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La propaganda política no es simplemente la difusión de mentiras o información errónea; es, en su esencia, una ciencia social precisa cuya principal meta es la manipulación de la opinión pública y el comportamiento colectivo, eludiendo intencionadamente el diálogo racional. Esta disciplina, históricamente arraigada en profundos conocimientos de la psicología humana, se enfoca en influir en las dimensiones irracionales de la mente, específicamente en el subconsciente y los instintos gregarios de las personas.
En el contexto geopolítico actual, el término "propaganda" ha sido, paradójicamente, objeto de su propia manipulación. Se utiliza con creciente frecuencia como un arma retórica para desacreditar, censurar y "cancelar" a aquellos que sostienen opiniones disidentes. Este uso polémico es, en sí mismo, una táctica propagandística, ya que el verdadero antídoto contra la propaganda es el debate racional abierto y el intercambio libre de argumentos, no la supresión discursiva de las voces contrarias. Para comprender a cabalidad su impacto, es crucial despojar al concepto de su uso peyorativo superficial y analizar la metodología científica que subyace a la propagación de ideas políticas y la ingeniería del consentimiento.
El marco conceptual de la propaganda moderna tiene sus raíces en los estudios pioneros de Sigmund Freud (1856-1939) sobre la psicología de masas. Freud reconoció un principio fundamental: aunque el individuo posee la capacidad de ser una entidad racional y moralmente contenida, su ingreso a un entorno grupal transforma su comportamiento. En la psicología de grupos, el individuo tiende a perder su sentido de individualidad, volviéndose más emocional, impulsivo y, crucialmente, fácilmente persuadido.
Esta transformación implica la supresión del pensamiento racional y de la contención moral. El instinto gregario o instinto tribal—la necesidad intrínseca de adaptación al grupo para asegurar un sentido de pertenencia y seguridad—se convierte en el motor dominante de la acción.
Los seres humanos, por su naturaleza social y su evolución histórica en comunidades, poseen un instinto poderoso de alineación con el colectivo (familia, nación, comunidad). Este impulso supera con creces las consideraciones lógicas o la facultad crítica, es lo que se conoce como Instinto de Adaptación.
Freud sostenía que el grupo carece de una verdadera facultad crítica. Las acciones que un individuo racional jamás consideraría por sí mismo (debido a la moralidad o la lógica), se vuelven plausibles y hasta necesarias cuando el resto del grupo las ejecuta.
La clave de la propaganda reside en manipular esta psicología grupal inconsciente. Al apelar a los aspectos irracionales (emociones, miedos, deseos subconscientes) no es necesario convencer a la razón del individuo.
La literatura fundacional y la aplicación práctica de la ciencia de la propaganda política se deben en gran medida a Edward Bernays (1891-1995), sobrino de Sigmund Freud. Bernays tomó las conclusiones de su tío sobre la psicología de grupos y las aplicó sistemáticamente al ámbito de la comunicación masiva, sentando las bases de lo que él denominó la "ingeniería del consentimiento".
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Bernays fue pionero en la fusión de la propaganda política con las técnicas del marketing comercial. La propaganda política, vista desde su perspectiva, es esencialmente el marketing de ideas, sentimientos y políticas dirigidos al grupo social.
Bernays fue fundamental para persuadir al público estadounidense de la necesidad de entrar en la primera guerra mundial. Utilizó eslóganes emocionales que resonaban con los valores aspiracionales del grupo: "la guerra para acabar con todas las guerras" o "la guerra para hacer del mundo un lugar seguro para la democracia". En lugar de apelar a la realidad geopolítica, apeló a los más altos ideales (libertad, democracia) para justificar las acciones más oscuras (la guerra).
Poco después, Bernays aplicó esta lógica al consumo, diseñó la campaña "Antorchas de la Libertad" para la American Tobacco Company, vinculando el acto de fumar para las mujeres no con la necesidad de nicotina, sino con el símbolo de la emancipación y la feminidad moderna. La compra de un producto (un cigarrillo, un automóvil) se vende a través de la emoción, el estatus o la identidad grupal, no por su utilidad racional.
