Los condicionistas

Extraños seres, los condicionistas le esputan a Nicolás Maduro:

-Exigimos de usted, dictador narco-terrorista, infame comunista, jefe de este procaz e inverecundo rrrrrégimen (a secas), unas condiciones electorales a la suiza, sin abusos de poder, con controles anteriores, perceptivos y posteriores de las papeletas, y que no use para fines de proselitismo político o electoral ni medios de comunicación del Estado ni otros recursos públicos, y que desaparezcan los tinglados rojos en rededor de los centros de votación, y que las mesas se cierren a las 6 en punto de la tarde, ni un segundo después, de modo de evitar la operación de arrastre de los electores remanentes (descocada práctica aprendida por ustedes de los adecos en los remotos años del puntofijismo luminoso), y, claro, un CNE parejo, 2 del G4, 2 del PSUV y uno imparcial, éste último impoluto ser, que no haya jamás tomado partido en estos 21 años de revolución chavista ni por ustedes ni por nosotros, y requerimos asimismo que en todos y cada uno de los consulados de Venezuela en los 5 continentes haya una mesa electoral con testigos de parte y parte a fines de que voten los 5 millones de emigrantes (ni uno menos), y la presencia observadora y husmeante de la OEA, el Centro Carter, la Internacional Socialista, la Organización Demócrata-Cristiana, la Internacional Liberal, el Parlamento Europeo, el PP español (si fuese posible el mismísimo Aznar), el Partido Republicano estadounidense, y otros más que hemos de informar a su debido tiempo, y la ONU, claro...

Otros llegan a más:

-Y exigimos que usted, tirano despreciable, abandone su cargo durante la campaña electoral, de modo que las elecciones puedan hacerse sin su nefando influjo y valimiento.

Por último, algunos exaltados agregan:

-Y quiero informarle, déspota infame y opresor, que una vez que los comicios sean ganados por la valiente oposición radical, hemos de perseguirlos y enjuiciarlos a usted, a sus familiares y a todos sus adláteres civiles o militares por todos sus crímenes reales o supuestos, y sus bienes serán confiscados, y haremos cuanto esté a nuestro alcance para que pasen sus días postreros en una celda de Guantánamo.

Y concluyen estos necios:

-Si no se nos dan estas condiciones, no participaremos en esa farsa comicial, y prepárense porque, deslegitimados, muy pronto serán derrocados por la naciones democráticas del mundo: ya la Cuarta Flota viene en camino.

Maduro, desde su despacho en Miraflores, con el general Padrino a su diestra, los mira desde lejos.

-Ah, bueno, murmura.

Entonces, el Presidente, ése que manda y es obedecido, se frota las manos y dice a los suyos:

-Listo, puesto que no regalaremos concesiones innecesarias, y dado que el país sabe o le hemos hecho creer que no cumplimos los compromisos, estos tontos se abstendrán: así ganaremos la Asamblea con nuestro 25 % duro y militarizado. Gracias por los favores recibidos, G4. Con enemigos así, no necesito amigos.

¿Se darán cuenta los condicionistas de la gracia que le hacen al régimen autoritario promoviendo condiciones sine qua non que determinen su participación electoral? ¿Cómo es que a la que definen como dictadura le piden condiciones electorales como las de las democracias escandinavas? Es lo mismo que si dijeran: Demandamos de usted, dictadura, que no lo sea y que se convierta en democracia. Con esta misma lógica, los demócratas chilenos no habrían acudido al plebiscito de 1988 (con Pinochet en el poder, los votos se contaban en el Ministerio de Interior), ni Solidaridad hubiese acudido a las parlamentarias de 1989 (para elegir sólo un tercio de los diputados, los otros dos seguían siendo comunistas), ni Mandela al referendo de 1993 organizado por los mismos racistas que lo mantuvieron cautivo ¡durante 27 años.! ¿No le ponen fácil el juego al gobierno cuando niegan su participación a cuenta de su incumplimiento? ¿Será que no es tan dictatorial el régimen autoritario (todavía), ése que repudian?


Y hay más, muchas más preguntas: ¿No fue con un CNE menos imparcial, comparado con éste que acaba de ser designado por el TSJ, que la oposición, sobreponiéndose a su propia división entre abstencionistas y participacionistas, le ganó un referendo de reforma de la Constitución al más poderoso Chávez, el del 65 % de popularidad, el que controlaba todo el poder y vendía el petróleo a $ 80 el barril? ¡Y por una ñinguita!, y aún así fueron proclamados aquellos resultados. ¿No fue con abusos de poder más o menos semejantes a los de hoy que la oposición ganó las parlamentarias de 2010, las principales gobernaciones y alcaldías del país de 2008 en adelante, y los 2/3 de la AN en 2015?

Se dirá que hoy están ilegalizados los partidos y que los atropellos del poder son mayores. ¡¿Y eso qué importa?! ¿No votaron los adecos sin partido en 1952 por la tarjeta de URD? ¡Ésa era nuestra epopeya!, la hazaña democrática de un pueblo que por sobre toda tropelía, votaba y ganaba. ¿No fue probada una y otra vez, aquí y allá, que la votación masiva del pueblo anula trampas y triquiñuelas?

