Medios de comunicación o difusión mediática

No se puede creer, con respecto a los países donde está en vigor la libertad de prensa, es muy difícil encontrar la verdad, porque teniendo todo linaje de intereses y opiniones, algún medio que les sirve de órgano, los unos desvanecen los errores de los otros, brotando del cotejo la luz de la verdad. Entre todos lo saben todo y lo dicen todo; no se necesita más que paciencia en leer, ver y oír, cuidado en comparar, tino en discernir y prudencia en juzgar. Así discurren algunos. Yo creo que todo esto es pura ilusión, y lo primero que asiento es que, ni con respecto a las personas ni a las cosas, los medios de difusión mediática no lo dicen todo, ni con mucho, ni aún aquello que saben bien los directores de esos medios, hasta en los países más libres.

Estamos presenciando a cada paso que los partidarios de lo que se llama una notabilidad la ensalzan con la verdad y elogios; mientras sus adversarios (caso Chávez) le regalan a manos llenas los dictados de ignorante, estúpido, inhumano, sanguinario, traidor, monstruo y otras lindezas por el estilo. El saber, los talentos, la honradez, la amabilidad, la generosidad y otras cualidades que le atribuían al héroe los partidarios de su devoción quedan en verdad algo deterioradas con los cumplimientos de sus detractores; pero al fin, ¿qué sacamos en limpio de esta baraúnda? ¿Qué pensaran en el extranjero que han de decidirse por uno de los extremos o adoptar un justo medio a manera de árbitro? El resultado es andar a tientas y verse obligado o a suspender el juicio o a caer en crasos errores. La carrera pública del ciudadano en cuestión no siempre está señalada por actos bien caracterizados, y, además, lo que haya en ellos de bueno o malo no siempre es bien claro si debe atribuirse a él o a sus subalternos.

Lo curioso es que, a veces, entre tanta contienda, la opinión pública en ciertos círculos, informativos y en el país, está fijada sobre el personaje; de suerte que no parece sino que se miente de común acuerdo. En efecto; hablad con las personas que no carecen de noticias; quizá con los mismos que le han declarado la más cruda guerra; ojala dicen que nos hubiese escuchado a nosotros, nos hubiera servido mucho y habría representado un papel brillante. “¿Veis a esa persona tan honrada, tan inteligente, tan activa y enérgica, que, al decir de ciertos medios de difusión, él, y sólo él, puede apartar la patria del borde del abismo? Se le culpa de impuros manejos; en el Banco A tiene puestos tales fondos, y ahora va hacer otro tanto en el Banco B. En verdad que roba de manera escandalosa; pero, mire usted, esto es tan común..., y, además, ¿No sabe usted la historia de esa persona? Pues yo le voy a contar a usted su vida y milagros...” Y se nos refieren sus aventuras, sus altos y bajos, y sus maldades o miserias, o necedades, y desde entonces ya no padecéis ilusiones y juzgáis en adelante con seguridad y acierto.

Estas proporciones no las disfrutan por lo común en los países extranjeros, ni los nacionales que se contentan con la información de los medios de difusión, (caso Globovisión) y así, creyendo que la comparación de los de opuestas opiniones les aclara suficientemente la verdad, se forman los más equivocados conceptos sobre las personas y las cosas.

Los medios de difusión mediática, para no indisponerse con determinados círculos de sus partidarios, exigen el respeto debido a la vida privada, el decoro propio y otros motivos semejantes impiden a menudo el descender a ciertos pormenores y referir anécdotas que retratan al vivo al personaje a quien queremos denunciar, sucediendo a veces que con la misma reexaminación de los cargos, la destemplanza de las invectivas y la crueldad de las sátiras no le hacen, ni con mucho , el daño que se le podría hacer con la sencilla y sosegada exposición de algunos hechos particulares.

Los periodistas tarifados y los opinadores de oficio distinguen casi siempre entre la persona privada y la persona pública; esto es muy bueno en la mayor parte de los casos, (pero en el caso Chávez lo obvian) porque de otra suerte la polémica periodística, ya demasiado agria y virulenta, se convierte en un lodazal donde se revuelven inmundicias intolerables; pero esto no quita que la vida privada de una persona no sirva muy bien para conjeturar sobre su conducta en los destinos públicos.

