El paramilitarismo colombiano es una herramienta de guerra estratégica de la oligarquía colombiana y del imperialismo gringo para destruir el gobierno revolucionario del Presidente Nicolas Maduro y del pueblo venezolano.
Hoy es neoparamilitarismo, caracterizado de Quinta generación por Carlos Medina Gallego (https://bit.ly/2B8zVM0 ), uno de los mayores conocedores de este fenómeno desde su conformación en el Magdalena Medio en los años ochenta del siglo XX. Se trata de un fenómeno mucho más societal, es su tesis.
El papel de esa maquinaria de guerra contra Venezuela acumula pruebas irrefutables como la acción de los herederos del Bloque Catatumbo (clan de los Alvarez de Puerto Santander), de Mancuso, en la frontera de Cucuta, con el contrabando de combustibles y el tráfico de drogas; la infiltración de los Rastrojos en los municipios fronterizos del Táchira y Zulia; y la participación del paramilitarismo de la costa Caribe en las recientes invasiones de la Operación Gedeón, promovidas por Leopoldo Lopez y JJ. Rendón, convertido ahora en el cerebro de escritorio de una acción armada contra Venezuela (https://bit.ly/3dFpmgC ).
La presencia de tropas especiales gringas SFAB (https://bit.ly/3dGyHEO ) que han ingresado recientemente al territorio de Colombia van a oxigenar y reorganizar el paramilitarismo de Quinta generación. El paramilitarismo es un elemento sustancial de los modelos contra revolucionarios y anticomunistas para aplastar las luchas populares. Desde los ejércitos blancos organizados contra la revolución soviética (1917-1922), pasando por las fuerzas paramilitares en China, en los años 40, el paramilitarismo en Malasia, en Indonesia, en Vietnam, en Nicaragua y en Colombia, el paramilitarismo ha sido organizado por el Ejército norteamericano para utilizar abiertamente la violencia contra los movimientos populares mediante masacres, desapariciones, homicidios y torturas. Una relectura del texto de Samuel P. Huntington, el Soldado y el Estado, escrito en 1957, permite tener mayor claridad al respecto (https://bit.ly/3eHYIVs ).
Las SFAB que han llegado a Colombia serán localizadas en las denominadas Zonas Futuro (https://bit.ly/3i8DD8Q ), superpuestas con los territorios Pdet del acuerdo de paz (https://bit.ly/2ND2TWI ), con el fin de acentuar el exterminio de los líderes sociales y los reincorporados de las Farc, al tiempo que blindan las redes del narcotráfico en cabeza de los denominados urabeños o Clan del Golfo (https://bit.ly/3g6Qgzm ), principal exportador de drogas a Europa, México y Usa.
Varias de esas Zonas Futuro funcionan a lo largo de la frontera con Venezuela en Arauca, el Catatumbo, Guaviare, y la Serranía del Perijá.
Medina Gallego indica en su análisis que "para un grupo significativo de estudiosos, para las formas organizadas de la población civil y para los organismos de derechos humanos, el fenómeno de las bandas criminales y el neoparamilitarismo es la continuidad del fenómeno paramilitar con una nueva denominación"
Agrega que "a partir de 2007, comienza a generase un modelo de paramilitarismo de Quinta generación cuyas características más esenciales están dadas por los siguientes elementos:
"Primero. Existen grupos ilegales que actúan de manera activa en distintas regiones del país y que han influido de manera sistemática y continua en la esfera de lo económico y lo social y han adquirido el reconocimiento tácito de la población, que se comporta de manera cautelosa y obediente ante estas estructuras de naturaleza criminal.
"Segundo. Estos grupos, a distinto nivel, se han apoderado del territorio y desarrollan en él actividades que se mueven entre lo ilegal y lo legal, con testaferratos cualificados que les permiten acceder a actividades económicas convencionales, legitimando capitales y construyendo vigorosas economías que se nutren de la ilegalidad con coberturas de legalidad a prueba de duda.
"Tercero. Para estos grupos, la actividad principal sigue siendo el narcotráfico, pero no es la única; construyen una economía ilegal en torno a la renta extorsiva, micromercados de narcóticos, juegos de azar, compraventas, tráfico de armas y personas, prostitución, contrabando de gasolina, minería ilegal, entre otro centenar de actividades.
"Cuarto. Igualmente, invierten en el desarrollo de economías convencionales, principalmente en la ganadería, agricultura, agroindustria, minería, transporte y comercio.
"Quinto. Estos grupos han alcanzado un alto grado de incidencia social y, en algunas zonas, constituyen autoridad y son una fuente de empleo para una población que ha sido excluida de los circuitos económicos convencionales y se encuentra en condiciones de extrema precariedad.
"Sexto. Su base social está constituida por grupos familiares y relaciones de parentesco y amistad con fuertes tradiciones de lealtad. En algunas regiones no son extraños; son nacidos y crecidos en los procesos locales. Los casos de reclutamiento forzado son pocos: hay una incorporación voluntaria y buscada como alternativa de vida ante la ausencia de opciones.