Bernays trasladó directamente estos principios a la esfera política. Contratado por la United Fruit Company (UFC), orquestó una campaña de desinformación masiva para lograr la intervención estadounidense en Guatemala. Transformó al presidente reformista, Jacobo Árbenz, un capitalista liberal que afectaba la rentabilidad de la UFC con leyes laborales, en un "comunista" que amenazaba la "libertad fundamental". Esta manipulación de la opinión pública estadounidense facilitó el derrocamiento del gobierno guatemalteco bajo la retórica de la "defensa de la libertad" y la lucha contra el comunismo, demostrando que el objetivo real (control de recursos) se disfraza con la apelación a los valores más nobles.
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La influencia de Bernays trasciende las democracias occidentales. El propio ministro de propaganda de la Alemania nazi, Joseph Goebbels, reconoció haber basado su propia estrategia de propaganda nazi en las ideas de Bernays. Esta misma literatura y estas técnicas han sido históricamente la base de la propaganda utilizada en diversos contextos geopolíticos, incluyendo las narrativas de organizaciones como la OTAN.
La necesidad de la propaganda política surge en un mundo cada vez más complejo. En la sociedad moderna, resulta poco realista esperar que la población, e incluso los líderes, puedan asimilar y analizar la inmensa cantidad de información económica, social y geopolítica disponible. Por ello, la mente humana recurre a heurísticas o atajos mentales para simplificar la toma de decisiones.
La propaganda aprovecha este mecanismo para imponer estereotipos y marcos binarios que eliminan la necesidad de un análisis fáctico profundo:
La División Interna (Endogrupo) vs. Externa (Exogrupo): El mecanismo más poderoso es la apelación a la psicología tribal. Se divide al mundo en "nosotros" (el grupo interno, los buenos, los democráticos, los promotores de la libertad) y "ellos" (el grupo externo, los oponentes, los autócratas, los terroristas, los malos).
La Irrelevancia de la Realidad Objetiva: Una vez que se acepta la premisa del estereotipo moral (un bando es intrínsecamente bueno y el otro es malo), los hechos objetivos—quién atacó primero, las causas históricas, el contexto—dejan de ser relevantes.
El ejemplo clásico de propaganda de los Estados Unidos: "nosotros" invadimos, es para "promover la libertad" y ayudar a la población invadida. Si "ellos" invaden, es para "esclavizar", "destruir la libertad" y "expandir el imperio". El marco del "bien contra el mal" justifica cualquier acción del endogrupo e incrimina cualquier acción del exogrupo.
Históricamente, este marco binario ha cambiado su revestimiento ideológico, pero no su estructura subyacente: En la antigüedad Civilizados vs. Bárbaros, durante la guerra fria: Capitalismo vs. Comunismo (Libertad vs. Esclavitud) y en la modernidad: Democracias Liberales vs. Autocracias.
Este enfoque simplifica en exceso y banaliza las complejidades de la seguridad y los conflictos globales. Al centrarse únicamente en la superioridad moral de "nuestros valores" y en las "intenciones beligerantes" de los adversarios, se elude la discusión sobre las preocupaciones de seguridad legítimas y en competencia de otros países, obstaculizando la búsqueda de soluciones pacíficas comunes.
Más allá de los marcos binarios, la propaganda utiliza tácticas discursivas que aprovechan los mecanismos del aprendizaje humano:
La Táctica de la Repetición (Confundir Familiaridad con Realidad): La mente humana tiende a confundir lo que es familiar con lo que es real. Si un eslogan o una narrativa (como "invasión no provocada" o "invasión a gran escala") se repite incesantemente en todos los medios y discursos políticos, con el tiempo adquiere la apariencia de una verdad autoevidente, independientemente de su precisión fáctica.
Ingeniería del Lenguaje y Relaciones Públicas (RRPP): La propia palabra "propaganda" fue objeto de propaganda. Tras la Primera Guerra Mundial, las connotaciones negativas asociadas a la propaganda alemana hicieron que el término fuera insostenible en Occidente. Bernays fue clave en el re-etiquetado estratégico de la profesión, acuñando el término "Relaciones Públicas" (RRPP). Esta es una táctica clave de disociación:
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Nosotros (El Grupo Bueno): Hacemos Relaciones Públicas. Si intervenimos en otros países, "fomentamos la democracia" o "trabajamos con la sociedad civil".