La persona de mala fe de la oposición, sin convicciones de ninguna clase, sin moral, ¿creéis que será consecuente en los principios políticos que aparenta profesar, y que en sus palabras y promesas puede descansar tranquilo el Gobierno que se valga de sus servicios? El epicúreo por sistema, que insultaba sin pudor ni decoro al pueblo, llamándolo tierrúo, mal oliente, borracho y pata en el suelo, ¿creéis que renunciará a su libertinaje cuando se vea elevado a la magistratura y que de su corrupción y procacidad nada tendrán que temer la inocencia y la fortuna de los buenos, nada que esperar la injusticia de los malos? Y nada de esto dicen los medios de difusión mediática, nada pueden decir, aunque les conste a los periodistas y opinadores de oficio tarifados sin género de dudas.

En política no es verdad que los medios privados lo dicen todo sobre el Gobierno y los beneficios que este está efectuando y las obras que ejecuta. ¿Quién ignora cuánto distan, por lo común, las opiniones que se manifiestan en amistosa conversación de lo que se expresa públicamente? Cuando se declara en público hay siempre algunas formalidades que cubrir y muchas consideraciones que guardar, y muchos intereses que defender; (la oligarquía) no pocos dicen lo contrario de lo que piensan, y hasta los más rígidos en materia de veracidad se hallan a veces precisados, ya que no a decir lo que piensan, al menos a decir menos de lo que piensan. Conviene no olvidar estas advertencias, si se quiere algo más en política de lo que anda por el país como moneda falsa de muchos reconocida, pero recíprocamente aceptada, sin que por esto se equivoque por su peso y ley.

No siempre podemos adquirir por nosotros mismos el conocimiento de la noticia, y entonces nos es preciso valernos del testimonio ajeno. Para que éste no nos induzca a error son necesarias dos condiciones: primera, que la fuente sea veraz; segunda, que no nos quiera engañar (los periodistas). Es evidente que faltando cualquiera de estos dos extremos su información no sirve para encontrar la verdad. Poco nos importa que quien habla la conozca si sus palabras nos expresan el error, la veracidad y buena fe tampoco nos aprovechan si quien las posee nos quiere manipular. A medida que se han generalizado los conocimientos con el desarrollo de los medios de comunicación, se ha podido creer que el indicado fenómeno había desaparecido; pero no es así, lo que ha hecho ha sido modificarse.

¡Alerta Pueblo, cuidado con estos medios manipuladores, pillos redomados, delincuentes degenerados y fascistas desquiciados!

Salud Camaradas.

Hasta la Victoria Siempre.

Patria. Socialismo o Muerte.

¡Venceremos!

MEDIOS DE COMUNICACIÓN O DIFUSIÓN MEDIÁTICA

No se puede creer, con respecto a los países donde está en vigor la libertad de prensa, es muy difícil encontrar la verdad, porque teniendo todo linaje de intereses y opiniones, algún medio que les sirve de órgano, los unos desvanecen los errores de los otros, brotando del cotejo la luz de la verdad. Entre todos lo saben todo y lo dicen todo; no se necesita más que paciencia en leer, ver y oír, cuidado en comparar, tino en discernir y prudencia en juzgar. Así discurren algunos. Yo creo que todo esto es pura ilusión, y lo primero que asiento es que, ni con respecto a las personas ni a las cosas, los medios de difusión mediática no lo dicen todo, ni con mucho, ni aún aquello que saben bien los directores de esos medios, hasta en los países más libres.

Estamos presenciando a cada paso que los partidarios de lo que se llama una notabilidad la ensalzan con la verdad y elogios; mientras sus adversarios (caso Chávez) le regalan a manos llenas los dictados de ignorante, estúpido, inhumano, sanguinario, traidor, monstruo y otras lindezas por el estilo. El saber, los talentos, la honradez, la amabilidad, la generosidad y otras cualidades que le atribuían al héroe los partidarios de su devoción quedan en verdad algo deterioradas con los cumplimientos de sus detractores; pero al fin, ¿qué sacamos en limpio de esta baraúnda? ¿Qué pensaran en el extranjero que han de decidirse por uno de los extremos o adoptar un justo medio a manera de árbitro? El resultado es andar a tientas y verse obligado o a suspender el juicio o a caer en crasos errores. La carrera pública del ciudadano en cuestión no siempre está señalada por actos bien caracterizados, y, además, lo que haya en ellos de bueno o malo no siempre es bien claro si debe atribuirse a él o a sus subalternos.