Pongámonos académicos: ¿no es evidente que la contradicción principal al interior del chavismo en la cual hay que incidir es aquélla que opone su legitimidad de origen democrática de 1998 (Constitución '99, inclusive) a su vocación autoritaria, militarista y totalitaria que hunde sus raíces en el 4F y en su identidad cubano-fidelista? La verdad no se entiende cómo, entonces, en vez de actuar para fortalecer el término civilista y democrático de esta contradicción, escogiendo el terreno de lucha que nos interesa y donde somos fuertes, el de las elecciones, algunos (muy avezados) políticos de la oposición prefieren desplazarse a aquél donde el adversario es poderoso, el de la solución de fuerza, que a su vez endurece el término comunista-dictatorialista-totalitarista de la contradicción de marras. A menos que estén pensando en una intervención militar extranjera gringo-colombo-brasileña, y eso es despreciable.

Uno querría una oposición que diga: ¿Sabes qué, Maduro? Ponme las condiciones que quieras que igual yo participo y te voy a ganar. Insisto: ésa era nuestra épica, la épica del voto. Y dando por un hecho nuestra participación, bregar por mejores condiciones, que en fin de cuentas es cierto que los derechos (como el voto) se defienden ejerciéndolos, no renunciando a ellos. Pero la oposición mentecata, y sus segundones cómplices, han hecho todo cuanto han podido para afilar el cuchillo de su propio degüello: desprestigiaron la institución del voto como instrumento de cambio, normalizaron y legitimaron la abstención como práctica (la nada, que llamó Mires), atribuyeron un poder que no existe en los rectores del CNE que son proclives al gobierno (como si en realidad pudiesen trucar los votos), inventaron -y "demostraron" con enrevesadas teorías- la fábula del fraude (imposible en un sistema electoral donde el 52 % de las papeletas se audita por azar contra el resultado de las máquinas), etc.

Ahora, hecho este trabajo de zapa, todo será más difícil. Ya lo señaló Capriles en las municipales de 2013 cuando, después de haber difundido la falsa especie del fraude en las presidenciales de principios de ese mismo daño, se preguntó: Y ahora, ¿cómo pedimos el voto? La prédica de Machado, Ledezma y compañía por una intervención militar extranjera sobre nuestra patria es tan deplorable, que constituye un delito de traición a la patria y una amenaza a la paz continental, tánto que sus portadores deberían ser citados por la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos y aun por la Alta Comisionada de las Naciones Unidas en la materia... pero al menos tiene la virtud de la claridad, de la vertical y valiente transparencia. Esa oposición que me gusta llamar "merengue", la de un pasito para allá y un pasito para acá; ésa del G4, dos de los cuales quieren votar pero los otros dos, pertrechados del padrinazgo gringo y de mucho, mucho dinero, imponen vía hechos cumplidos su agenda extremista; esa oposición de personalidad escindida, esquizoide, sirve de muy poco. Frente a los delirios extremistas-intervencionistas, sólo queda la ruta democrática, la verdadera, la que se define dentro de seis parámetros innegociables: voto, siempre; diálogo, siempre; protesta social y sólo pacífica; Constitución; economía social de mercado; y soberanía, nunca tutelaje ni injerencismo.

Hay nuevo CNE. En él, la oposición ha doblado su peso. Con otros en los que ese peso de la oposición era la mitad, la oposición ganó, como relatamos más arriba: un referendo, decenas de gobernaciones, centenares de alcaldías, y la mayoría absoluta de la AN. Pretextar en ese 3-2 del CNE la prédica abstencionista, tiene el fétido tufo de una coartada: igual que la denuncia de una nunca probada condición narco-terrorista del régimen madurista (más evidente al oriente de nuestras fronteras y al norte del continente donde residen los principales aliados políticos, económicos y militares de la oposición extremista), se busca justificar así la infame pretensión de una guerra civil e internacional en nuestro territorio. "Con narco-terroristas no se negocia", dicen estos criminales, promotores de la catástrofe.

Digámoslo con claridad: no será fácil que la oposición democrática, ésa que ha aceptado embarrarse los zapatos para asumir el costo político de la designación de un nuevo CNE, gane los comicios parlamentarios. Quizá toca, como hicimos a conciencia desde el comando de Teodoro Petkoff en 2005/2006, planear una nueva peregrinación por el desierto, ésa que nos llevó a la estelar victoria de 2015. Como en 2018, será muy pesado el fardo de la desesperanza y la desmovilización provocadas por la insana prédica abstencionista. Pero la peor diligencia es la que no se hace, la peor lucha es la que no se intenta. Si votamos, ganamos. Si no ganamos, y el PSUV gana como Maduro en 2018, con una minoría de 29 % del cuerpo electoral, proclamémoslo de una vez, será a causa y por responsabilidad del boicot a consciencia de los extremistas-abstencionistas y de sus segundones, ésos que portarán por siempre la mácula de no haberse atrevido a levantar la voz a tiempo.

Ojalá el pueblo, que somos todos, no se deje tentar por los cantos de sirena del abstencionismo militante y por el desaliento. Quién quita y nos dé una sorpresa, como en 1952 y en 2007. Es perfectamente posible. Entonces, que así sea.



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Enrique Ochoa Antich

Político y escritor de izquierda democrática. Miembro fundador del Movimiento al Socialismo (MAS).

 @E_OchoaAntich

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