Hagan exactamente lo contrario de lo que él hizo

—"Con la guerra contra el terror, los neoconservadores no renuncian a su objetivos económicos; encontraron un nuevo modo, todavía más eficaz, de conseguirlos. Por supuesto, estos tiburones de Washington están comprometidos con el papel imperialista de Estados Unidos en el mundo y de Israel en Oriente Medio".

Cuando Bremer empezó a emitir decretos legales, Joseph Stiglitz, ex-economista jefe del Banco Mundial, advirtió de que en Irak se estaba aplicando "una terapia de shock más radical que la que se llevó a cabo en el antiguo mundo soviético". Y tenía razón. En el plan original de Washington, Irak iba a convertirse en una frontera como ocurrió con Rusia a principios de los años noventa. Sin embargo, en esta ocasión serían empresas estadounidenses —no locales o competidoras europeas, rusas o chinas— las que estarían en primera línea para llevarse los millones fáciles. Y nada iba a detenerlas, ni siquiera los cambios económicos más dolorosos, porque al contrario que en la antigua Unión Soviética, o que en Latinoamérica y África, la transformación no implicaría un baile amanerado entre oficiales del FMI y políticos locales quijotescos mientras que el fisco de Estados Unidos controlaba la situación desde la suite. En Irak, Washington suprimió a los intermediarios; el FMI y el Banco Mundial quedaron relegados a papeles secundarios, mientras Estados Unidos fue el protagonista absoluto. Paul Bremer era el gobierno; como explicó un oficial militar estadounidense de alto rango a Associated Press, no servía de nada negociar con el gobierno local porque "por ahora tenemos que negociar con nosotros mismos".

Todos los esfuerzos realizados durante los años noventa para presentar el "libre comercio" como algo distinto a un proyecto imperial se dejaron de lado. En otros lugares continuarían las discusiones ligeras por el libre comercio, con sus negociaciones asfixiantes, pero ahora también iban a ser duras, sin intermediarios ni marionetas, apoderándose directamente de nuevos mercados para multinacionales occidentales en los campos de batalla de guerras preventivas.

Así, los contables privados fueron los que diseñaron y controlaron la economía BearingPoint, sucursal de la gran empresa de contabilidad y asesoría KPMG, recibió 240 millones de dólares para crear un "sistema mercantilista". El contrato de 107 páginas menciona en 51 ocasiones la palabra "privatización" (gran parte del contrato original fue redactado por BearingPoint). Los "think tanks" recibieron dinero para pensar (el británico Instituto Adam Smith fue contratado para colaborar en la privatización de las empresas iraquíes). Compañías de seguridad privada y contratistas de defensa formaron al nuevo ejército y policía de Irak (DynCorp, Vinnell y USIS, del Carlyle Group, entre otros). Y varias empresas de educación realizaron el nuevo proyecto curricular e imprimieron los libros correspondientes (Creative Associates, una consultora de gestión y educación con sede en Washington, D.C., recibió contratos por valor de más de 100 millones de dólares para desempeñar esas tareas).

—No podemos reducir el actual estado desastroso a la incompetencia y el amiguismo de la Casa Blanca o el sectarismo o el tribalismo. Se trata de un desastre muy capitalista, una pesadilla de avaricia sin límites a raíz de la guerra. El "fiasco" de ha sido creado por una aplicación fiel y sin trabas de la ideología de la Escuela de Chicago. Es un proceso en el que la ideología se vuelve contra el pueblo que le dieron rienda suelta: digamos que es un blowback ideológico.

¡La Lucha sigue!



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Manuel Taibo


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