El 2 de diciembre como producto de una experiencia espeluznante de manipulación

Pareciera cierto que en la ciudad (llamémosla así evocando incluso uno de los pilares espirituales de la Reforma frustrada por ahora), el habla social pareciera ser tan pobre como el habla de los amantes, y puede que hasta más aún, porque en la ciudad de hoy, ni los hombres ni las mujeres se abrazan.

Pero el amor que se ha certificado y que mantiénese evidente entre Chávez y el pueblo, está no sólo colmado de abrazos, sino asimismo de habla, de mucho hablar entrañable, apasionado por parte de él, que logra alcanzar eco proporcional o mayor (sea por eso tal vez que sus enemigos -no adversarios- más enconados se empeñen en llamarlo dictador; dictador del estrujón, de la caricia en este caso, como alguien en el suyo denominara, al varias veces reelecto presidente Roosevelt, “dictador de la sonrisa”) pero donde de pronto pudiera haber una avería, un azar, valgan, en el entender, en un entender que no sólo está presto en nosotros para recibir el habla revolucionaria de Chávez, sino para el de otros que nos han hablado y aún nos hablan en nombre también del “amor”, pero con un lenguaje alusivo que abrevian en los anuncios publicitarios, muy bien aceptados por nuestras voluntades condicionadas, coartadas para ello durante tantos años, sobre todo de RCTV y Venevisión con sus telenovelas distorsionadoras de la realidad, así como con sus necios programas dizque concebidos para nuestra “sana” diversión, amén de sus propagandas y noticieros con sus respectivos narradores o narradoras, que se irían convirtiendo en nosotros, a través del paso fraguador del tiempo, en verdaderos símbolos de la única verdad posible en todo el discurrir de este perro mundo. Así entonces, que cuando uno se encuentra ante un televisor o una cuartilla “convincente”, pudiera entrar en duda ante su mensaje si acaso no tuviera conciencia plena y clara de la materia de que trata, o de la naturaleza mendaz, tramposa de su emisor. Pero cuando la conciencia hállase además expropiada por el que nos las ha manejado durante harto tiempo, la duda por tanto tiende a retraernos, a inhibirnos; y, nos llega hasta intimidar tanto, que entonces también alcanza tullirnos, lisiarnos.

Fue así como el espot de la carnicería (que ha debido retirarse tan pronto apareciera por manejar una macabra mentira), elaborado con la técnica publicitaria experimentada con la venta de otras mercancías, a través de tantos años estudiando la naturaleza de nuestra atención como usuarios y usuarias desde las más tiernas edades, haría mella en el entender del habla de Chávez, que, seguro no resultó antídoto general y suficiente para neutralizar y eliminar el veneno del capitalismo inoculado tan a paso de león durante tanto tiempo en nosotros por sus más eficientes guerreros (como resultan sus medios de comunicación) mediante el estímulo del consumismo y la idolatría por una supuesta propiedad privada que, para sobra y aflicción, llega a materializarse en los más desfavorecidos de nosotros sólo a través de la adquisición de un celular, por ejemplo, que por efecto mismo de la manipulación sentimos que nos comienza a poner ya en el camino de una riqueza que nos haría por tanto vernos como unos pequeños burgueses del carajo en el escenario de una particular fantasía que también nos indujeran esos medios mismos (y sin que nos diéramos cuenta, por supuesto). Y es por ello que los medios resultan los verdaderos opositores de la Revolución, porque ellos van al inconciente de nosotros que está esperando allí agazapado, latente y palpitante su mensaje conteniendo su razón conciente, disparada a nuestra razón inconciente, lo que no alcanzaría realizar nunca la voz de sus politicastros, sobre todo por estar tan desprestigiados todos ellos por su acción y por los resultados devastadores en el país de esa misma trágica acción suya.

Algunos hablan de que eso obedece a que la Revolución carece de una “política comunicacional”, sin expresar en qué consiste o debiera consistir al menos esa determinada “política comunicacional” inexistente. El pueblo sabe que la Revolución le da muchas cosas buenas para su inherente beneficio, y siendo así, ¿por qué habría que decírselo tantas veces? salvo que fuera a través de las noticias y de la expresión siempre pedagógica de la opinión. De esa malformación conceptual de las cosas, pienso pues que sale eso de que hasta en las patrullas policiales un alcalde cualquiera –que ni siquiera pudiera ser revolucionario, sino que con ello aparentara serlo con simplicidad escalofriante- se imprima una propaganda bien bonita que dijera que esa patrulla es de él y de Chávez; que él anda dentro de ella combatiendo de forma denodada (“con Chávez”) el delito cuando en verdad donde hállase siempre es en la mullida silla de su escritorio fumándose un tabaco con aire acondicionado esperando a la vez algún negocito por allí que lo haga feliz y que la gente piensa también que es “con Chávez” el negocito, quien termina pagando entonces, y por desgracia, las sospechas o las certezas en los momentos cruciales, como este del 2 de diciembre, aun sabiendo cada quien en el fondo de su alma que no es así... Y eso de ese alcalde bien sabemos que es de manipulador, de bellaco público… (La gente en el mundo piensa que los más crecientes corruptos son los políticos, cuando en verdad -en algo- lo superan los policías). Entonces, ¿es política comunicacional hacer eso para gritarle al pueblo que se es revolucionario como Chávez? ¿Acaso se cree que el pueblo es pendejo? Entiéndase que el pueblo, o habla con la violencia desesperada, o con los votos… La Revolución lo que debe buscar es que llegue el pueblo a expresarse con un hablar acertado y amoroso en sus legítimos reclamos, y que por tanto deban ser oídos; en todo caso, con atención y solidaridad revolucionarias, y no de burócratas amaestrados o amaestradas…

