En la recomposición geopolítica del mundo actual con la correspondiente redistribución de los espacios territoriales y continentales entra las actuales potencias imperialistas a la vieja usanza, tal como las caracterizo Lenin en su texto clásico sobre el imperialismo en la fase superior del capitalismo (distribución de territorios, mercados y dominios del poder financiero/bancario), la tendencia mas notable es el repliegue del poderío gringo hacia sus áreas iniciales de expansión en su entorno inmediato con la correspondiente infraestructura política, cultural, naval y militar. Que es como se conoció en su momento la Doctrina Monroe (1823), soporte del despojo de territorios a México, Colombia (Canal de Panamá), Republica Dominicana y de golpes militares para imponer dictaduras sangrientas favorables a las multinacionales petroleras, mineras, bananeras, salitreras y del oro.
La Doctrina Monroe estableció que América era para los americanos de Washington y ninguna otra potencia tenia espacio en esta área vital del poderío gringo; así, la región al sur del Rio Grande quedo convertido en el Patio trasero del Supremacismo blanco norteño.
Con la nueva doctrina de seguridad de Trump se quiere dar un giro retroactivo/regresivo a la historia para regresar al sistema de las cañoneras y la imposición imperialista en toda la región y en las cuencas del Caribe y el Pacifico.
Además, ese adefesio incoherente (plagado de errores) del departamento de Estado ignora el contexto global actual para tratar de impedir la presencia en los países latinoamericanos del gobierno Chino, con todas sus fortalezas tecnológicas, logísticas, científicas y en materia de infraestructura de vías, puertos y modernos sistemas de transporte (trenes, metros).
Pretender cerrar la región con un papel y con un portaaviones es simple y llanamente un infantilismo imperialista trumpiano condenado al fracaso.
Además, proponerse asfixiar y amendrentar a los pueblos latinoamericanos con deportaciones masivas, con invasiones a Venezuela para apoderarse de su riqueza petrolera, con aranceles demenciales, con gobiernos fachos y violentos, dispuestos al empleo de la masacre, el asesinato de lideres sociales y los montajes judiciales, es completamente absurdo y delirante.
El señor Trump y su rosca de asesinos lo que están logrando es la exacerbación de la lucha de clases y la intensificación de la resistencia popular y social de las masas de Latinoamérica.
Lo cierto es que en las naciones de la región hay un nuevo escenario de contradicciones sociales desatado por la demencia imperial que representa el señor Trump, que le plantea un desafío político a la izquierda revolucionaria en sus procesos de organización, de articulación, de consolidación de nuevos modelos de acción política (tácticas y estrategias)
Esos desafíos se hacen mas evidentes con las resignificaciones culturales y políticas de las corrientes emergentes de la derecha que en el fondo son una recomposición de las ideologías del nazismo y el fascismo. En el ambiente del auge de las derechas históricas con sus nuevas narrativas, la izquierda radical debe ir al corazón del pueblo para organizarlo, educarlo y recargarlo en su potencia histórica como generadora de derechos, de subjetividades vivas.