Auschwitz y su regreso

El próximo lunes 27 de enero se cumplen ochenta años de la liberación del complejo de Auschwitz, a pocos kilómetros de la ciudad de Cracovia en el sur de Polonia. Por ese motivo en dicha fecha se celebra internacionalmente el día en conmemoración de las víctimas del holocausto, pues lo que se descubrió en Auschwitz fue el mayor centro de despliegue del exterminio nazi sobre personas de origen judío, gitano, comunista o con problemas genéticos. Allí, en las primeras horas de ese 27 de enero de 1945 llegó el ejército rojo y documentó el horror de un amplio complejo dedicado a la producción armamentista, empresarial y centro privilegiado de los genocidios cometidos por los nazis. Todo muy ordenado, debidamente planificado, estratégicamente ubicado en el epicentro del cruce de múltiples líneas ferroviarias europeas, un punto de encuentro entre este y oeste, norte y sur. Así, los trenes cargados con las víctimas llegaban las 24 horas de cada día y las cámaras de gas trabajaban también durante el mismo tiempo. Hoy se conserva parte importante de Auschwitz como monumento a la memoria del horror, para que no se olvide.

Theodor W. Adorno, reconocido pensador crítico del pasado siglo, escribió muchas frases emblemáticas sobre este más que macabro asunto. Después de Auschwitz no es posible la poesía o interpretar de nuevo la novena sinfonía de Beethoven, decía. Señalaba también que el primer deber de la educación es evitar que Auschwitz se repita, para lo que se precisa que no se olvide. Junto con Max Horkheimer escribió en el inicio de la "Dialéctica de la Ilustración", libro de inmenso impacto en las corrientes contemporáneas más recientes del pensamiento y escrito durante la segunda guerra mundial, que el propósito de la reflexión era tratar de responder por qué con todos los avances civilizatorios occidente ha recaído en la barbarie, en una barbarie actualizada, tecnocientífica. Como alemanes de origen judío Auschwitz en tanto que emblema del horror de la racionalidad moderna hegemónica se volvió una obsesión. Empero, la historia está repleta de horrores, probablemente menos racionales y tecnificados pero finalmente horrores. Genocidios en las Américas y África, genocidios sobre los armenios o los haitianos, otros dentro de la Unión Soviética o en Hiroshima y Nagasaki por parte del ejército estadounidense, ejército que después no necesitó reeditar el lanzamiento de bombas atómicas para repetir otro sobre Vietnam. Hoy, en Palestina, se repite uno de esos genocidios con especial dedicación a niños, mujeres y jóvenes. La historia va y viene, las víctimas se vuelven victimarios y los victimarios víctimas. Ante esta historia de la carnicería humana, ante este eterno retorno de la barbarie, cabe preguntarse, ¿habrá fracasado la educación una y otra vez? ¿O será que somos asesinos por naturaleza? ¿Seremos una especie de bichos malos incapaces de ser educados? ¿Habrán estado en lo cierto Schopenhauer, Nietzsche y luego Freud en cuanto que estamos gobernados ciegamente por una agresiva voluntad de poder? No sé. En todo caso, la barbarie no deja de retornar, si bien los antropólogos nos han dado pruebas de pueblos que habitan a lo largo de siglos sin necesidad de destruirse periódicamente.

