Sojuzgadla, fue el mandato

Creo que la causa de la causa de una actitud humana, la de la cultura anglosajona, la judía y el resto de culturas locales de las naciones occidentales, está en el Génesis 1:28. El Génesis nos ofrece, más bien nos da, un mandato rotundo: "sojuzgad la tierra". No "cuidadla", ni "protegedla", sino sojuzgadla. En la lengua española, este verbo no deja lugar a dudas: significa someter, dominar, doblegar, oprimir. ¿Por qué un Ser Supremo, si existe, habría de usar un verbo tan violento para definir la relación entre el ser humano y la naturaleza?

Este mandato fundacional ha moldeado la cosmovisión occidental durante milenios, legitimando la explotación y el abuso como parte de un orden divino. Sin embargo, la misma Biblia es una fuente inagotable de contradicciones, pues en otros pasajes habla de cuidar la creación, como en Génesis, 2:15, donde el ser humano es puesto para "cultivar y guardar" el Edén.

Esa tensión interna no es casual. La Biblia, como sistema totalizador de creencias y valores, no puede ser simultáneamente completa y consistente, según el teorema de incompletitud de Gödel aplicado a los sistemas lógicos. Quiere dar respuestas a todo, y en ese intento se contradice, permitiendo que se defiendan proposiciones opuestas desde el mismo texto.

Por eso, fuera de la comunidad de fe que acepta la leyenda como verdad, la Biblia no es un libro para la razón natural, sino para lo emocional. Y ese carácter la convierte en campo fértil para conflictos y controversias ideológicas, cuando se pretende imponer su lectura como dogma universal. Más tarde, esa frase de Jesucristo: "estáis conmigo o contra mí", redondeada luego por la de "esta vida es milicia sobre la tierra" de los más fundamentalistas de los cristianos, dinamitan no sólo el sentido de Edén de la Biblia, si no toda esperanza de la voluntad pacífica por parte de todos los seres humanos, al menos en un proceso lento civilizador.

La cuestión crucial sigue siendo: ¿es legítimo "sojuzgar" la tierra, según Génesis 1:28, o debemos reinterpretar, según Génesis 2:15, ese mandato como una llamada ética al respeto, a cultivar y guardar el Edén? La crisis ecológica contemporánea nos obliga a elegir, porque no hay coexistencia posible entre la lógica del extractivismo y del dominio absoluto, y la supervivencia del planeta. La razón natural, precisamente cuando acaba de irrumpir en esta civilización la inteligencia artificial, empieza a pedir abrirse paso para imponerse al absurdo, al disparate y a las leyendas: al prejuicio. Si no deseamos vivir equivocados, es preciso repensar todo desde el principio, sin concesiones a ideas y pensamiento primitivo.



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Jaime Richart

Antropólogo y jurista.

 richart.jaime@gmail.com      @jjaimerichart

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