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Ellos (El Grupo Malo): Hacen Propaganda. Si ellos hacen lo mismo, es "Guerra Híbrida" o "Manipulación".
Se crean dos conjuntos de lenguaje para asegurar que el endogrupo esté exento de la crítica moral que aplica constantemente al exogrupo, evitando así cualquier comparación ética entre ambos.
Walter Lippmann (1889-1974), otra figura seminal en el desarrollo de la literatura sobre propaganda, analizó profundamente el papel de esta ciencia en la democracia. Curiosamente, tanto Lippmann como Bernays reconocieron que las democracias son, en realidad, más dependientes de la propaganda que las autocracias.
En una democracia, la soberanía reside en el pueblo, lo que significa que el control de la multitud y la gestión de la opinión pública se vuelven tareas de máxima importancia para la élite gobernante. Una autocracia, que no rinde cuentas al voto popular, tiene menos necesidad de invertir en la persuasión masiva.
Lippmann, sin embargo, cambió su postura sobre los beneficios de la propaganda debido a su impacto en la consecución de la paz.
La propaganda es excepcionalmente eficaz para movilizar el apoyo público para un conflicto. Al enmarcar la guerra como una lucha entre la libertad y la esclavitud (o el bien contra el mal), se apela a los más altos valores y se facilita el reclutamiento del consentimiento.
El problema surge cuando se necesita alcanzar una paz viable. Lippmann se preguntó: "¿Cómo se puede llegar a un compromiso con el mal?" Si se ha convencido al público de que el adversario es la encarnación del mal absoluto, cualquier intento de negociación, concesión o solución pacífica con ese "mal" se vuelve políticamente imposible.
La propaganda belicista, si bien es una herramienta poderosa para iniciar y sostener una guerra (como en el caso de la I Guerra Mundial o conflictos contemporáneos), se convierte en un obstáculo insalvable cuando la necesidad de una solución negociada se hace evidente, dejando a las naciones atrapadas en narrativas inflexibles de confrontación total.
La ciencia de la propaganda política opera a un nivel mucho más sofisticado que la simple mentira; es una ingeniería social que explota el instinto colectivo en la era de la complejidad. Desde los estudios fundacionales de Freud hasta la aplicación práctica de Bernays y la crítica de Lippmann, queda claro que su objetivo es la gestión de las masas mediante la apelación a lo irracional, la imposición de estereotipos binarios y la simplificación radical de la realidad.
La psicología de masas—el estudio de cómo la conducta y el pensamiento individual se alteran dentro de un grupo, haciéndolo más emocional, sugestionable e irracional—sigue siendo el pilar fundamental de la propaganda política contemporánea y el marketing político. En la era digital, la aplicación de estos principios se ha intensificado y diversificado mediante el uso de la tecnología y el análisis de datos.
La política moderna utiliza los siguientes mecanismos para movilizar y controlar al público, apelando directamente a los instintos irracionales del grupo:
Las plataformas de redes sociales (Facebook, X, TikTok) y los medios de comunicación por cable han creado "cámaras de eco" o "burbujas de filtro". Estos entornos digitales refuerzan el instinto gregario de la siguiente manera:
Refuerzo de Sesgo: Los algoritmos priorizan el contenido que el usuario ya está predispuesto a aceptar. Esto alimenta la tendencia del grupo a la adaptación, haciendo que las opiniones internas se radicalicen sin ser expuestas a argumentos racionales contrarios.
División Rígida: Se fomenta la polarización afectiva, donde la hostilidad hacia el "grupo externo" (ellos) es más fuerte que la cohesión interna. La identidad política se basa en el odio mutuo, activando el instinto tribal de supervivencia (nosotros vs. ellos) y anulando la empatía o el pensamiento crítico.
Tal como Edward Bernays vendió cigarrillos como "antorchas de la libertad", la política actual vende ideologías y candidatos apelando al estatus, la moralidad y la identidad del votante, no a su racionalidad económica o programática:
Valores Superiores: La retórica política se enmarca constantemente en términos de salvación moral o lucha existencial (Ej: "Defensores de la democracia", "Patriotas contra la tiranía"). Esto activa la parte más noble de la naturaleza humana para justificar acciones que, en un análisis racional, podrían ser egoístas, destructivas o simplemente ineficientes.
