Terrorismo oposicionista

La máxima perniciosa, que se propone la oposición, nada menos que asegurar el acierto con la malignidad del juicio, es tan contraria a la solidaridad humana como a la sana razón. En efecto; la experiencia nos enseña que los oposicionistas más mentirosos dicen mayor número de mentiras que de verdades, y que el más malvado burgués hace muchas más acciones malas o indiferentes que buenas. El pueblo ama naturalmente la verdad y el bien, y no se aparta de ellos sino cuando las pasiones le arrastran y extravían. Mienten los oposicionistas en ofreciéndoseles alguna ocasión en que, faltando a la verdad, creen favorecer sus intereses o lisonjear su vanidad necia; pero fuera de estos casos, naturalmente, “tratan de decir la verdad y hablan como el resto de los ciudadanos”. El burgués ladrón roba, el liviano se desmanda, el pendenciero busca pelea cuando se le presenta la oportunidad, estimulando la pasión; que si estuviesen abandonados de continuo a sus malas inclinaciones serían verdaderos monstruos, sus crímenes degenerarían en demencia, y entonces el decoro y buen orden de la sociedad reclamarían imperiosamente que se los apartase del trato de sus semejantes. 

No se debe fiar de la virtud del común de los oposicionistas puestos a prueba muy dura con el golpe de estado del 11 de abril de 2002, el secuestro del Presidente, los asesinatos de gentes humildes del pueblo y el sabotaje petrolero. La razón es clara: el resistir a tentaciones muy vehementes exige virtud firme y acendrada, de la cual carecen estos sujetos. Esta se halla en pocos. La experiencia nos enseña que en semejantes extremos la debilidad humana suele sucumbir, y la experiencia nos previene que quien ama el peligro perecerá en él.  

Estamos en el gobierno de filosofía socialista, los tiempos son riesgosos, la época crítica, los peligros acechan. El gobernante es honrado; tiene grandes compromisos por nuestra causa, y, sobre todo, es entusiasta de ciertos principios y los sustenta con mucho acaloramiento. Hacemos muy bien en creer que el honor y las convicciones de nuestro gobernante no se rajarán con los golpes de un ariete de la burguesía. 

Estamos viendo al gobernante en aprietos; (El imperialismo, el narco-traficante gobierno colombiano, la oligarquía y los obispos de la  iglesia romana) se le quiere forzar a un acto de alta transcendencia, a que no puede acceder sin degradarse, sin faltar a sus deberes más sagrados que son la Patria y los gobernados, sin comprometer intereses de la mayor importancia. El gobernante es, naturalmente recto; en su larga carrera no se le conoce una felonía, y su entereza está acompañada de cierta firmeza de carácter. Los antecedentes son excelentes. El magnicidio está en marcha, un franco tirador. Sin embargo, cuando vemos que la tempestad arrecia, que el motín sube excesivamente, cuando golpee a la puerta el osado traidor boliburgues que lleva en una mano el papel que el Gobernante ha de firmar y en otra el puñal o una pistola amartillada, tememos por la suerte del Comandante. 

Con el ejemplo anterior se echa de ver que en algunas ocasiones es lícito y muy prudente desconfiar de la virtud de la quinta columna endógena, lo que acontece cuando el obrar bien exige una disposición de ánimo que la razón, la experiencia nos enseñan ser muy rara en los traidores o chavistas sin Chávez. Es claro, además, que para sospechar mal no siempre es necesario que el apuro sea tal como se ha pintado. Para el común de los boliburgueses suele bastar mucho menos, y para los decididamente malos, la simple oportunidad equivale a vehemente tentación. Así, no es posible señalar otra regla para discernir los casos, sino que es preciso atender a las circunstancias de la persona que el objeto del juicio, graduando la posibilidad del mal por su habitual inclinación a él o su adhesión a la virtud.

De estas consideraciones nacen las otras reglas.

Así, suponiendo que Chávez está en un compromiso de riesgo ante el imperialismo asesino del que le es difícil salir, parece a primera vista que en sabiendo cuál es su moralidad y cuales los obstáculos que a la sazón median para obrar conforme a ella, tenemos datos suficientes para pronosticar sobre el éxito. Pero entonces no llevamos en cuenta una cualidad que influye sobremanera en casos semejantes: la firmeza de carácter. Un hombre virtuoso, pues que para sacar airosa la virtud en circunstancias apuradas sirve admirablemente el que obren en su favor pasiones enérgicas. Un hombre de temple fuerte se exalta y cobra nuevo aliento a la vista del peligro; en el cumplimiento del deber se interesa  entonces el orgullo, y un corazón que naturalmente se complace en superar obstáculos y arrostrar riesgos se siente más osado y resuelto cuando se halla animado por el grito de la conciencia. El ceder es debilidad; el volver atrás, cobardía; el faltar al deber es manifestar miedo, es someterse a la afrenta. El hombre de intención recta y corazón puro, mirará las cosas con ojos muy diferentes. Hay un deber que cumplir, es verdad; pero trae consigo el riesgo de quien lo cumpla y la orfandad de todo un pueblo. El mal se hará también de la misma manera, y quizá, quizá, los desastres serán mayores. Es necesario dar al tiempo lo que es suyo; la entereza no ha de convertirse en terquedad; los deberes no han de considerarse en abstracto, es preciso atender todas las circunstancias; las virtudes dejan de serlo si no andan regidas por la prudencia. El buen hombre ha encontrado por fin lo que buscaba: un parlamentario entre el bien y el mal; el miedo, con su propio traje, no servía para el caso, pero ya se ha vestido de prudencia; la victoria no se hará esperar por mucho tiempo. 

He aquí un ejemplo bien palpable, y por cierto nada imaginario, de que es preciso atender urgentemente por los sistemas de seguridad del Comandante Presidente y a todas las circunstancias del individuo que se ha de juzgar. Desgraciadamente, el conocimiento de los hombres es uno de los estudios más difíciles, y por lo mismo es tarea espinosa el recoger los datos precisos para acertar. Esta aplicación, tan sencilla como fundada, señala cumplidamente la razón de la dificultad que encontramos en despojarnos de nuestras ideas y sentimientos cuando así lo reclama el acierto en los juicios que formamos sobre la conducta de los demás. 

El mecanismo por lo cual acontece eso merece un análisis más profundo, pues lo acontecido es posible sea manifestaciones exteriores del problema. Quizás éste radica en el fondo de nuestra idiosincrasia, en aquel espíritu de la picaresca española con el cual se gestó nuestra nacionalidad. Pero, es fundamental inquirir si es de malhadado andar puede ser enmendado, cómo y cuándo, pues de ser así, la inquisición se reduce a un simple estudio coyuntural de una crisis temporal.  

El terrorismo, es un mal tremendo: Los Estados Unidos quieren erradicarlo mediante el terrorismo de Estado ese es un crimen de lesa humanidad aún más grave. Ese método ocasiona más muertes aún, hace sacrificar el Derecho Internacional, la soberanía de los Estados, sin hablar ya de la moral y la justicia.

¡Mal halla la Creación por engendrar a esa cuerda de alimañas!

¡Cuidemos al Comandante! 

 Salud Camaradas.

Hasta la Victoria Siempre.

Patria Socialista o Muerte.

¡Venceremos!

manueltaibo@cantv.net



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Manuel Taibo


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