La oposición correlona

No sé si se habrán fijado ustedes, pero aunque Pedro Carmona Estanga, Carlos Molina Tamayo, Silvino Bustillo, Alfredo Peña, Carlos Ortega, Manuel Rosendo, Carlos Fernández, Orlando Urdaneta, Juan Fernández y Patricia Poleo lo nieguen, la oposición venezolana está llena de correlones, de ilustres correcaminos, de raudos galgos, que han transformado al país en la mayor pista de tartán de Latinoamérica.

En tiempos de fútbol, podemos decir que los oposicionistas de pies alados siempre andan en posición de carreras adelantadas. De tal manera, correr para la oposición forma parte de su comportamiento político, como la sangre de las venas. El correr opositor es el desparpajo, el dogma, el subterfugio desvergonzado de quienes han dado golpes de Estado, saboteado la industria petrolera, creado guarimbas, gritado desaforados “Chávez vete ya” y luego han corrido hacia las sedes de las embajadas o se han escondido para no rendir cuenta por los delitos cometidos.

Lo lamentable de todo esto, es que huir en política es como llevar el alma machucada por dentro o intentar pagar con un billete de quince bolívares, puesto que la política es un asunto de ética, de asumir responsabilidades. No de acumular más carreras que Cañonero o de salir como pájaro volando con todo y jaula. Para demostrar que fue educado por esta mercadería averiada y formado por una generación que ha crecido bajo una penosa y miedosa corredera en pista y campo, la última veloz carrera opositora la acaba de emprender Nixon Moreno. Este oposicionista estudiante de la ULA, en una crisis de conciencia aguda, se hizo fugitivo -como huyen sus líderes a imitar-, luego que la juez sexto de control de Mérida, Marianela Marín Estrada ordenara su captura “por presuntas lesiones intencionales graves e intento de violación en perjuicio de la agente policial Sofía Aguilar, actos cometidos durante los sucesos en los que resultaron heridos de bala 36 policías, al ser atacados por estudiantes de la ULA”.

Nixon Moreno, como sus padres putativos de la oposición, también es histrión zumbado de boca y valentón ante los medios de comunicación social. Sin embargo, las piernas se les tornaron incontrolables, en una melcocha, cuando fue citado por el Ministerio Público. Entonces correr, bajo la bendición electoral de Teodoro Petkoff, convirtió el “paticas pa'qué te tengo” en la ideología, táctica y estrategia que puso en práctica en su fuga para llegar corriendo hasta su cómodo escondite paramero, donde fue entrevistado para su gloria por un canal privado de televisión. Como un “remake” correlón de sus predecesores, la carrerita de confusión arrolladora emprendida por Nixon Moreno comprobó que hacer política en Venezuela dejó de ser cosa de hombres para convertirse en una corredera vulgar y corriente, en una bailoterapia y un aeróbic bochornoso. "¡Ni un paso atrás! ¡Dale, échale piernas, Nixon, que pa'tras espantan!", debieron haberle gritado ejemplificantes Carmona Estanga y Molina Tamayo desde el exterior.

Aunque sabemos que no tiene las piernas como las aspirantes al Miss Venezuela —haciendo un ejercicio imaginativo—, sospechamos que las batatas correlonas y el garrete ligero de Moreno se tornan en un sólo músculo tembleque cada vez que recuerda el nombre de la juez que le dictó auto de detención.

No hay dudas: Las series de El fugitivo y El correcaminos cada día tienen mayor vigencia entre los oposicionistas.

Periodista


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Vidal Chávez López *


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