Chao, Teodoro

Me moriré de viejo y nunca olvidaré la forma como Teodoro Petkoff celebró la carmonada. Ya sabíamos que por un miserable sueldo de ministro, había lanzado al cesto sus supuestas ideas revolucionarias y se había colocado al servicio nada más y nada menos que de Rafael Caldera.
También sabíamos de cómo la envidia le carcomió el alma, cuando “olfateo” que Hugo Chávez lograría victorias en el terreno donde él había sido derrotado una y otra vez. No nos sorprendió que usara el periódico que le regalaron como parte de pago por sus servicios a la cuarta, como herramienta para descalificar y calumniar a quien pudo llenar los escenarios que él jamás llenó, a quien supo meterse en el corazón del pueblo como él siempre soñó, a quien tuvo la habilidad, el carisma y el liderazgo que a él le faltó para conseguir el respaldo de todas las organizaciones y hombres de izquierda.
Sabíamos quien era Teodoro y sabíamos de sus miserias, pero nunca imaginamos que las mismas lo condujeran a darle la bienvenida a una dictadura, a respaldar la eliminación de todos los poderes y a ver con buenos ojos un gobierno de Fedecámaras apoyado por gorilas de uniforme.
De mil maneras ha intentado el ahora candidato presidencial, ocultar su triste papel en aquellos aciagos días. Ha afirmado, incluso, que él fue el primero en denunciar el golpe de estado, cuando la realidad es que antes de que Carmona se declarara emperador por veinticuatro horas ya Teodoro había escrito en su pasquín esta perla:
“Chao Hugo… Aquí no hay manera de resolver institucionalmente el cambio político habido. Vicepresidente, presidente de la Asamblea, presidente del Tribunal Supremo no sobreviven al colapso del chavezato. Esa línea de mando institucional murió con el régimen”

Por eso es que Teodoro es despreciado en la izquierda venezolana y latinoamericana, porque vendió su alma y su conciencia; porque no tuvo el coraje para morir pobre, pero digno; porque prefirió convertirse en un servil del enemigo, a continuar con una lucha que se le antojaba larga y sacrificada.
Se convirtió en un miserable al que los factores de poder hicieron creer que era uno de ellos. Llegó incluso a pensar que con los recursos y el apoyo mediático que nunca tuvo como candidato de la izquierda, podría ahora, en representación de la derecha, derrotar a Hugo Chávez.
Que esas ideas pasaran por la mente de unos imbéciles como Pablo Medina o Américo Martí pudiera entenderse, pero en Teodoro es una señal de que la disociación, la envidia y el odio le han hecho mucho daño a su cerebro. Cómo se le ocurre a Teodoro pensar que él podía generar confianza en la derecha y en la oligarquía venezolana, cuando ni siquiera en la clase media puede salir a buscar a votos. Una cosa es que te aprecien por servil y otra, muy diferente, que te consideren como uno de ellos.

Hoy Teodoro paga las consecuencias de su inconsecuencia. En la izquierda es considerado un traidor y en la derecha siempre será sospechoso de lo mismo. El mundo se le vino encima al oponerse a la estrategia de Sumate; sus "aliados" de los últimos años ya comienzan a acusarlo de traidor, de cómplice de Chávez y de político con alma de guerrillero.
Creo se acerca el momento de que alguien le diga: Chao Teodoro.


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Alexis Arellano


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