Lo curioso es que, a veces, entre tanta contienda, la opinión pública en ciertos círculos, informativos y en el país, está fijada sobre el personaje; de suerte que no parece sino que se miente de común acuerdo. En efecto; hablad con las personas que no carecen de noticias; quizá con los mismos que le han declarado la más cruda guerra; ojala dicen que nos hubiese escuchado a nosotros, nos hubiera servido mucho y habría representado un papel brillante. “¿Veis a esa persona tan honrada, tan inteligente, tan activa y enérgica, que, al decir de ciertos medios de difusión, él, y sólo él, puede apartar la patria del borde del abismo? Se le culpa de impuros manejos; en el Banco A tiene puestos tales fondos, y ahora va hacer otro tanto en el Banco B. En verdad que roba de manera escandalosa; pero, mire usted, esto es tan común..., y, además, ¿No sabe usted la historia de esa persona? Pues yo le voy a contar a usted su vida y milagros...” Y se nos refieren sus aventuras, sus altos y bajos, y sus maldades o miserias, o necedades, y desde entonces ya no padecéis ilusiones y juzgáis en adelante con seguridad y acierto.

Estas proporciones no las disfrutan por lo común en los países extranjeros, ni los nacionales que se contentan con la información de los medios de difusión, (caso Globovisión) y así, creyendo que la comparación de los de opuestas opiniones les aclara suficientemente la verdad, se forman los más equivocados conceptos sobre las personas y las cosas.

Los medios de difusión mediática, para no indisponerse con determinados círculos de sus partidarios, exigen el respeto debido a la vida privada, el decoro propio y otros motivos semejantes impiden a menudo el descender a ciertos pormenores y referir anécdotas que retratan al vivo al personaje a quien queremos denunciar, sucediendo a veces que con la misma reexaminación de los cargos, la destemplanza de las invectivas y la crueldad de las sátiras no le hacen, ni con mucho , el daño que se le podría hacer con la sencilla y sosegada exposición de algunos hechos particulares.

Los periodistas tarifados y los opinadores de oficio distinguen casi siempre entre la persona privada y la persona pública; esto es muy bueno en la mayor parte de los casos, (pero en el caso Chávez lo obvian) porque de otra suerte la polémica periodística, ya demasiado agria y virulenta, se convierte en un lodazal donde se revuelven inmundicias intolerables; pero esto no quita que la vida privada de una persona no sirva muy bien para conjeturar sobre su conducta en los destinos públicos.

La persona de mala fe de la oposición, sin convicciones de ninguna clase, sin moral, ¿creéis que será consecuente en los principios políticos que aparenta profesar, y que en sus palabras y promesas puede descansar tranquilo el Gobierno que se valga de sus servicios? El epicúreo por sistema, que insultaba sin pudor ni decoro al pueblo, llamándolo tierrúo, mal oliente, borracho y pata en el suelo, ¿creéis que renunciará a su libertinaje cuando se vea elevado a la magistratura y que de su corrupción y procacidad nada tendrán que temer la inocencia y la fortuna de los buenos, nada que esperar la injusticia de los malos? Y nada de esto dicen los medios de difusión mediática, nada pueden decir, aunque les conste a los periodistas y opinadores de oficio tarifados sin género de dudas.

En política no es verdad que los medios privados lo dicen todo sobre el Gobierno y los beneficios que este está efectuando y las obras que ejecuta. ¿Quién ignora cuánto distan, por lo común, las opiniones que se manifiestan en amistosa conversación de lo que se expresa públicamente? Cuando se declara en público hay siempre algunas formalidades que cubrir y muchas consideraciones que guardar, y muchos intereses que defender; (la oligarquía) no pocos dicen lo contrario de lo que piensan, y hasta los más rígidos en materia de veracidad se hallan a veces precisados, ya que no a decir lo que piensan, al menos a decir menos de lo que piensan. Conviene no olvidar estas advertencias, si se quiere algo más en política de lo que anda por el país como moneda falsa de muchos reconocida, pero recíprocamente aceptada, sin que por esto se equivoque por su peso y ley.