Venta de Sentimiento: Se apela al miedo, la indignación, la inseguridad o la nostalgia. Estos sentimientos son irracionales y contagiosos en un grupo, facilitando la movilización masiva (ej: el miedo al "otro" o a la pérdida de una identidad nacional).
La era digital permite una aplicación de la psicología de masas mucho más precisa que nunca. En lugar de un mensaje único para la nación, se utilizan datos masivos (Big Data) y técnicas de psicometría (como el modelo OCEAN de rasgos de personalidad) para adaptar los mensajes a los subgrupos más vulnerables.
Los mensajes se crean para explotar las inseguridades y los prejuicios específicos de pequeños grupos demográficos. Aunque el individuo recibe el mensaje de forma aislada (en su teléfono), el efecto es acumulativo en el comportamiento del grupo, ya que estos mensajes personalizados se diseñan para alimentar la narrativa colectiva dominante o disidente.
La complejidad del mundo moderno requiere atajos mentales (heurísticas). La propaganda contemporánea ofrece soluciones binarias y simplistas a problemas complejos.
La narrativa política global se reduce a fórmulas sencillas: "Los de la élite vs. la gente", "El establishment vs. el outsider" o el ya clásico "Nosotros vs. Ellos". Esta simplificación permite a los individuos formar una opinión inmediata y alinearse con el grupo, sin la necesidad de invertir esfuerzo en comprender el contexto, la economía o la historia detrás de un conflicto o una política.
La Táctica de la Repetición Digital: La repetición de "memes", hashtags y frases cortas virales en redes sociales funciona como la repetición de eslóganes en la propaganda clásica. La familiaridad digital se confunde con la verdad y la legitimidad.
La aplicación constante de la psicología de masas dificulta la posibilidad de una deliberación racional en las democracias. Al priorizar el aspecto emocional e instintivo del votante, se erosiona la capacidad del público de exigir políticas basadas en hechos o de aceptar compromisos necesarios para la paz o la estabilidad, tal como advirtió Walter Lippmann. La movilización de la emoción es excelente para ganar elecciones, pero terrible para gobernar de manera compleja y consensuada.
El análisis de la propaganda moderna nos obliga a cuestionar la retórica del "bien contra el mal" en la geopolítica, a reconocer la doble moral del lenguaje propagandístico (RRPP vs. Guerra Híbrida) y a admitir que la dependencia de la propaganda es una característica estructural de las democracias masivas. La única defensa efectiva no reside en el silenciamiento, sino en el cultivo de la facultad crítica individual, el fomento del debate racional y el rechazo a los atajos mentales que convierten la complejidad en un simple cuento de buenos y malos.
¿cómo se puede llegar a un compromiso con el mal? Si convences a tu público de que estás luchando contra un enemigo malvado, ¿cómo puedes lograr una paz viable? Por eso la propaganda es tan eficaz para movilizar al público hacia la guerra, pero una vez que surge la necesidad de poner fin a la guerra —quizás haya una solución pacífica disponible, o simplemente estamos perdiendo la guerra—, entonces una paz viable deja de ser alcanzable.
¿Y qué mejor descripción hay para la guerra actual en Ucrania?
En el conflicto de Ucrania, la frase "invasión no provocada" se repitió de manera uniforme en casi todos los medios y discursos políticos occidentales. Esto sirve para establecer la moralidad del conflicto antes de que se pueda iniciar cualquier debate sobre los factores históricos, las advertencias de seguridad o los acuerdos previos, bloqueando la facultad crítica del público.
En esencia, la OTAN aplica los principios de la psicología de masas para gestionar la lealtad tribal (alianza) y la aceptación de las políticas de seguridad mediante el uso constante del marco de la moralidad (democracia vs. autocracia), garantizando así el apoyo continuo de los ciudadanos en los países miembros.
FUENTES:
Sigmund Freud, Psicología de las masas y análisis del yo
Edward Bernays, Psicología de Masas y la Ingeniería del Consentimiento
Walter Lippmann, Propaganda, Guerra y Paz