Pero, ¿y sería lo único eso?

Para nada. También influyeron otras cosas que se han venido acumulando para cierto desprestigio de la acción de gobierno a todos sus niveles, que hicieran que en la Cuarta la gente se resignara y que, en la Quinta admite, pero no sin dejar de pensar que es la misma vaina, lo cual estimula -o al menos hace mantener- el escepticismo que nos ha caracterizado desde siempre en relación a los burócratas y sus consabidas depredaciones. Es cierto que los escuálidos, en los diversos estamentos de la administración pública nacional, estadal o municipal, actúan con su incapacidad de siempre, agravada por la mala intención política y que, de alguna manera, alcanzan hacerlo con impunidad sin que los chavistas tratemos de neutralizarlos en sus malintencionadas acciones u omisiones. Pero es que los que se dicen chavistas lo hacen con los mismos vicios, lo cual convierte la situación en algo más irritante por aquello de las expectativas que se crean con la Revolución, que, de no llenarse de manera evidente, tiende a enervar el entusiasmo en relación con lo que se cacarea. En esta situación lo que se pone de manifiesto de inmediato es la ausencia de supervisión por parte de los jefes que no salen a los espacios respectivos, a las salas, a preguntarle a la gente siquiera durante 15 minutos diarios, cómo ven el servicio que allí se presta; para oír la voz de los usuarios y usuarias pues, que es lo que debe hacer todo servidor revolucionario y no quedarse dentro de su despacho enfriado con su propia actitud y por el acondicionador de aire o quejarse o huirle a su lógica queja esperando que sea el encanto de Chávez quien apacigüe siempre -y luego- los ánimos caldeados de manera silente. Eso es de chulo o de chula político, coño, y lo peor es que el pueblo no se lo reclama (como debiera hacerlo) al funcionario o funcionaria de que se trate, sino que espera una oportunidad tan crucial como la del 2 de diciembre para cobrárselo a Chávez, el más pendejo. Henos entonces frente una anomalía de la razón. De allí su reclamo (el de Chávez) de querer revolucionarios de verdad y no de pacotilla, a los que hay que señalar, desentrañar para recriminarlos y llamarlos al orden y que, si insistieran en su actitud, desecharlos entonces sin más remedio. Y eso debe ser función del PSUV y de los instrumentos que sean capaces de parir ideas revolucionarias para mejorar siempre las cosas y no para agravarlas, y, para colmo, ya con su propia burocracia… Fijémonos en la tarea que hay por delante. Pero, como el PSUV no existe aún como realidad politico-revolucionaria tangible, sino más bien como un boceto aluvial anti estético, entonces no pudo ayudar a Chávez a nada, por cuando no tiene cuadros intermedios de dirigentes bien formados para llevar a la puerta de todos sus militantes y de quienes no lo sean la claridad del mensaje contenido en la Reforma, desvirtuado hasta más no poder, como sabemos, por las mentiras monstruosas de las propagandas anidadas de antemano como amebas en el inclusive inconciente colectivo revolucionario. Por eso es que ninguno de los partidos del proceso es hábil para crear hoy conciencia revolucionaria. Sólo el PSUV podría hacerlo, y en verdad para cuando se organice, de manera tal que alcanzara formar esos cuadros bajos e intermedios que explicaran con claridad y honestidad de convicción las cosas y las razones esenciales del Socialismo del siglo XXI, que tiene mucho de nuestra ideología originaria como pueblo indoamericano, como pueblo bolivariano, como pueblo zamorano y sobre todo como pueblo robinsoniano, pero sin desdeñar desde luego de las grandes concepciones teóricas de los demás socialistas del mundo. Eso requiere de una abundante cultura política que hay que alcanzar para lograr republicanos, y no simples vasallos del poder.

Sospecho pues que, una misión que debe anteponer todo revolucionario o revolucionaria, es explorar su inconciente hasta donde pueda para poder comenzar a librarse poco a poco de su automatismo y, en consecuencia, ir aguzando su sentido crítico y autocrítico.

crigarti@cantv.net


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Raúl Betancourt López


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