunto que deba despacharse con tanta ligereza.

Desde hace años hemos refutado la obcecación de un funesto "cronista" de la capital del estado en cuestión, quien se ha empeñado en imponer el topónimo "La Guaira" y el gentilicio "guaireño" a todos los habitantes del Litoral Central, hecho que deja al descubierto el galáctico desconocimiento de este personaje con respecto a la variopinta realidad que se palpa desde El Junko hasta Caruao. El término indígena "Guaira" o "Huayra" proviene del quechua y significa "viento", y así fue como se bautizó la zona -que hoy ocupa la referida parroquia- el 29 de junio de 1589: San Pedro de La Guaira. Algo que ayudó en demasía al desarrollo del sitio y a su fama -a escala nacional e internacional- fue el puerto marítimo que se instaló en esa dependencia (gracias a su cercanía con Caracas) después del abandono del desembarcadero de Caraballeda, el cual fue el primero de estos recovecos centrales. Por lo tanto, La Guaira por muchas décadas fue corazón del intercambio comercial de nuestro país con el resto del planeta y puente de tránsito hacia otros recovecos del Imperio Español en América. De esto se deriva que por bastante tiempo se hablara de "La Guaira" o de "guaireño" como elementos lingüísticos que resumían la identidad de la totalidad de la franja costera, puesto que lo más notorio del territorio era el puerto y sus áreas adyacentes. En efecto, cuando en otros recodos de Venezuela platican de "La Guaira" o de "ir a La Guaira", se está echando mano de un anacronismo que se basa en la pretérita explicación: La Guaira como eje de florecimiento del citado terruño desde La Colonia hasta mediados del siglo XX. Sin duda, es un anacronismo que niega las indiscutibles transformaciones que ha experimentado la entidad en -sobre todo- los últimos 60 años. Con el nacimiento de noveles parroquias como Catia La Mar, en 1966, y la continua pérdida de preponderancia -desde finales del siglo XIX- del Puerto de La Guaira en la exportación e importación de mercancías, entre otros factores, los vocablos "La Guaira" y "guaireño" empezaron a carecer de vigencia como aglutinadores del gentilicio litoralense; gracias al progresivo crecimiento demográfico y de infraestructura del mencionado territorio hacia el flanco oeste, estas voces (La Guaira, guaireño) se fueron quedando cortas para describir el Litoral Central en conjunto. Por el contrario, "varguense" fue la lexía que de manera natural adoptaron los habitantes de la entidad como denominador común, dado a que -como disertamos antes- el Departamento Vargas existía desde 1864. Es así como "La Guaira" y "guaireño" acabaron delimitados al espectro geográfico de la población del mismo nombre y a los moradores de ésta, respectivamente.

A la luz de lo antes reseñado, es evidente que tratar de implantar -por decreto- "La Guaira" y "guaireño" como elementos cohesionadores de la identidad regional, es un despropósito de cabo a rabo. Si preguntamos a un habitante de Carayaca, Catia La Mar o Caraballeda, si se siente "varguense" o "guaireño", con toda seguridad éste se decantará por la primera alternativa, ya que "La Guaira" es la parroquia y "guaireño" es quien hace vida en ésta. En ello parece haber un consenso abrumador en todo el Litoral Central y es lo que pretende escamotear el Consejo Legislativo de Vargas al trocar -de manera arbitraria- el topónimo del estado. Se afirma que se realizaron consultas entre las personas con el propósito de alcanzar esta resolución, lo que no podemos en duda, mas estos sondeos de opinión jamás pueden suplantar el mecanismo de referéndum consultivo que establece la Constitución de 1999 para materias de hondo calado. Y éste es un debate harto delicado, camaradas: estamos hablando de epónimos e identidades. ¡No es poca cosa! Por más que se desee machacar y remachacar, ni "La Guaira" ni "guaireño" son expresiones que engloben a todos los pobladores de esta paisajística cinta a orillas del mar. Lo peor es que los argumentos que hemos escuchado, de parte de los apologistas del "estado La Guaira", son una repetición de las mismas razones defectuosas de un "cronista" que se ha trazado como tarea imponer -como sea- su visión de lo que debe ser el gentilicio de los varguenses. A continuación rebatiremos los juicios más reiterativos en relación con esto.

  1. "Debemos llamarnos 'estado La Guaira' porque en toda Venezuela nos llaman 'La Guaira' (...)". Éste es uno de los más superficiales y peligrosos. O sea, no es importante el apelativo que se han dado los moradores de una localidad, haciendo honor a su prócer, sino que debe prevalecer lo que opinen otros que -para colmo- ni viven allí. Nos perdonan pero eso es... ¡una locura! Es como si alguien pretendiese modificarse el nombre de la cédula bajo el "razonamiento" de que "¡la gente no me llama así!". O peor aún, es como si en un municipio de Venezuela hubiese elecciones para escoger al burgomaestre y pudiera votar todo el país menos los habitantes de dicha circunscripción. Un disparate, ¿verdad? Pues así de "traída de los pelos" es la "premisa dorada" de los defensores del "estado La Guaira".

