Brasil: cerrar el paso a la derecha

Cualquiera sea el juicio que se tenga del gobierno de Lula – críticas más o menos duras – el cuadro político está fuertemente polarizado entre la derecha y la izquierda. La izquierda puede equivocarse muchas veces, la derecha se equivoca menos.


Ésta escogió un mal candidato, pero apunta fuerte contra el que considera su enemigo fundamental, hoy representado por el gobierno de Lula. Es una constatación de hecho que constituye el eje central de los enfrentamientos del campo político en el proceso electoral actual.


No entremos a considerar las razones de esa oposición y los ataques brutales contra el gobierno. Sabemos que no es desvelo por la ética, porque la derecha toleró, participó y ganó con todas las trampas de la dictadura, del gobierno de Collor, del gobierno de Fernando Henrique Cardoso y de tantos gobiernos locales. Constatamos su virulencia y su objetivo de desalojar al gobierno de Lula, a pesar de la moderación de tantos aspectos de ese gobierno. Se trata de una ofensiva contra la izquierda, como queda en claro en los temas programáticos centrales de la derecha: menos Estado, volver a las privatizaciones (Petrobras, Banco do Brasil, Eletrobras, Caja Económica Federal, Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social) menos impuestos, recortar más el gasto público, mayor apertura de la economía, fin de las regulaciones estatales, privilegiar las relacionesexteriores con el Norte y poner fin a la política Sur/Sur, menos soberanía e integración, más libre comercio y ALCA, políticas de seguridad pública aún más represivas y trato duro a los movimientos sociales.


En el caso de ganar el candidato tucano-pefelista (la derecha), nadie en el campo de la izquierda, de los movimientos sociales, del campo popular y del pensamiento crítico, se salvará de la saña derechista que se apoderó de la elite brasileña, nadie dejará de sufrir directa o indirectamente los efectos de esas políticas, inclusive en su papel criminizador de los movimientos sociales y directamente represivo.


Como si no fueran suficientes las invocaciones a Carlos Lacerda, las comparaciones con Watergate, la editorial de la Folha do Sao Paulo (“Degradación”) del domingo pasado es similar a la del Correio da Manhã (“Basta”) en las vísperas del golpe de 1964 (fue tachado, correctamente, de lacerdista por Luis Nassif). Quieren crear un clima de agosto de 1954, con comisiones de investigación parlamentaria funcionando de “República de Galeão"-, de marzo de 1964 –deslegitimando gobiernos y preparando el “impeachment”, en caso de que la voluntad popular una vez más se vuelva contra ellos.

Era la derecha unificada, como hace mucho no se veía –prácticamente todo el gran empresariado, la totalidad de los grandes medios de comunicación privados monopólicos, todos los partidos de la derecha y otros que un día no eran de derecha, adheridos al bloque “tucáno-pefelista”, unidos en la misma campaña contra la candidatura de Lula. Como no pueden ganar en el primer turno, su objetivo actual es llegar al segundo turno, contando con los votos de todos los que no voten a Lula. Y crear ahí un clima de viraje, con todo el contexto de terror, apoyado en la unanimidad monopolista de los grandes medios de comunicación privados, valiéndose de todos los métodos de manipulación de que se han mostrado capaces, sea en el maquillaje de las investigaciones, sea en la editorialización absoluta de los noticieros y en el uso brutal del poder que sus medios de comunicación monopólicos pueden tener a favor de su candidato –Alckmin, del bloque “tucano-pefelista”.

La izquierda tiene ahora que mostrar que sabe distinguir los campos de enfrentamiento, pero más allá de las diferencias existentes. La izquierda que no distingue el campo y los movimientos de la derecha, no es izquierda, se pierde en los ataques dispersos a otros candidatos del propio campo de la izquierda y acaba perdiendo su propio carácter de izquierda. La izquierda tiene que demostrar, frente a esa feroz ofensiva de la derecha, que sabe poner en práctica una política de frente único, que no confunde enemigos estratégicos con aliados tácticos, que sabe distinguir las líneas de división de las contradicciones entre derecha e izquierda.

No abrir más flancos al enemigo –además de los graves fallos cometidos por el PT y aparecer firmemente unida en un frente antiderechista, que fortalezca la izquierda, que apunte a sus enemigos fundamentales –el neoliberalismo, la hegemonía imperial estadounidense, el monopolio mediático. Contra el poder del dinero, de las armas y de la palabra, pilares del poder en el mundo actual y enemigos fundamentales de la izquierda. Para poder, al día siguiente de la derrota de la derecha, trabajar para recomponer la izquierda, formulando proyectos democráticos, populares y soberanos para Brasil, movilizando el pensamiento crítico del país y de los movimientos sociales, políticos y culturales –que constituyen el eje y la mayor fuerza de la izquierda. Para impresionar al nuevo gobierno, para que camine en la dirección efectiva de superación de los tres obstáculos mayores a los que se enfrenta la izquierda, en Brasil, en América Latina y en el mundo: los monopolios del dinero, de las armas y de la palabra. Para que trabaje de forma concentrada y unificada por la substitución del modelo económico por otro, impulsando metas sociales y no económico-financieras, que retome un proyecto de desarrollo acelerado centrado en la expansión del consumo popular; que realice plenamente la reforma agraria, promueva de forma central la economía familiar y la política de seguridad alimentaria, en oposición a los modelos basados en la exportación y en los transgénicos; que consolide y expanda los procesos de integración regional en el sur del mundo; que trabaje decididamente por la democratización de los medios de comunicación, que incluya la legalización y el incentivo a las radios comunitarias, el fortalecimiento de los medios de comunicación públicos y de los alternativos, que reinicie fuertemente el uso de los softwares alternativos –entre tantas otras demandas de la izquierda y de los movimientos sociales.

Pero, antes que nada, saber unirnos y movilizarnos para barrer la ofensiva de la derecha radicalizada, que es el elemento más característico de la fase final de la campaña presidencial, derrotarlos ya en el primer turno, demostrando que la izquierda sabe reconocer a sus enemigos, sabe unir fuerzas para derrotarlos, porque ningún sector de la izquierda, del campo popular, de los movimientos sociales y del pensamiento crítico permanecerán impunes ante una eventual victoria del bloque “tucano-pefelista” –enemigo fundamental de la izquierda.

Trátase de este modo, en la recta final de la campaña, de ganar los votos suficientes para consolidar la victoria en el primer turno, para frenar el ímpetu terrorista de la derecha y abrir los espacios para la recomposición de la izquierda, que permitan formular un proyecto de nación democrática política, social, económica y culturalmente; hacer que la izquierda retome, de forma unificada, la iniciativa y sostenga con fuerza su objetivo fundamental: un Brasil post-neoliberal.

No a la derecha, no a su proyecto de terror y de manipulación mediática, de intentar imponer un segundo turno de vale todo entre derecha e izquierda. Derrotar a la derecha con la fuerza del pueblo y de la unidad de la izquierda.

*Emir Sader es miembro del Consejo Editorial de SINPERMISO.


Traducción para www.sinpermiso.info: Carlos Abel Suárez



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Emir Sader

Emir Simão Sader es un sociólogo y politólogo brasileño. De origen libanés, se graduó en Filosofía por la Universidad de São Paulo, donde obtuvo una maestría en filosofía política y un doctorado en Ciencias Políticas Es profesor de la Universidade de São Paulo (USP) y de la Universidade do Estado do Río de Janeiro (Uerj), es coordinador del Laboratorio de Políticas Públicas de la Uerj y autor, entre otros de "A vingança da História".

 @emirsader

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