No siempre podemos adquirir por nosotros mismos el conocimiento de la noticia, y entonces nos es preciso valernos del testimonio ajeno. Para que éste no nos induzca a error son necesarias dos condiciones: primera, que la fuente sea veraz; segunda, que no nos quiera engañar (los periodistas). Es evidente que faltando cualquiera de estos dos extremos su información no sirve para encontrar la verdad. Poco nos importa que quien habla la conozca si sus palabras nos expresan el error, la veracidad y buena fe tampoco nos aprovechan si quien las posee nos quiere manipular. A medida que se han generalizado los conocimientos con el desarrollo de los medios de comunicación, se ha podido creer que el indicado fenómeno había desaparecido; pero no es así, lo que ha hecho ha sido modificarse.

¡Alerta Pueblo, cuidado con estos medios manipuladores, pillos redomados, delincuentes degenerados y fascistas desquiciados!

Salud Camaradas.

Hasta la Victoria Siempre.

Patria. Socialismo o Muerte.

¡Venceremos!

MEDIOS DE COMUNICACIÓN O DIFUSIÓN MEDIÁTICA

No se puede creer, con respecto a los países donde está en vigor la libertad de prensa, es muy difícil encontrar la verdad, porque teniendo todo linaje de intereses y opiniones, algún medio que les sirve de órgano, los unos desvanecen los errores de los otros, brotando del cotejo la luz de la verdad. Entre todos lo saben todo y lo dicen todo; no se necesita más que paciencia en leer, ver y oír, cuidado en comparar, tino en discernir y prudencia en juzgar. Así discurren algunos. Yo creo que todo esto es pura ilusión, y lo primero que asiento es que, ni con respecto a las personas ni a las cosas, los medios de difusión mediática no lo dicen todo, ni con mucho, ni aún aquello que saben bien los directores de esos medios, hasta en los países más libres.

Estamos presenciando a cada paso que los partidarios de lo que se llama una notabilidad la ensalzan con la verdad y elogios; mientras sus adversarios (caso Chávez) le regalan a manos llenas los dictados de ignorante, estúpido, inhumano, sanguinario, traidor, monstruo y otras lindezas por el estilo. El saber, los talentos, la honradez, la amabilidad, la generosidad y otras cualidades que le atribuían al héroe los partidarios de su devoción quedan en verdad algo deterioradas con los cumplimientos de sus detractores; pero al fin, ¿qué sacamos en limpio de esta baraúnda? ¿Qué pensaran en el extranjero que han de decidirse por uno de los extremos o adoptar un justo medio a manera de árbitro? El resultado es andar a tientas y verse obligado o a suspender el juicio o a caer en crasos errores. La carrera pública del ciudadano en cuestión no siempre está señalada por actos bien caracterizados, y, además, lo que haya en ellos de bueno o malo no siempre es bien claro si debe atribuirse a él o a sus subalternos.

Lo curioso es que, a veces, entre tanta contienda, la opinión pública en ciertos círculos, informativos y en el país, está fijada sobre el personaje; de suerte que no parece sino que se miente de común acuerdo. En efecto; hablad con las personas que no carecen de noticias; quizá con los mismos que le han declarado la más cruda guerra; ojala dicen que nos hubiese escuchado a nosotros, nos hubiera servido mucho y habría representado un papel brillante. “¿Veis a esa persona tan honrada, tan inteligente, tan activa y enérgica, que, al decir de ciertos medios de difusión, él, y sólo él, puede apartar la patria del borde del abismo? Se le culpa de impuros manejos; en el Banco A tiene puestos tales fondos, y ahora va hacer otro tanto en el Banco B. En verdad que roba de manera escandalosa; pero, mire usted, esto es tan común..., y, además, ¿No sabe usted la historia de esa persona? Pues yo le voy a contar a usted su vida y milagros...” Y se nos refieren sus aventuras, sus altos y bajos, y sus maldades o miserias, o necedades, y desde entonces ya no padecéis ilusiones y juzgáis en adelante con seguridad y acierto.