  2. "Estamos rescatando la voz indígena (La Guaira) y realzando nuestras raíces". Según el DRAE, "rescatar" -en una de sus acepciones- es: "(...) Recuperar para su uso algún objeto que se tenía olvidado, estropeado o perdido". Nos disculpan, camaradas, mas esa tesis es falaz. Acá no se está rescatando nada ya que nada se ha olvidado, estropeado o perdido. El vocablo originario "La Guaira" existe y está "vivito y coleando": es el nombre de la capital del estado Vargas y "guaireño" identifica a los moradores de ese sector. ¡Así de simple! La verdad es que no se ha "rescatado" nada y sí se ha agredido a los pobladores de la entidad por complacer el capricho de un "cronista". Muy lamentable eso (*).

  3. "Es que el Dr. José María Vargas nació en La Guaira". El más banal de los "alegatos" puede desmontarse con lo que hemos venido afirmando antes: La Guaira que fue cuna del Dr. José María Vargas está en las antípodas del estado que conocemos en pleno siglo XXI. Es como cuando alguien de otras latitudes espeta "voy a La Guaira" y se cuelga de un anacronismo que omite el paso de las centurias por una región emblemática de la República. La nuez de la trama es que el prócer es nativo de este terruño y la admiración que despliegan los litoralenses al Dr. José María Vargas es calificarse a sí mismos como "varguenses". ¿Tan difícil es deglutir eso para algunos? ¿O permutaremos también la denominación de "municipio Libertador" por la de "municipio Caracas" porque Bolívar nació en Caracas? (**). Cavilemos con un poco más de cordura antes de lanzar esas justificaciones al aire, ¿vale?

  4. "Vargas era un oligarca y un antibolivariano". Éste lo estamos escuchando desde 2009, aunque en esta ocasión no se ha ventilado con tanta frecuencia. Nadie puede cuestionar la trayectoria del Dr. José María Vargas: médico, político, escritor, académico, rector de la Universidad de Caracas (actual Universidad Central de Venezuela), constituyente y primer Presidente de la República -desde 1830- que no era militar (1835-1836). ¿Que era oligarca? ¿Y Bolívar no lo era también? Ambos eran hijos del mantuanaje, sólo que sus conciencias eran liberadoras y revolucionarias para la época. Cada uno en su área rompió esquemas y erigió hitos. Una muestra de la probidad de Vargas fue su célebre respuesta al general Pedro Carujo durante el golpe de Estado que dieron al sabio guaireño en 1835, cuando el militar comentó al médico que "el mundo era de los valientes" y Vargas ripostó: "¡Señor Carujo! El mundo es del hombre justo y honrado". Eso como que aún no se lo perdonan al afamado galeno en algunos grupúsculos conservadores. ¿Que Vargas era antibolivariano? Colocamos eso en duda. Éste fue albacea testamentario del Padre Libertador y también presidió una comisión, en 1842, para la exhumación de los restos de Simón Bolívar, en Santa Marta, y su posterior repatriación a Venezuela. ¿Cómo un supuesto antibolivariano pudo acometer tan delicadas actividades?

  5. "Los 'guaireños' dicen que van a 'La Guaira' cuando están fuera de la entidad y se dirigen a ésta". Ésta es otra falsedad y a las pruebas nos remitimos: cuando el varguense no se halla en su tierra y va rumbo a ésta, menciona la parroquia hacia donde va. Verbigracia, si es de Catia La Mar, expresará que hacia allá va; si es de Caraballeda, dirá que "va a Caraballeda". Sólo enunciará que "va a La Guaira" si su destino es la parroquia en cuestión. Si la persona afirma "ir a La Guaira", pero en realidad desea arribar a Catia La Mar, de seguro tomará el autobús suburbano equivocado en Capitolio (Caracas) y acabará al otro extremo de la banda marítima. Lo anterior es una anécdota muy común entre los foráneos que califican al estado Vargas como "La Guaira". Recordemos que La Guaira y Catia La Mar se hallan en sentidos opuestos.

Como logramos atisbar, el sujeto del "estado La Guaira" no sólo fomenta innecesarias distorsiones de pertenencia y gentilicio, sino también confusiones geográficas: refuerza el desconocimiento del resto de la Nación con respecto a la distribución político-administrativa de la región. ¡Vamos más allá! Si a alguien se le ocurriese poner "estado Maracaibo" al Zulia, con certeza sería tildado de chiflado, ¿verdad? En ídem dirección, a nadie -en su sano juicio- le pasaría por la cabeza proponer "petareño" en sustitución de "caraqueño", nada más porque Petare es una de las parroquias más antiguas y eximias del Valle de Caracas, ¿cierto? Ah, pero en el Litoral Central se ha consumado un disparate análogo a los ejemplos pretéritos, aunque hay gente que lo aplaude y hasta le luce muy "normal". Lo inaudito es que se ha llevado a cabo sin inquirir a la gente y obviando -á la légére- nuestra consigna revolucionaria de practicar la democracia "participativa y protagónica". Todo por satisfacer, desde el Consejo Legislativo, el antojo de un "cronista" de La Guaira. ¡No es el deber ser, camaradas!

