Yongo nada más triste que un joven imbécil

En mis días infantiles por allá por San José de Ávila donde vi la luz por vez primera y estudiaba en la escuela Antonio Ornés había un muchacho llamado Carlos José de 3er grado que era la mar de envidioso. Era un muchacho con muchos complejos. Uno de ellos era que al practicar algún deporte los hacía mal. Entonces se dedicaba a mal decir a quienes si lo hacían bien. Por ejemplo si un condiscípulo bateaba con fuerza la pelota hecha de papel y pabilo, entonces él decía que “eso es porque la pelota es muy liviana”. Si otro corría muy fuerte y llegaba primero a la meta que colocábamos en medio de la calle, entonces agregaba que “eso sucede porque eres muy flaco”. Si alguien sabía jugar más yoyo, aplicaba que “mi papá me va a enviar a México para que yo aprenda más que ustedes”

Así sucede con los frustrados. Sin embargo tratábamos de entenderlo y lo metíamos en todos los juegos aun con esa negatividad. Un día lloramos al saber que su padre que era boxeador había matado a un hombre. Eso nos destrozó a todos, porque cuando los padres cometen un crimen los hijos se quedan indagando el porqué de esa mala suerte y crecen llenos de prejuicios, aunque ahora eso sea distinto por la cantidad de psicólogos que el Estado pone al servicio de los jóvenes a los que les ha pasado esa desgracia. Tener al padre detenido es una calamidad, No está el guía en la casa, no se escucha la voz de quien da el consejo. A Veces las madres no pueden dirigir con eficiencia a los muchachos y estos andan por ahí divagando entre sombras la mala suerte de haber tenido un padre que no se sabe dirigir en la vida y va dejando dolores y temores por ahí

YONGO GOICOECHEA habla paja, abre su bocota de “manos podridas, perdón, blancas” para dar opiniones que a duras penas se forman en su pequeño núcleo cerebral de escasas neuronas con el maléfico signo de ofender a los triunfadores. ¿Qué irá decir ahora que Johnny Amadeus Cecotto se empinó con el triunfo en la GP2 en Mónaco? ¿Será una réplica de Carlos José? Pero… ¡claro el padre de Yongo tal vez sea distinto, y no haya cometido nada malo!, cosas de la vida, porque mientras Yongo se va de viaje con quinientos mil dólares que le dieron en bandeja de plata para que anduviera por ahí mal poniendo a la nación donde se cagó por vez primera, Pastor Maldonado se entrega en vida y alma la profesión que escogió para brillar y ser querido por la mayoría de un pueblo ¿qué irá a decir de Johnny Amadeus? Pero lo que diga no le importa a la mayoría de los venezolanos. A Yongo lo querrán en su casa y en los sitios que huelen a odio, a quema, a golpes de Estado, a estabilizaciones. El padre de Carlos José salió de la cárcel por el crimen cometido pero luego murió al no aguantar lo que le había hecho a su hijo.

En dos semanas el nombre de Venezuela ha estado en los podios del mundo y en los oídos de millones de seres humanos ¿quién se acuerda de Yongo, de Maricorina? ¡Ah sí!; se acuerda el sentimiento, el dolor, porque estos dos seres dan lástima, dan pena, y quizás a muchos les den hasta repulsión. Hombres y mujeres sin alma, sin sentimientos patrios que escogen a los deportistas venezolanos para gritar su rabia, sus frustraciones, sus pequeñeces, su ignorancia, ambos lo son, porque obviar lo que algunos hacen por la patria y además de eso enojarse, es para que indaguemos en la psiquis de estos sujetas, sujetos, alga anda podrida en la cima de sus cuerpos, algo huele mal en esos hipotálamos, algo cruel y dañino perdura en esos corazones que en nada se parecen a los de los venezolanos que pululan entre el amor y la admiración por sus deportistas, Gracias Pastorcito, Gracias Johnito…el país les agradece, el país que quiere a sus atletas y que sufre por ellos y los sabe acompañar en el fracaso y en la victoria. Yongo ¿será otro Carlos José en todos sus aspectos negativos?

hdiderot@gmail.con


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Ángel V. Rivas

Limpiabota, ayudante de pintura, articulista, Productor Nacional Independiente, editor de El Irreverente. Animador del programa Gigantes del Romance, autor del libro Pacto Satánico y poeta en estado de frustración.

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