"Séptimo. Los grupos neoparamilitares ejercen de manera directa o indirecta control sobre lo público y, en no pocas experiencias, controlan la institucionalidad local y definen su funcionamiento (como en el caso de Cucuta, Norte de Santander, Cesar y la Costa Caribe). Tienen un régimen fiscal paralelo, que funciona de manera sistemática y sin registro de ninguna clase, y es considerado una contribución para las labores de seguridad en la zona que mantienen bajo control.
"Octavo. El ejercicio de la violencia privada se administra a través del miedo y la intimidación; se amenaza y se tienen bajo control a líderes campesinos, indígenas, sociales, comunitarios y políticos. La vigilancia sobre el territorio está dirigida a acabar la presencia de otras bandas y los asesinatos que se producen corresponden a lógicas de disputa territorial.
"Noveno. Estas bandas tienen conciencia clara del carácter productivo de la violencia, el miedo y el terror; administran esos recursos de intimidación como factores de producción y son parte sustancial de su negocio. Por ello, generan, cuando lo consideran conveniente, procesos de desplazamiento; proceden al despojo "legal" de las propiedades en las que están interesados y de los recursos de acumulación existentes.
"Décimo. Ejercen sobre el territorio una vigilancia permanente, soportada en un complejo sistema de inteligencia que compite en eficiencia con el institucional o que opera en connivencia con los organismos de inteligencia del Estado y las unidades militares y de policía en los territorios donde hacen presencias. No dejan de operar mediante la amenaza contra las formas de oposición controlables y el asesinato de personas y grupos considerados una amenaza para su supervivencia. Sin embargo, de la vieja época de las masacres y las oleadas de asesinatos selectivos, se pasó a una actitud de control del territorio a través del miedo, la persuasión y las alianzas estratégicas de no agresión y cooperación, buscando, en lo esencial, no llamar la atención.
"Undécimo. Algunos grupos consideran pertinente mantener su naturaleza antisubversiva y se agrupan en torno a discursos políticos, alimentados por asesorías cualificadas. Incluso operan contra liderazgos sociales y políticos caracterizados de izquierda y señalados de terroristas por los organismos de inteligencia. Son los que más se aproximan a la condición de neoparamilitares, pero igual se nutren de las cadenas productivas de las economías ilegales complejas.
"Duodécimo. Aunque existe una gran proliferación de pequeños grupos con distintas denominaciones en todo el territorio nacional, su actividad e importancia está delimitada por su capacidad de fuego, su influencia en la vida local y regional y la posibilidad de llegar e imponer acuerdos y hacerlos respetar por otros grupos similares. Existen grupos mayores y pequeños grupos que operan más como bandas delincuenciales que como grupos del crimen organizado. Muchos de esos pequeños grupos sucumben a la cooptación de grupos mayores o son aniquilados en las labores de limpieza que estos desarrollan.
"Decimotercero. Las bandas criminales y el neoparamilitarismo no están confederados como las AUC. Operan territorialmente como grupos locales y ya no desarrollan las campañas expedicionarias de ocupación de territorios en disputa con las guerrillas; al contrario, en algunas regiones del país establecen con estas acuerdos de no agresión y de distribución de territorio. Los grupos más relevantes son Los Rastrojos, Los Urabeños y Águilas Negras, que parece ser más una razón social en torno a la cual se amenaza y asesina, que un grupo propiamente dicho.
"Decimocuarto. Las bandas, narcotraficantes y neoparamilitares, siguen considerando importante el control de la clase política local y regional; apoyan y financian con mayor cautela los procesos electorales y políticos y buscan tener injerencia en los aspectos administrativos".
Medina afirma que "el fenómeno de las BACRIM y del neoparamilitarismo se desarrolla en los ámbitos rurales y urbanos y no solo en los territorios marginales; igualmente, en centros de desarrollo económico, social y político de importancia relevante, en las grandes ciudades, en los principales departamentos del país y en las regiones de principal desarrollo económico. Constituye la mutación de un fenómeno que migró de la lucha anticomunista y antisubversiva, sin abandonarla, hacia la administración criminal del territorio y de las actividades que posibilitan su desarrollo social, económico y político".
Agrega que como "consecuencia de la política pública de seguridad y defensa, y como resultado del fracaso de los procesos adelantados por los gobiernos (Uribe y Santos) con las organizaciones criminales, la sociedad colombiana ha visto un resurgimiento del fenómeno paramilitar y su transmutación hacia el control ilegal y extorsivo del territorio. Este fenómeno se ha articulado con las economías del narcotráfico y la ilegalidad, que cumple de manera suplementaria actividades de seguridad privada y control social antisubversivo, en connivencia con las fuerzas militares y de policía".
Hay que tomar nota de este importante análisis para que sea considerado por la Fuerza Armada Nacional Bolivariana/FANB en su lucha contra la escalada violenta de la ultraderecha fascista, incluida la colombiana del uribismo, que se quitó la máscara y ha pasado a los operativos directos para acabar con la revolución popular bolivariana.