Ramos Allup y su alma de cipayo

No ha existido, ni existirá, imperio bueno y mucho menos imperio que no recurra a la fuerza y al abuso para dominar y mantener su dominación. Ante esta realidad los pueblos y las individualidades tienen tres opciones. Lo enfrentas y te transformas en su enemigo, lo ignoras y sufres las consecuencias o te transformas en su cipayo y obtienes privilegios.

En el primer grupo están los grandes, los valientes los necesarios. Allí encontramos (para concentrarnos sólo en nuestra tierra) a Bolívar, a Sucre, a Urdaneta a Chávez, a Alí y a muchos más). Sobre ellos no ahondaremos hoy, no por falta de ganas, sino porque el objetivo de esta nota es otro.

En el segundo grupo se ubican los inconscientes. Esos tratan de sobrevivir corriendo el menor riesgo posible e ignorando el daño que le hacen a su patria y a su pueblo. Sobre ellos tampoco vamos a escribir… simplemente no valen la pena.

En el tercer grupo están aquellos que tratan de sacarle provecho al abuso del poderoso. Se alían con él y tratan de obtener las migajas que el imperio siempre otorga, para tener el o los aliados necesarios. Todo imperio necesita agentes internos, pues sin ellos no es posible la dominación.

Estos cipayos son los que pasan a formar el grupo de ¨privilegiados¨. Son una especie de clase social, por debajo de sus amos, pero por encima del resto de la población. Elaboran leyes que favorecen su impunidad, enriquecimiento y control del poder al mismo tiempo que permiten al imperio llevarse la gran tajada. Saben que si no son ellos serán otros los que harán el trabajo.

Estos están conscientes de que si no sirven al imperio otros lo harán, porque cipayos es lo que sobra, pero en el camino se van auto convenciendo de que hacen lo correcto, de que todo es natural e incluso de que no son cipayos y que el imperio no existe. Las relaciones de dominación y saqueo se transforman, en su autoconvencimiento, en relaciones de complementariedad y ayuda mutua.

Así es como crear las condiciones para que las empresas del imperio puedan invertir y saquear en nuestros países se transforma en un objetivo necesario al que hay que imponerle las menores condiciones posibles (caso 1% de regalías por el petróleo, una locha por la tonelada de hierro, transformación milagrosa de petróleo en bitumen y otras).

Pero bueno, no estamos extendiendo mucho, porque realmente sobre lo que queríamos exponer es como la mentalidad del cipayo no cambia aunque la realidad sea mucho más que evidente y aunque cambie de amo.

Ramos Allup es quizás la mejor demostración de esto que afirmamos. El tipo estalló, recientemente, en ira y en insultos porque una estatua del mayor genocida que haya pisado estas tierras (Colon) fue reemplazada por el cacique Guaicaipuro , símbolo glorioso de la resistencia de nuestros indígenas a ser asesinados, explotados, esclavizados y violados.

Ramos Allup anuncia que de retomar el poder la derecha en Venezuela traerán de regreso las estatuas de Colón y se seguirá celebrando el 12 de octubre como el día de la raza.

Defiende este sujeto la ¨la verdad¨ que nos impuso el imperio español en su momento. Lo hace con pasión y rabia, a pesar de que el planeta entero sabe que el 12 de octubre comenzó un genocidio que costó la vida a casi 90 millones de indígenas. Lo hace, porque hizo suyo el pensamiento del amo y aunque su amo no fue el imperio español, le resulta propia la conducta de cualquier imperio en cualquier época.

Ramos Allup tiene que estar de acuerdo con el lanzamiento de la bomba nuclear en Hiroshima, con el genocidio palestino, con la colonización de Puesto Rico, con la apropiación por Inglaterra de las Islas Malvinas. Si no fuera así, no sería cipayo y ese es quizás su mayor orgullo: el servir con lealtad infinita al poderoso.



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Alexis Arellano


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