Cien años de infamia ¡Hipócritas!

Recién observé por la tv los actos realizados en París para conmemorar los cien años del fin de la Primera Guerra Mundial o la Gran Guerra y no sé cuál estímulo me movió, la ira o la risa. No identifiqué si fue si fue la rabia al mirar los rostros cariacontecidos de los casi 70 jefes de estados, cuyos antiguos gobiernos fueron responsables de la conflagración que culminó en 1918, o la carcajada, al cavilar que aquellos rostros son parte de una comedia, de una tragedia que todavía no ha finalizado.

Parece que los presidentes, primeros ministros y reyes europeos y el gobernante de EEUU piensan que los responsables de aquella mortandad, durante la Gran Guerra, fueron unos alienígenos. El saldo poco halagüeño de aquella barbarie fue más de veinte millones de muertos, poblaciones completamente destruidas, viudas y huérfanos a granel. A lo anterior debo agregar hambrientos, heridos y mutilados a montones: mancos, dementes, ciegos, tuertos, sordos, cojos y seres desfigurados producto de las bombas y explosiones, un cuadro verdaderamente dantescos. Según considero los "conmovidos" jefes de estados no tienen nada que ver, según su aparente consternación, con la irresponsable y criminal conducta de los antiguos regímenes imperiales.

Juzgo que los rostros "apesadumbrados" de los jefes de estados no son de tristeza más bien de amargura, al recordar que luego del final de la Gran Guerra los imperios europeos fueron perdiendo sus colonias y "protectorados" que tenían en África. Me da la impresión que aquellos rostros adustos y ceremoniales parecieron olvidar las verdaderas razones de la contienda. Esta no fue más la desproporcionada repartición de África en la conferencia de Berlín celebrada en esta ciudad en el año 1855. No cabe duda, los representantes de los actuales gobiernos de los vetustos Imperio Británico, Francia, Imperio Alemán, Reino de Portugal, Imperio Austrohúngaro, Bélgica, Imperio Colonial Danés, Reino de Italia, Imperio Español, Imperio Ruso, Suecia-Noruega, Imperio Otomano y Estado Unidos, no recuerdan aquel cenáculo al cual asistieron sus delegados en la capital de Alemania, con el único objetivo de repartirse África. En el prorrateo de la torta los más favorecidos fueron el Reino Unido con el 30 %, Francia con el 15 % y los menos, Alemania con el 9 %, Bélgica con el 9 % e Italia con el 1 %. Solo quedaron sin amos, que no fueron colonizados, Liberia y Etiopía. Toda África quedó en manos de los ambiciosos magnates y gobiernos de la vieja Europa cuyo único interés era la expansión del capitalismo industrial, fundamentado en la búsqueda de nuevos territorios donde invertir el exceso de capitales acumulados.

Sencillamente, aquellos jefes de estados que asistieron a París a conmemorar los muertos engendrados por los antiguos gobiernos de Europa, son unos verdaderos hipócritas. Estos adustos personajes en vez de mostrase con su "semblante adolorido" debieron reunirse para pedirle perdón a la humanidad porque sus ascendientes fueron los responsables de aquel Armagedón.

Ciertamente, lo anterior es lamentable, pero lo más atroz es que los gobiernos de los países representados en la conmemoración del centenario del fin de la Gran Guerra no aprendieron nada. La mala repartición de África en la Conferencia de Berlín tuvo como resultado la Primera Guerra Mundial. Así mismo, después del triunfo de los aliados, las cicateras condiciones impuestas por los vencedores, en el Tratado de Versalles, a Alemania, fueron las causas de la Segunda Guerra Mundial (otros 65 millones de muertos más) y el afán de aquellos antiguos imperios de apoderarse de los recursos naturales de otras naciones generan actualmente invasiones, verdaderas batallas cuyos resultados son siempre los mismos: muertes, desolación y destrucción.

De aquella repartición de África, de aquella colonización y de aquella Gran Guerra por el prorrateo no quedaron naciones verdaderamente libres e independientes. Subsistieron poblaciones empobrecidas, explotadas, saqueadas, con presidentes cancerberos que respondían a los intereses de los comerciantes de diamantes, esmeraldas, oro, coltan, petróleo y como siempre, miles de muertos. Hoy por hoy todavía parte del África de color vive en una pobreza extrema, secuela de aquella colonización, a pesar que dentro de sus entrañas existen diversas riquezas de las cuales se sirven los europeos. Por ejemplo, en millones empleos en Europa, consecuencia del funcionamiento de numerosas industrias que utiliza la materia prima, comprada a precio de saldo, proveniente de la tierra de Patricio Lumumba.

No me cansaré de llamarlos ¡hipócritas! seres insinceros, unos gárrulos que esconden sus verdaderas intenciones detrás de unos discursos de aparente sensibilidad, solo para ocultar sus únicos y auténticos propósitos. Que son los mismos que motivaron la Gran Guerra: el saqueo de los pueblos para que los avaros capitalistas se enriquezcan más.

Pero la intención de aquella Conferencia de Berlín está presente, todavía el objetivo se mantiene, como es la de apoderarse de las riquezas de los pueblos. Ahora no acuden de manera descarda a una conferencia para apoderarse de lo ajeno, modernamente conforman organismos internacionales como la ONU, instituciones financieras como el BM. OMC, FMI…y un verdadero aparataje militar, como la OTAN, la cual reúne 29 países: EEUU, Reino Unido, España, Francia, Países Bajos, Bélgica. Grecia, Hungría, entre otros que en oportunidades acuerdan un verdadero ejército invasor para defender los intereses de las grandes empresas globalizadas.

Aquellos hombres y mujeres que asistieron al centenario del fin de la Gran Guerra son unos verdaderos sinvergüenzas, desmemoriados, criminales algunos de ellos mantienen un ejército invasor en Libia, Irak, Siria, Yemen y en otros países para repetir las mismas atrocidades cometidas en la Primera y segunda Guerra Mundial; en la guerra de Vietnam; en la guerra del Golfo; en la invasión a Cuba, Granada, Republica Dominicana, Panamá, Guyana…Igualmente se asocian para asesinar a presidentes y a líderes nacionalistas, para aplicar sanciones y bloqueos económicos y otros desmanes que no paran, que siempre terminan en muertos y destrucción.

No fueron alienígenos los causantes de la Gran Guerra, fueron los antiguos magnates y gobernantes imperiales. Ahora ustedes, los hipócritas, son los herederos de aquella nefasta Conferencia de Berlín, los que actualmente viajan en jet privados a los foros y a los cenáculos con un maletín cargados de ambiciones y documentos financieros para acrecentar sus fortunas. Son los mismos responsables de cientos de conflagraciones que acontecen en todo el paneta desde hace cien años. Detrás de las caras afligidas de "yo no fui" de aquellos hombres, fiduciarios de las cúpulas imperiales, se esconde la codicia y la maldad heredada de sus antecesores.

El tiempo es implacable y dentro de algunos años, cuando los residuos de los métodos imperiales hayan desaparecido del planeta, seguro que los que logren sobrevivir de esta locura podrán ofrecerle a las nuevas generaciones una forma más humana de vivir. Debo recordar, como siempre, algunas palabras de aquel sabio Simón quien le escribió a Camilo Torres en el 1813: "A luz de la verdad y el tiempo nada se esconde, el mérito brilla y la maldad se descubre". Lee que algo queda.



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Enoc Sánchez


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