La locura digital y la narrativa de la invasión a Venezuela

Las redes sociales han dejado de ser simples plataformas de interacción para convertirse en laboratorios de manipulación política. Hoy asistimos a una verdadera locura digital donde la mentira se fabrica, se repite y se convierte en verdad a través de algoritmos y propaganda.

En este terreno fértil de confusión, se está posicionando un discurso sumamente peligroso: la idea de invadir a Venezuela. Las redes sociales nos ayudan a creer lo que queremos creer, ver lo que queremos ver, nos ayudan a aceptar nuestras mentiras y la hacen verdad.

Este fenómeno no es un debate serio ni un análisis geopolítico responsable, sino una narrativa sembrada desde lo que se ha llamado "tecnofeudalismo", un sistema en el que las grandes corporaciones tecnológicas deciden qué circula y qué se invisibiliza. La gravedad de esto radica en que el ruido digital se aprovecha de las vulnerabilidades emocionales de millones de usuarios, quienes, al sentirse aislados, encuentran en la pantalla un eco para sus miedos y deseos. En este entorno, cualquier barbaridad puede volverse aceptable si está envuelta en la inmediatez de una "tendencia".

La soledad moderna, exacerbada por el aislamiento físico y la fragmentación social, convierte a millones de individuos en presas fáciles de estas narrativas prefabricadas. Cuando alguien se encuentra emocionalmente vulnerable, las redes sociales no ofrecen conexión genuina, sino una ilusión de comunidad construida sobre mentiras compartidas.

La soledad contemporánea es el combustible que alimenta esta maquinaria. Cuando las personas carecen de vínculos sociales sólidos y espacios de diálogo genuino, las redes sociales llenan ese vacío con comunidades artificiales unidas por el odio, el miedo o la indignación. Es más fácil sentirse parte de algo cuando se comparte un enemigo común que cuando se debe construir una comunidad basada en valores positivos.

Las personas solitarias se vuelven adictas a la validación que obtienen al compartir contenido que genera reacciones, sin importar si es verdadero o falso. La mentira bien empaquetada y emocionalmente resonante siempre vencerá a la verdad compleja y matizada en el ecosistema de las redes sociales.

La locura es total: cuentas anónimas, ejércitos de bots y opinadores que se disfrazan de ciudadanos comunes repiten la misma idea "hay que invadir Venezuela" hasta que deja de sonar absurda. El objetivo es naturalizar lo inaceptable, legitimar lo ilegítimo y preparar el terreno para justificar una agresión contra la soberanía nacional. Lo que debería ser un disparate se convierte en un tema de conversación global gracias a una maquinaria digital que impone sus propios intereses.

Estamos frente a una ofensiva comunicacional que no tiene nada de espontánea. Detrás de esta narrativa hay financiamiento, planificación y objetivos concretos: debilitar la moral de un pueblo, sembrar la duda, erosionar la unidad y preparar la opinión pública internacional para que acepte una intervención militar como algo "necesario". Es una forma de guerra moderna, no con balas, sino con hashtags; no con tanques, sino con algoritmos.

Esta dinámica tiene consecuencias devastadoras para la democracia y la convivencia social. Cuando sectores significativos de la población viven en realidades paralelas construidas algorítmicamente, el diálogo democrático se vuelve imposible. No se puede debatir con alguien que habita un universo informativo completamente diferente.

En el caso específico de las narrativas belicistas sobre Venezuela, vemos cómo la desinformación digital puede ser utilizada para preparar psicológicamente a la población para conflictos reales. La historia está llena de ejemplos donde las guerras fueron precedidas por campañas de propaganda que deshumanizaron al "enemigo" y normalizaron la violencia.

El tecnofeudalismo global utiliza nuestra propia soledad y fragilidad para moldear lo que pensamos. Y lo hace con un cinismo brutal: las mismas plataformas que prometieron conectar al mundo, ahora se usan para aislar a los pueblos de su propia verdad y empujarlos hacia narrativas prefabricadas, como la de la invasión.

Frente a esta situación, la denuncia debe ser clara: lo que se está intentando imponer desde las redes sociales no es un debate, sino una estrategia de guerra psicológica. El pueblo venezolano, que ya ha resistido intentos de golpes, sanciones y bloqueos, no puede subestimar esta nueva forma de agresión. La defensa de la soberanía empieza por desenmascarar la mentira digital y no permitir que la locura de las redes sociales dicte el destino de la nación.

En la era del tecnofeudalismo digital, presenciamos un fenómeno sin precedentes: la construcción algorítmica de realidades paralelas que se imponen con la fuerza de verdades absolutas. Las redes sociales han evolucionado de simples plataformas de conexión social a sofisticadas máquinas de manipulación psicológica que explotan una vulnerabilidad humana primitiva: la necesidad de pertenencia y la huida de la soledad.

La locura de las redes sociales no es un efecto secundario indeseado, sino una característica intrínseca de un modelo de negocio que monetiza la atención y la polarización. Mientras las plataformas sigan obteniendo mayores ganancias manteniendo a los usuarios en un estado de agitación emocional, seguiremos viendo la proliferación de narrativas extremas y divisionistas.

Recuperar la cordura digital implica reconocer que no somos usuarios de estas plataformas, sino su producto. Nuestros datos, atención y comportamiento son la mercancía que se vende a anunciantes y actores políticos que buscan influir en nuestras decisiones. La resistencia a este tecnofeudalismo digital requiere tanto esfuerzos individuales como colectivos para construir alternativas basadas en el diálogo genuino y la información verificada. Solo así podremos escapar de esta espiral de locura digital que amenaza con llevarnos a conflictos reales con consecuencias irreversibles.

 

NO HAY NADA MÁS EXCLUYENTE QUE SER POBRE

 



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Ricardo Abud

Estudios de Pre, Post-Grado. URSS. Ing. Agrónomo, Universidad Patricio Lumumba, Moscú. Estudios en Union County College, NJ, USA.

 chamosaurio@gmail.com

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