En vez de cambiar el topónimo al estado Vargas, al mejor estilo de la Cuarta, el Consejo Legislativo ha debido encarar otras urgentes necesidades de la entidad. El Gobernador Jorge Luis García Carneiro ha emprendido una excelente gestión con obras inéditas de infraestructura y vialidad, sin embargo, hay cosas que escapan de sus competencias (***) y allí es donde el órgano legislador debe ponerse a trabajar. Por ejemplo, es perentorio que el estado se divida en -por lo menos- dos municipios, puesto que un solo alcalde no se da abasto desde El Junko hasta Caruao. Ello redundaría en una mayor efectividad en la atención de las diferentes problemáticas de las comunidades. Otro tema inexorable es sentar las bases legales para la conformación de una empresa municipal de transporte público que preste servicio suburbano expreso, a través de trenes ligeros rápidos entre Vargas y Caracas, lo cual abarataría las tarifas hacia y desde la ciudad capital, acortaría los tiempos de traslado y optimizaría la calidad de vida de decenas de miles de litoralenses que laboran o estudian en Caracas. Si los camaradas del Consejo Legislativo creían que no tenían cosas más apremiantes que "mandar de paseo" al prócer guaireño, allí tienen dos cuestiones cruciales sobre las cuales pueden discutir y brindar soluciones.

El contundente apoyo en las urnas no debe interpretarse como un cheque en blanco de los votantes: los revolucionarios no somos infalibles y también nos equivocamos. Total, somos humanos. Cuando cometemos un error debemos ser capaces de emplazar la autocrítica y rectificar. Hacemos un llamado a la sensatez de los miembros del Consejo Legislativo y de las autoridades regionales, con el fin de que se someta a referéndum -con máquinas del CNE- la decisión de trocar el nombre al estado Vargas y ofrecer la oportunidad a la gente de manifestar su opinión acerca de la materia. Desde esta trinchera defendemos el gentilicio "varguense" y aceptaremos lo que dictaminen las masas en una jornada democrática de participación popular.

ADÁN GONZÁLEZ LIENDO

@rpkampuchea

P.D. Este ensayo jamás podrá asumirse como un documento que denigre de La Guaira: reconocemos en ésta una capital estatal con antecedentes extraordinarios de batalla por la emancipación nacional. No olvidemos que La Guaira fue la segunda población de Venezuela en adherirse al movimiento independentista, el 20 de abril de 1810. Antes de esto, también fue el epicentro de la heroica Conspiración de Manuel Gual y José María España (1797-1799). Sin embargo, al César lo que es del César: ni "La Guaira" ni "guaireño" comprimen el universo identitario de esta jurisdicción, como sí lo hacen "Vargas" y "varguense". Hasta los guaireños están claros en esta polémica: nuestra madre nació y se crió en La Guaira. Vivió allí hasta que se casó. Ella no está de acuerdo con lo de "estado La Guaira" y es chavista. Toda nuestra familia materna es de la parroquia y reprueba por unanimidad ese dislate del Consejo Legislativo.

(*) Nos encantaría que esa celeridad que tuvo el Consejo Legislativo para sancionar la idea del "estado La Guaira", la tuviese para quitar el mote realista de "Plaza Mayor de Catia La Mar" a la Plaza Bolívar de dicha parroquia, verbigracia. Una contradicción total "rescatar" las voces aborígenes y -al mismo tiempo- perpetuar formas tan ibéricas y monárquicas como la de "Plaza Mayor".

(**) Los paladines de la tesis del "estado La Guaira" enuncian que los varguenses, cuando se dirigen a la ciudad capital, dicen que van a "Caracas" así su destino sea Chacao, El Silencio o El Paraíso y por ello justifican que con La Guaira puede acontecer lo mismo. ¡Nada más remoto de la veracidad! Caracas es un valle y todo lo que se ubique dentro de éste pertenece a Caracas, no así La Guaira, que es una pequeña porción dentro de una extensión de 1.496,5 kilómetros cuadrados y 170 kilómetros de costa.

 


(***) El Ejecutivo regional debe hacer más énfasis en solventar escollos como el irregular servicio de agua potable o el muy deficiente desempeño del transporte público superficial.



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Adán González Liendo

Traductor, corrector de estilo y locutor

 elinodoro@yahoo.com      @rpkampuchea

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