Estas proporciones no las disfrutan por lo común en los países extranjeros, ni los nacionales que se contentan con la información de los medios de difusión, (caso Globovisión) y así, creyendo que la comparación de los de opuestas opiniones les aclara suficientemente la verdad, se forman los más equivocados conceptos sobre las personas y las cosas.

Los medios de difusión mediática, para no indisponerse con determinados círculos de sus partidarios, exigen el respeto debido a la vida privada, el decoro propio y otros motivos semejantes impiden a menudo el descender a ciertos pormenores y referir anécdotas que retratan al vivo al personaje a quien queremos denunciar, sucediendo a veces que con la misma reexaminación de los cargos, la destemplanza de las invectivas y la crueldad de las sátiras no le hacen, ni con mucho , el daño que se le podría hacer con la sencilla y sosegada exposición de algunos hechos particulares.

Los periodistas tarifados y los opinadores de oficio distinguen casi siempre entre la persona privada y la persona pública; esto es muy bueno en la mayor parte de los casos, (pero en el caso Chávez lo obvian) porque de otra suerte la polémica periodística, ya demasiado agria y virulenta, se convierte en un lodazal donde se revuelven inmundicias intolerables; pero esto no quita que la vida privada de una persona no sirva muy bien para conjeturar sobre su conducta en los destinos públicos.

La persona de mala fe de la oposición, sin convicciones de ninguna clase, sin moral, ¿creéis que será consecuente en los principios políticos que aparenta profesar, y que en sus palabras y promesas puede descansar tranquilo el Gobierno que se valga de sus servicios? El epicúreo por sistema, que insultaba sin pudor ni decoro al pueblo, llamándolo tierrúo, mal oliente, borracho y pata en el suelo, ¿creéis que renunciará a su libertinaje cuando se vea elevado a la magistratura y que de su corrupción y procacidad nada tendrán que temer la inocencia y la fortuna de los buenos, nada que esperar la injusticia de los malos? Y nada de esto dicen los medios de difusión mediática, nada pueden decir, aunque les conste a los periodistas y opinadores de oficio tarifados sin género de dudas.

En política no es verdad que los medios privados lo dicen todo sobre el Gobierno y los beneficios que este está efectuando y las obras que ejecuta. ¿Quién ignora cuánto distan, por lo común, las opiniones que se manifiestan en amistosa conversación de lo que se expresa públicamente? Cuando se declara en público hay siempre algunas formalidades que cubrir y muchas consideraciones que guardar, y muchos intereses que defender; (la oligarquía) no pocos dicen lo contrario de lo que piensan, y hasta los más rígidos en materia de veracidad se hallan a veces precisados, ya que no a decir lo que piensan, al menos a decir menos de lo que piensan. Conviene no olvidar estas advertencias, si se quiere algo más en política de lo que anda por el país como moneda falsa de muchos reconocida, pero recíprocamente aceptada, sin que por esto se equivoque por su peso y ley.

No siempre podemos adquirir por nosotros mismos el conocimiento de la noticia, y entonces nos es preciso valernos del testimonio ajeno. Para que éste no nos induzca a error son necesarias dos condiciones: primera, que la fuente sea veraz; segunda, que no nos quiera engañar (los periodistas). Es evidente que faltando cualquiera de estos dos extremos su información no sirve para encontrar la verdad. Poco nos importa que quien habla la conozca si sus palabras nos expresan el error, la veracidad y buena fe tampoco nos aprovechan si quien las posee nos quiere manipular. A medida que se han generalizado los conocimientos con el desarrollo de los medios de comunicación, se ha podido creer que el indicado fenómeno había desaparecido; pero no es así, lo que ha hecho ha sido modificarse.

¡Alerta Pueblo, cuidado con estos medios manipuladores, pillos redomados, delincuentes degenerados y fascistas desquiciados!

Salud Camaradas.

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Manuel Taibo


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