En otras ocasiones hemos insistido que a nuestro humilde juicio tres son los temas de nuestro tiempo: la cuestión ecológica, la democrática y la pobreza. Los tres están estrechamente relacionados. El primero concierne a la vida, principio de todo. El segundo a la vida que se quiere diversa en su desplegarse. El tercero, la pobreza, es el mayor indicador de la ausencia de democracia, de una forma específica de vida que se autodestruye mediante progresivas exclusiones. La clara desatención del presente a estos temas anuncia una barbarie mayor, altamente tecnificada, con mucha inteligencia artificial pero carente de inteligencia natural, humana, social por cooperativa. El ascenso indetenible desde hace dos décadas de las extremas derechas populistas demuelen desde adentro los siempre famélicos y limitados sistemas políticos de democracia representativa. Sus adversarios, aquellos que se manejan retóricamente con un discurso progresista aunque sus prácticas resulten o bien neoliberales salvajes o bien burocrático autoritarias, o bien ambas, también los destruyen con el mismo entusiasmo. La democracia como eticidad, como modo efectivo de vida más allá del mero juego político de lucha por el poder del Estado, nunca ha existido. No obstante, las pobres y limitadas democracias políticas que hasta hoy hemos conocido están en franco retroceso en todo el planeta. Son una especie en extinción. Basta echar un ojo a Europa occidental, Alemania tiene elecciones el próximo mes. Ya sabemos lo que se proyecta sobre Francia, o lo que gobierna en Italia. Al noreste ya sabemos cuán democrática resulta la Rusia de Putin. Más al este no hablemos ya de China o Filipinas. Pero también se puede echar un ojo sobre latinoamérica, desde Argentina hasta El Salvador. Ya no digamos sobre Estados Unidos y su nuevo presidente. Este último, votado popularmente, es en realidad el auténtico representante de una oligarquía de multimillonarios surgidos con las nuevas tecnologías, ricachones que gustosamente hacen el saludo nazi, quizás emulando a aquel magnate apellidado Ford que gustosamente financió a Hitler. Como Biden que indultó a sus corruptos familiares, el señor Trump se inaugura perdonando a sus seguidores, aquellos que invadieron el capitolio y le mostraron el camino a Bolsonaro y sus secuaces para aventura semejante en Brasilia. Se inaugura Trump rompiendo con el Tratado sobre el cambio climático, se inaugura persiguiendo y expulsando a los pobres. Pues no nos llamemos a engaño, no se trata de xenofobia sino de aporofobia, no molesta el extranjero rico quien es bienvenido, molestan los pobres.

La vida en el planeta está claramente en mayor peligro que ayer mismo, pero me temo que sabrá defenderse vomitándonos si no torcemos el rumbo que llevamos. La democracia, siempre quebrada, termina por desvanecerse en lo poco que conquistó. La pobreza se extiende mientras hay una brutal concentración de riqueza cada vez en menos individuos bastante patéticos. Emerge una nueva guerra fría, otra vez con tres grandes bloques, uno de supremacistas occidentales plutocráticos de silicona, otro de regímenes autoritarios con vocación totalitaria siguiendo el viejo paradigma de la Stasi y otro que llamamos BRICS. Se viene otro orden mundial, otro reparto mundial en el que el fascismo en cuanto actitud se impone transversalmente, aquí y allá. Muy probablemente no volvamos a ver un Auschwitz tal como el que conocimos hace ochenta años, apenas ayer, pero se viene uno de otro tipo. Los gitanos, por pobres, seguirán pagando con su dolor y la muerte. Como carecen de bienes económicos no tendrán memoriales como los judíos. Junto a ellos tampoco los tendrán los otros miserables del planeta, la gran mayoría. Menos los tendrá la vida, nuestra biósfera. Total, los ricos de la silicona ya sueñan con resolverse en Marte. A menos, por supuesto, que logremos transformar este sino en destino razonablemente elegido. Mas, para ello habrá que organizarse internacionalmente y dejar de lado a una presunta izquierda que por perpleja resulta completamente inútil sino el peor de los obstáculos. Marx y Engels, todavía impregnados de lenguaje hegeliano, hablaron en el "Manifiesto" de clase-en-sí y clase-para-sí. La primera tiene una existencia objetiva, estadística, es un número, está ahí pero carece de fuerza por no reconocerse como clase y en consecuencia no puede organizarse. Sólo la clase-para-sí que se reconoce en su situación histórica se organiza y como gran fuerza en tanto que gran mayoría puede transformar radicalmente el modelo sociohistórico. Pasa de ser una mera existencia objetiva, como la silla que tengo enfrente, a ser una fuerza social de cambio. Contra esa organización, contra ese paso del en-sí al para-sí, se mueven todas las fuerzas conservadoras, incluida la presunta izquierda perpleja o la burocrática de cuño estalinista. Las nuevas condiciones de una sociedad postindustrial y de la nueva revolución informática ayudan a esas fuerzas conservadoras que nada conservarán de la biósfera. Urge la organización, pero hay que crear otro concepto y práctica de la organización. He ahí nuestro desafío más inmediato.



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Javier B. Seoane C.

Doctor en Ciencias Sociales (Universidad Central de Venezuela, 2009). Magister en Filosofía (Universidad Simón Bolívar, 1998. Graduado con Honores). Sociólogo (Universidad Central de Venezuela, 1992). Profesor e Investigador Titular de la Escuela de Sociología y del Doctorado en Ciencias Sociales de la Universidad Central de Venezuela.

 99teoria@gmail.com

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