Un nuevo ciclo en la historia o el retorno de las dictaduras

La aguda depresión que afecta al capitalismo mundial, derivada de las medidas utilizadas por los gobiernos para contener el avance exterminador del covid-19, abre en los países más afectados, como Estados Unidos, España, Italia, Francia, Gran Bretaña y en América Latina (Ecuador, Perú, Chile, principalmente), un nuevo ciclo en la historia.

Pues, los serios trastornos económicos, que trajo consigo el aislamiento y protección por meses de la fuerza de trabajo (el ser humano), están llevando al Estado y al sistema económico capitalista, a una redefinición forzada de sus maneras de hacer sentir su peso sobre las sociedades.

De allí que, la importancia actual de la caída de los precios del petróleo, del estancamiento de la producción industrial, del transporte, la persistencia letal del virus y de la caída estrepitosa de la bolsa de valores, demuestra la profundidad del resquebrajamiento del sistema capitalista, basado en las privatizaciones, el robo de los activos de los Estados y en los pagos forzados de la deuda externa; no tiene la misma jerarquía que las crisis cíclicas que afectaron el sistema capitalista a principios del siglo XXI.

Esta gran depresión, tiene una repercusión en todos los niveles de la vida social y económica de los países. Según los especialistas, los países que iniciaron tardíamente las medidas sanitarias y sociales de contención del virus, son los más afectados estructuralmente.

En esa respuesta tardía, Estados Unidos es el país más afectado por los embates del virus y sus repercusiones económicas; miremos la situación en datos: las muertes por el coronavirus en Estados Unidos, supera los 50 mil y los enfermos positivos casi llega a 1 millón; los empleos perdidos, alcanza la cifra de 27 millones.

Ahora bien, para la búsqueda de soluciones a la problemática de salud originada por el coronavirus, el presidente Trump, ha hecho uso de su impredecible personalidad, definida por sus ocurrencias y decisiones intempestivas; al proponer inyecciones con desinfectante y uso de luz ultravioleta para matar el virus.

Estas recomendaciones, tienen algo de común con los encargos del dictador salvadoreño, responsable de la masacre de campesinos e indígenas en 1932, General Maximiliano Hernández Martínez; quien recomendaba poner papel celofán rojo en los focos del alumbrado público, para combatir una epidemia de sarampión que había afectado el país en los años 30.

Y dijo que salvaría a su hijo de una grave apendicitis, haciéndole beber agua azul, que se obtiene de rajitas del árbol conocido con el nombre de Taray, después de dejar reposar por varios días, tales pedazos de madera, dentro de una botella con agua.

Como era de esperarse, el niño sin atención médica, murió.

Los historiadores de las revoluciones e historia de El Salvador, sostienen que el responsable de la primera masacre anticomunista del continente, que dejó un saldo de 30 mil asesinados; llevaba de compañía, junto al genocidio, su concepción teosófica del mundo.

Hoy, 88 años después de esa masacre y frente a la mortandad mundial y principalmente los 50 mil fallecidos por el virus en Estados Unidos y casi un millón de enfermos, salir con esa grosería seudo científica de aplicar luces y aguas para tratar la gravedad de la pandemia; es, más que chiste, una recomendación sospechosa a la auto inmolación; de menosprecio a la vida de los trabajadores y de ofensa a los esfuerzos científicos mundiales por encontrar una cura efectiva del virus.

Estas propuestas de Trump, coinciden curiosamente con las recomendaciones teosóficas del dictador Hernández Martínez. Parece que hay comunión entre este tipo de gobernantes, cuando de provocar catástrofes humanas se trata.

Sin embargo, aunque el refrán diga que, no hay mal que dure cien años; ni cuerpo que lo resista. Es bueno ver que la vida está volviendo; por un momento los cielos y los mares son más azules, los animales del bosque nos visitan. Los gobiernos se ven forzados a gastar mucho dinero en actualizar los sistemas de salud y a buscar algunas medidas mínimas para suavizar la carga económica social de las cuarentenas.

Y las medidas económicas más fuertes de los Estados, han sido la de financiar la empresa privada, para salvarla de la banca rota y aprobar medidas para la vuelta de las fuerzas productivas, principalmente los trabajadores, a la producción estancada.

Aquí hay algo que no cuadra: el virus continúa activo y extendido constantemente, la pérdida de los empleos es masiva, el temor a salir riñe con la necesidad del trabajo, el hambre ya se está convirtiendo en un factor de desestabilización social. Los Estados están entrando peligrosamente a ejecutar los fondos de sus activos y de los impuestos y rentas de los ciudadanos; si no hay un reabastecimiento financiero internacional y condonación de deudas, los Estados débiles empezarán a caer y las propuestas de modificación de las sociedades, si o están bien definidas, no podrán controlar el caos.

Lo peligroso de la situación crítica es, que si no hay alternativa de cambio radical de las sociedades; volverán las dictaduras y las masacres.



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Memo Fernández


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