El Pueblo Avanza (EPA) analiza el arma del presidente Uribe

Mi única arma de combate ha sido el argumento

Ante el escándalo que se ha producido en Colombia por los pinchazos de teléfonos a altas personalidades de la política, del parlamento y del poder judicial, el presidente Uribe le dijo al mundo y a Colombia, lo siguiente: “Tengo cincuenta y cinco años largos, y mi única arma de combate ha sido el argumento”. Si uno, en verdad, no es tonto -por lo menos completo- o si siempre está armado de la duda, como punto de partida del conocimiento, tendría que suponer, igualmente, que las balas o las bombas que disparan las armas de la guerra, en el lenguaje uribista, se llaman argumento.

Está bien que un pacifista, rigurosamente atavista, diga que su arma de combate es el argumento o que un sofista sostenga que su arma de lucha es la palabra, pero que un político (creador de las CONVIVIR en Colombia, firmante de tratados de guerra cediendo autonomía a foráneos en el territorio colombiano y prometiendo conquistar la paz a punta de tiros y muertos) diga semejante cosa. Para decir eso es necesario creer, o estar convencido, que los demás adoran las mentiras, disfrutan los engaños y se enajenan con ritos primitivos, porque padecen de una eterna e incurable crisis de supersticiones.

En la finalización de su mandato, el presidente Uribe, no sólo ha solicitado la captura del comandante Alfonso Cano para marcharse feliz del gobierno sino, igualmente, ha ordenado, desde la Casa de Nariño, se le haga un juicio jurídico a la senadora Piedad Córdoba, por andar en eso de buscar la libertad de los retenidos de guerra en poder de las FARC-EP. Si esa es el arma-argumento del presidente Uribe para conquistar la paz, entonces que alguien de una respuesta a la interrogante: ¿qué necesidad hubo del choque de dos helicópteros y la pérdida de vida de varios altos oficiales de las fuerzas armadas de Colombia buscando la captura del comandante Alfonso Cano?

En verdad, el presidente Uribe, cree que se puede mantener engañado todo el tiempo a todo un pueblo. La realidad, a diario, le dice que no es así pero, lamentablemente, él lo sigue creyendo y cada vez más convencido de la ignorancia eterna de la gente, por lo menos, colombiana. Si algún gobierno colombiano, en las últimas décadas, se ha caracterizado por el militarismo, por buscar una salida más violenta al conflicto político armado que padece Colombia hace casi medio siglo es, sin duda alguna, el del presidente Uribe. Tanto es así que su alumno Santos, casi seguro vencedor de la elección para elegir al nuevo presidente de Colombia, ha prometido dar pruebas irrefutables de superar al maestro en eso de ejercer la mayor cantidad y calidad posible de violencia para resolver las contradicciones sociales en Colombia. Aun así tratan de engañar al mundo y, especialmente, al pueblo colombiano diciendo que su arma principal de combate es el argumento.

Debemos solicitar a los expertos militares del mundo que nos expliquen, con argumentos, si el ataque que hizo el ejército colombiano en territorio ecuatoriano, donde mataron a más de veinte personas y violaron descaradamente la soberanía del Ecuador, se realizó con el arma del argumento. Debemos solicitar que los políticos y los ideólogos del mundo y, especialmente, colombianos nos expliquen, con argumentos, si todos esos combates que se producen en Colombia causando muertos y lisiados y dejando huérfanos a miles de niños y niñas se ejecutan con el arma del argumento.

Si el argumento es una bala que quita la vida, que genera lisiados, que fomenta la destrucción alargando la miseria para los muchos y el beneficio para los pocos, entonces la lucha política en este mundo debería ser contra los argumentos y no contra la clase que detenta el poder, se enriquece leoninamente, explota y oprime al trabajador y sostiene una cultura que ya no puede crear las condiciones de justicia, de libertad, de igualdad de oportunidades y de solidaridad entre los seres humanos.

Los pueblos saben, por experiencia histórica, que ningún Estado, ningún gobierno como ningún mandatario, al servicio del capitalismo, puede sostener coherencia y homogeneidad en las ideas, en los conceptos, en las palabras, en los juicios y en los razonamientos, porque está obligado a mentir en la mayoría de las veces como, igualmente, a reconocer algunas verdades en determinados momentos y, sobretodo, en ese instante que la tensión social le indica una avanzada baja de popularidad que pone en peligro la estabilidad de su mandato. En el capitalismo, harto demostrado, cunde la anarquía por todos lados y en el único espacio donde deberían aplicarla, en las artes para su creatividad y desarrollo, la niegan.

Llamamos, especialmente, al pueblo colombiano y a los pueblos vecinos y hermanos, a prepararse contra los argumentos del gobierno colombiano, porque no son más que balas y bombas de la muerte, de la destrucción, de la miseria y del dolor. Jamás se podrá creer en la sinceridad de un mandatario que haciendo e incrementando la guerra nos prometa solucionar los graves males de la sociedad con argumentos.



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