Rosalito desde el balcón de los Cóndores

Parado por primera vez en el balcón del Palacio de los Cóndores y mirando displicentemente hacia la plaza Bolívar de Maracaibo, Rosalito recordó ese amanecer cuando a las 7 de la noche del pasado 3 de diciembre Teodoro Petkoff le dijo claro y raspao con un frontal acento zuliano de El Batey:

-Rosalito, no te vistais que vos no vais pal’ baile.

Al confirmar la sabida mentira blanca de que perdería las elecciones presidenciales, Rosalito sintió una sensación de mareo, la frecuencia cardiaca rápida y la respiración acelerada.

-¿Estáis seguro de que eso es así? -preguntó Rosalito en un acto casi mecánico, pavloriano, como esperando una palabra de consolación en medio de la desesperanza.

-¡Ah la jaiba! No me digáis, que vos creéis en pajaritos preñados. Te lo voy a decir con tus propias palabras: ¿Vos creéis en cantos de ballena? Rosalito, vos no vais pal’ baile.

Al escuchar la respuesta de Petkoff, el ex candidato de la Casa Blanca prefirió callar ante las palabras enfáticas de su nuevo manager político. Desde entonces, Rosalito comenzó a sentirse irritado. Era tanta su rabia, que se molestaba cuando le conversaban de las peras al horno, de la Tarjeta Mi Negra y de los sofisticados cantos de ballena. Desde el 3 de diciembre, Rosalito andaba totalmente desorientado y con una disminución de su capacidad de concentración.

Cuando alguien le hablaba se quedaba lelo, como si no fuera con él. Por esos días le dio por hablar incoherencias, como esas de decir que habiendo perdido había ganado y que sus paisanos le negaron el voto como presidente, porque querían que continuara en su puesto de gobernador del Zulia.

Desde ese fatídico 3 de diciembre que se le había atravesado en su camino político, Rosalito había perdido el sueño natural y tranquilo que siempre tuvo. De tal manera, se le habían formado unas enormes ojeras y se sentía fatigado. Sin embargo, a Rosalito sólo lo tranquilizaba como un sedante la voz gruñona de Petkoff.

Ante este trastorno obsesivo compulsivo, Rosalito, por primera vez en seis años, prefirió refugiarse en una colchoneta en el Salón de Situaciones de la gobernación del estado Zulia, que ir a dormir a la residencia oficial.

Tirado como un pesado racimo de plátano de la zona del Sur del Lago de Maracaibo, Rosalito pasó toda la noche dando vueltas en la colchoneta, como si fuera un volantín sin rabo. Por más que intentó apretar con fuerza los ojos, no pudo conciliar el sueño. Pues, la ansiedad generalizada nacida desde la noche del 3 de diciembre se había convertido en un inseparable e indeseado hermano siamés aferrado a su mente.

Tratando de ahuyentar aquella sensación de pánico depresivo e intentando de recuperar la paciencia perdida, Rosalito ese postrado amanecer navideño se asomó abatido al balcón del Palacio de los Cóndores. Echó un vistazo hacia la izquierda y su desconsolada contemplación chocó con el vetusto portón de la Catedral de Maracaibo.

Luego en un paneo en cámara lenta, miró de frente y se encontró con el edifico sede de la Alcaldía de capital zuliana. Acercó la mirada hacia el centro de la Plaza, y fijó su vistazo en la estatua ecuestre de Simón Bolívar. Adormecido por la suave brisa lacustre que soplaba desde el malecón, Rosalito se quedó retraído observando la efigie del Libertador.

En un acto incontrolado, cabeceó y cerró los ojos durante un largo rato. Cuando los abrió se encontró con la presencia de un borracho que caminaba tambaleante por el centro de la calle que pasa frente a la gobernación del Zulia. Desde el balcón del Palacio de los Cóndores, Rosalito saludó al hombre con un aburrimiento que daba lástima.

Al observar que Rosalito se acomodaba sin gracia la camisa de una pijama descolorida por el tiempo, la respuesta del beodo fue un grito mollejuo que rompió el silencio del Palacio de los Cóndores y le hizo recordar la imborrable derrota del 3 de diciembre prolongada y perpetuada en el tiempo:

-¡Rosalito, no te vistais que para el 2013 tampoco vais pal’ baile!

Periodista

vchavez@hotmail.com


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Vidal Chávez López


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