La única verdad es la realidad, mi querido Watson

Las mentiras son malas, eso aprendimos de pequeños. Una mentira lleva a mentir cada vez más para sostenerla, y entre embustes y embustes se acaba por no saber donde está la verdad. Tanto el mentiroso como su audiencia se pierden en una maraña de palabras, imágenes e ideas que acaban transformando su percepción de la realidad.

Hablar de la verdad en general es meterse en aguas muy profundas. Pero hablar de hechos concretos que conforman nuestra realidad, mojarnos lo tobillos en las cálidas aguas de la cotidianidad para tratar de desenmarañar este nudo de mentiras en las que nos han enredado, puede que valga la pena.

Pero es aquí cuando esta escritora se enfrenta con un problema terrible: Buscando esa verdad cotidiana me encuentro con que hay verdades de verdades. La gente habla de la verdad en posesivo como si esto le diera más validez a lo que quieren demostrar. Tenemos mi verdad, tu verdad, verdades relativas sujetas a tiempo y lugar. Lo que fue verdad ayer y era conveniente que lo fuera, tal vez hoy sea refutada con furia porque ya no conviene que sea.

Ayer Carlos Andrés era un ladrón, hoy es un héroe en el exilio. Ayer los niños pobres comían perrarina hasta que ésta se hizo tan cara que sabe Dios que comieron después, pero como yo no lo vi, eso no pasó, y no vieron a los estudiantes muertos, a los viejitos apaleados por la policía por osar a reclamar su pensión, no vieron la injusticia, no vieron la desesperanza y si la vieron les conviene olvidar.

Se hace necesario ignorar los hechos para no perturbar ‘’tu verdad’’. Inventar, reescribir, acomodar… mentir.

Dijo Juan Domingo Perón que la única verdad es la realidad y esto resulta muy sencillo por complicado que parezca. La realidad es una, aún cuando la percepción de la misma no lo sea. Quien pretende ignorarla acaba tropezando con ella y por más que quiera negarla, la realidad se impone.

Eso fue lo que les pasó el 11 de abril de 2002 cuando salieron con sus banderas a defender la mentira y se toparon con un pueblo que les mostró la realidad. Yo me pregunto: ¿Por qué si ellos defendían la verdad, no salieron y se enfrentaron al pueblo? ¿Por qué corrieron y se encerraron en sus casas? ¿Por qué no cuestionaron el hecho de que sus canales de televisión, en lugar de informarlos, les regalaron comiquitas de Tom y Jerry?

Lo mismo les pasó en el referéndum del 2004, con sus millones de firmas, con sus multitudes hartas de la tiranía. Y el grito de frrrrraude de la coordinadora democrática, y las pruebas que nunca llegaron. Frrrrraude gritaron ellos sin exigir a sus líderes que entregaran las pruebas que les darían la razón. Y les volvió a pasar en las elecciones del 2006.

Pero algo pasó en el 2007 que hace que me pregunte si en verdad ellos se creen las mentiras que les dicen o es que voluntariamente participan de ellas.

Resulta que ganaron, por una mínima diferencia, pero ganaron. A pesar de que juraban que sería una victoria abrumadora, ellos no se lo terminaban de creer. No tenían planeada una celebración para su primera victoria en nueve años. Por pequeña que fuera la diferencia, ganaron, peor aún, según ellos, detuvieron el amenazador avance del comunismo, pero sospechosamente pudieron celebrar.

La realidad los desenmascara, los convierte en cómplices por lo que, ante mis ojos, dejan de ser víctimas inocentes de la manipulación mediática, en el mejor de los casos son víctimas voluntarias porque les conviene creer, necesitan hacerlo.

Así, creyendo lo que les conviene, defenderán las causas más innobles son sus caritas de yo no fui, de patriotas conscientes, de gente de bien. Seguirán negando a su pueblo, porque ese pueblo representa a la realidad que los abofetea cada día, por mucho que pretendan ignorarla.

Cual Sherlock Holmes creo haber resuelto un enigma que me perseguía hace años. ¿El motivo? El mismo de siempre, el egoísmo que genera el creerse un individuo ajeno e independiente de la sociedad en la que se vive.

Elemental, mi querido Watson.


carolachavez.blogspot.com


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Carola Chávez

Periodista y escritora. Autora del libro "Qué pena con ese señor" y co-editora del suplemento comico-politico "El Especulador Precóz". carolachavez.wordpress.com

 tongorocho@gmail.com      @tongorocho

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