¿Señalan estos cambios el fin del capitalismo del desastre?

—Peter W. Chiarelli, teniente general del ejército estadounidense y principal comandante de campo, explicó: "Necesitamos poner a trabajar a los jóvenes furiosos. Un pequeño descenso del desempleo tendría un gran efecto en el número de asesinatos sectarios". Y no pudo evitar: "Después de cuatro años, me parece increíble que no nos hayamos dado cuenta de eso. Para mí es muy importante, casi tanto como cualquier otro punto del plan de campañas".

Aventura bélica made in Gringolandia: Dar archivazo a la ficción permanente de que los desastres no discriminan, que aplastan todo en su camino con indiferencia "democrática". Plagas cero sobre los desposeídos, sobre aquellos obligados a construir sus vidas en el sendero del peligro. La pandemia coronavirus.

Mientras tanto, en medio de la oleada de epifanías neokeynesianas. El Grupo de Estudios sobre Irak encabezado por James Baker publicó su esperado informe. En él se solicitaba a Estados Unidos que ayudase "a reorganizar la industria petrolera nacional como una empresa comercial" y que fomentase "las inversiones en el sector del petróleo por parte de la comunidad internacional y de las grandes empresas de energía".

Los ataques terroristas, utilizados para hacer caer las bolsas en espiral, reciben ahora un similar optimismo en la acogida del mercado. Después del 11 de septiembre de 2001, el Dow Jones cayó en picado 685 puntos tan pronto como los mercados reabrieron sus puertas. En marcado contraste, la Bolsa de Estados Unidos cerró con valores más altos que el día anterior, con el Nasdaq siete puntos más arriba, el 7 de julio de 2005, el día después de que cuatro bombas destrozaron el sistema de transporte público londinense matando a docenas de personas e hiriendo a centenares. En el mes de agosto de ese mismo año, el día en que la policía arrestó a veinticuatro sospechosos que supuestamente planeaban hacer estallar aviones de reacción para el transporte de pasajeros con destino a Estados Unidos, el Nasdaq cerró 11,4 puntos más altos, gracias en gran medida a los disparados valores de la seguridad nacional.

La reciente racha de desastres se han traducido en beneficios tan espectaculares que mucha gente en todo el mundo ha llegado a la misma conclusión: los ricos y los poderosos causan deliberadamente las catástrofes con el fin de explotarlas. En julio de 2006, en una encuesta nacional a residentes en Estados Unidos se observó que más de un tercio de los encuestados creía que el gobierno estaba metido en los ataques del 11 de septiembre o que no intervino para pararlos "porque quería que Estados Unidos entrase en guerra en Oriente Medio". Similares sospechas acarician la mayoría de las catástrofes de años recientes. En Luisiana, entre las consecuencias del Katrina, los refugios estaban llenos por los rumores de que los diques se habían roto y se creía que habían sido secretamente reventados con el fin de "destruir la parte negra de la ciudad y mantener seca la blanca", tal como sugirió Louis Farrakhan, líder de Nation of Islam.

La cruzada de la Escuela Chicago había triunfado en todas partes; había creado entre un 25% y un 60% de la población de clases sumergidas de manera permanente. Esto es siempre una forma de guerra. Pero cuando ese belicoso modelo económico de desahucio de las masas y culturas desechadas se impone en un país que ha sido devastado por un desastre y marcado por un conflicto étnico, los peligros crecen. Existen, tal como argumentó Keynes hace años, consecuencias políticas de este tipo de paz punitiva, incluido el estallido de guerras, incluso más sangrientas.

¡La Lucha sigue!



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Manuel Taibo


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