Barriendo la casa

“¿Barriendo la casa, no estoy exponiendo la suciedad?” Apasionado por mi trabajo, no me entrego a suposiciones inútiles respecto al partido que algunos podrían sacar de esta “suciedad” —que esparcíamos al hacer la limpieza—. No tomamos ninguna precaución sobre el particular. Ninguna consideración de prudencia nos frenó.

He aquí lo que pensábamos: si, por ejemplo, después de haber oído y leído las noticias de numerosos medios de comunicación de la burguesía y de sus opinadores de oficio, no me pongo en seguida a levantar un acta de acusación política de sus regímenes y de sus gobiernos; sí, sin admitir algunas de las noticias expresadas por los medios de comunicación, no encuentro, a pesar de ello, en mi alma temor y odio hacia los pueblos de que se trata en dichas noticias; si mis ojos están abiertos al mal —descrito a veces con insistencia— como lo están para el bien, por el cual combaten los noticieros de Occidente nos pagarán con la misma objetividad; comprenderán con el mismo sentido lo que rechazamos y notarán —¡lo notarán por lo menos!— lo que es nuestra razón de vivir y de trabajar.

Nosotros, socialistas, defendemos celosamente los principios fundamentales de nuestra vida, el ardor de nuestro corazón y la pureza de nuevas relaciones que se establecen entre nosotros desde nuestra tierna infancia. Y con toda la fuerza de que son capaces los hombres y las mujeres apasionados(as), pero arrancados bruscamente de la obra que amamos, rechazamos a los que predican el desánimo, el repliegue en sí mismos y el cálculo egoísta; abatimos sobre ellos toda nuestra cólera y, por obstinado que sea el ambicioso de carrera, le obligaremos a capitular.

Estos sentimientos no se parecen en nada al soplo de esperanza que se levantará, tal vez, en el corazón de algún delincuente político venezolano, envejecido en su luna de miel maiamera. Nosotros hablamos audaz y honradamente de nuestros defectos y de nuestras dificultades son las que acompañan el nacimiento de un mundo nuevo, de un mundo justo, cuyos principios se afirman y triunfan en nuestro país.

No negaremos que las relaciones entre nosotros tienen cierta tensión dramática que surge de la vida misma; como en todas las grandes familias, nosotros también tenemos días de fiesta y días de trabajo, ricos en situaciones delicadas y diversas. Pero en una familia cuyos miembros se conocen bien se encuentra siempre una solución justa a los conflictos. No tememos la discusión dura y franca que purifica, y somos capaces de echar a aquel de nosotros que quisiera oponer a los intereses comunes los suyos personales.

Algunas líneas mordaces orales o escritas de los medios de comunicación del imperialismo no son tan inofensivas como parecen: ayudan a tejer una mecha que conduce al polvorín de la guerra. Entre los opinadores que se ocupan de política hay “soldados vestidos de paisano”. Aprovechándose de que su actitud no es objeto todavía de debates en las comisiones de las Naciones Unidas, son los primeros en violar la frontera y abren el fuego varios años antes de que el primer tiro verdadero haya sido disparado.

Cuando hemos oído y leído esas noticias conteniendo cosas espantosas, de opinadores profesionales y escritos por ciertos “especialistas” en “cuestiones venezolanas”, nos ha parecido como si el país hubiese sido invadido por fuerzas extranjeras y que habían izado la negra bandera pirata. Afortunadamente, también he leído y oído otras opiniones, numerosas, salidas de gentes más modestas, que no pretenden monopolizar el título de expertos. Critican tal vez con más exigencia las imperfecciones de nuestro sistema político con todas sus contradicciones complejas y sus particularidades, que se deben a su experiencia, a su concepción de la vida. Quisiera que experimentarán los mismos sentimientos que mis camaradas: el odio al mal y, sobre todo, un gran amor a los hombres y mujeres, con fe en la victoria ineluctable de las fuerzas de la razón y de la justicia.

—Será que las infinitas colas que existen noche y día a todo lo ancho y largo de Venezuela, por las que tiene que pasar el pueblo, buscando comida, medicinas, artículos de aseo personal y detergente para lavar la ropa y asear la casa: será que no tiene dolientes; que está sucediendo con los ministros de la Economía, donde se esconden, será que se burlan del pueblo estos incapaces, que ni salen a la calle para ver que está pasando, piensan acaso que la cola no mata votos. El pueblo que se joda y vea como capear el temporal.

¡Gringos Go Home! ¡Pa´fuera tús sucias pezuñas de la América de Bolívar, de Martí y de Chávez!
¡Chávez Vive, la Lucha sigue!
¡Independencia y Patria Socialista!
¡Viviremos y venceremos!


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Manuel Taibo


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