Prostitución

Hay muchas clases de prostitución. Cuando se habla de ella, las mentes pequeñas sólo piensan en las mujeres que a menudo se ven obligadas a vender su sexo para dar a su hijo un trozo de pan a cambio de dinero instantáneo.

Pero el ofrecimiento de sexo a cambio de dinero, la actividad más antigua del mundo, se ha convertido en virtuosa al lado de las variopintas maneras que adopta el tráfico de cosas inmateriales por precio. Hay multitud de formas de prostituirse...

Fijaos bien. ¿No son mil veces más rastreros y abominables quienes renuncian a sus ideas por dinero; quienes se casan por cualquier motivo menos por amor; quienes traicionan un ideal o a un amigo; quienes van a la política para enriquecerse; quienes se hacen curas para arreglarse la vida; quienes venden su conciencia o su voluntad al mejor postor; quienes venden su país a otro país? Y tantas y tantas maneras de renunciar y de negarse a sí mismo…

Al fin y al cabo las prostitutas, sean callejeras o de salón, tienen sus normas y su criterio. Eso las enaltece. Pues los enumerados ni siquiera tienen regla alguna a la hora de vender su alma. La venden sin otras condiciones que no estén putrefactas de materialidad…

¿No ha llegado la hora en España de ir cambiando los modelos, los paradigmas de multitud de ideas que no son más que pre-juicios propios de paletos de mala muerte?



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Jaime Richart

Antropólogo y jurista.

 richart.jaime@gmail.com      @jjaimerichart

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