La expresión, prosaica, no me luciría, porque vengo de una familia acomodada de Caracas, educada en colegios de Europa, y con modales finos desde la misma Colonia.
Pero decir ¡mierda! es lo mejor que se me ocurre para definir la “catadura” moral de un personaje tan repugnante como el rector de la Universidad Católica Andrés Bello, sacerdote jesuita Luis Ugalde.
Porque hay que ser bien mierda para hacer lo que hace este “ciudadano”; quien después de levantarle la mano a Pedro Carmona y a Carlos Ortega para bendecirlos en aquella pesadilla que ambos bárbaros le impusieron a Venezuela durante los años 2001, 2002 y 2003, hoy aparece en su auditorio universitario hablando de la libertad de expresión, y denunciando a Chávez como asesino.
Y aparece Ugalde al lado, curiosamente, de un señor que es el Relator de las Naciones Unidas para la Libertad de Expresión, de quien nadie sabe quién lo trajo ni como vino, y ni por qué se fue para la UCAB a buscar libertad de expresión, si allí quien manda és el ductor espiritual del zarpazo fascista que en 48 horas no sólo acabó con la libertad de expresión, sino con el Estado, la vida y hasta la dignidad de las personas.
Recordemos cómo a Miraflores, ya tumbado Chávez, se presentó el, para entonces, máximo jerarca de la iglesia católica, Ignacio Velazco, acompañado del cura adeco Mikel de Viana, quienes dieron los santos óleos al derecho del pueblo a estar informado, cuando en la antesala de una reunión de todos los dueños de los grandes medios de comunicación privados, bendijeron el silencio mediático que se impuso durante los días 12, 13 y 14 de abril. Allí, en el Palacio de Gobierno, Gustavo Cisneros, Miguel Henrique Otero, Alberto Federico Ravell, Marcel Granier, Andrés Mata y Omar Camero, magnates mediáticos del país, se pusieron de acuerdo para transmitir comiquitas e ilustrar falacias, mientras el pueblo en la calle era masacrado, y las libertades públicas sepultadas.
Y allí estaba también, en espíritu, Luís Ugalde, quien al levantar las manos conjuntamente de Carmona y Ortega, daba el aval divino para que la plutocracia más horrible se impusiera sobre un pueblo cuyo único pecado ha sido su derecho a tener patria.
Ahora Ugalde nos sale “santón”, y vocero vivo de los derechos del pueblo. ¡Háy que ser bien mierda!...
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