Presidente Santos: Lágrimas de cocodrilo desde Cúcuta

Este miércoles, 26 de agosto, el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, desde Cúcuta, dio una lacrimógena rueda de prensa. No me hizo llorar, pero a mitad de la misma me impulsó a tomar notas, pues me costaba dar crédito a mis oídos.

Relataba imágenes dolorosísimas de ciudadanos desplazados de sus casas dejando atrás, además de las casas, enseres, trabajo y hasta a sus hijos menores, que lloraban su orfandad inducida.

Después empieza a dar datos y dice que hay 1.097 deportados (no recuerdo con exactitud el adjetivo usado) digamos regulares o legales. Que están registrados y debidamente resguardados por el amoroso gobierno colombiano, en refugios de acogida. Y a quienes, según las palabras de Santos, no les falta un techo, una colchoneta donde echarse y un bocado de comida. Pero dice que hay cerca de 5.000 que se han venido por su cuenta, huyendo del terror, y que no están registrados. Les conmina a registrarse para poder disfrutar del generoso refugio gubernamental colombiano.

No se preocupe presidente Santos, esos 5.000 no necesitan refugio. Están en sus casas, que siempre tuvieron. Pasaron a Venezuela, donde invadieron unos terrenos, construyeron unos ranchos para dar la imagen de pobrecitos necesitados y que da paso les servían de caleta para lo que bachaqueaban. Cuando pasaban la sangría para su lado, pernoctaban en sus cómodas casas, adonde regresaron ahora, y luego volvían al metódico desangramiento.

Cuando con voz compungida dijo que en su precipitada huída habían dejado a sus hijitos solitos en Venezuela (tierra hostil, según la televisora española Antena 3) mi incredulidad llegó a niveles muy altos.

No es que me las quiera dar de héroe, pero a mí me matan antes de que yo abandone a un hijo mío. ¿Qué clase de padres son? Se ha visto en un diario de la ultraderecha zuliana a filas de adultos cargando colchonetas y otros enseres, flanqueados por sendas filas de militares. Ni el éxodo hebreo fue tan dramático. No detallé mucho la foto, pero así, a vuelo de pájaro no vi niños en ella. Entonces ¿Se llevaron los colchones y dejaron a los hijos? ¡Qué molleja e’ padres!

Refiriose el compungido presidente a los enseres dejados por los desalojados colonos y les estimuló a que no se preocupen. Hay 15 camiones preparados para pasar al otro lado (al nuestro, al hostil) a buscar esos enseres. Solo falta la aquiescencia del gobierno venezolano para que pasen a buscarlos. Al fin y al cabo ¡bachaqueo es bachaqueo, y eso no se puede quedar así! Qué extraño que no mencionase ni a una busetica para buscar a los niños abandonados.

Díjoles también a los repatriados, a guisa de calurosa acogida, que por empleos no se preocupen. No olviden nunca que están llegando a su casa. El DPS (Que no sé que será) tiene 300 empleos. Y el SENA (Que tampoco lo sé, como no sea el río que pasa por París, aunque lo dudo) tiene otros 300 empleos. ¡Vamos presidente! 600 empleos para 6.100 repatriados, eso no llega ni al 10%, no parece una gran solución. Pero… añadió también que harían lo posible por estimular la iniciativa de los emprendedores. Que le había preguntado a una sufrida señora en qué le gustaría emplearse y le había respondido que lo que quería era montar un negocito como el que tenía allí (O sea, aquí, en Venezuela) ¡Vale que no estaría bachaqueando! Bueno, así si se resuelve. Pero… ¿Para donde irá a bachaquear?

Tampoco les deben preocupar las largas colas en las estaciones de combustible. Esas son compras nerviosas porque piensan que se va a terminar ¡Qué va! No se ha gastado ni el 80% del cupo otorgado al Norte de Santander y ese cupo lo vamos a aumentar. Algunas estaciones de combustible van a estar abiertas hasta las 6 de la tarde y alguna que otra habrá que esté abierta las 24 horas

¡Sorpresas te da la vida! Antes las colas se hacían en las bombas del lado de Venezuela y ahora se hacen en las bombas del otro lado, que a las 4 de la tarde ya estaban cerradas. Y del lado de acá ahora se echa gasolina bola fresca.

Bien, terminó el presidente Santos con una arenga final, que trataré de reseñar lo más textualmente posible. No me exijan mucha exactitud porque estaba cogiendo apresurados apuntes. Cosa que no hacía desde hace unos 47 años. Desde que me gradué.

–Entendemos su dolor, su indignación. Pedimos respeto por la dignidad de los colombianos que lo único que quieren es que los dejen vivir, trabajar. No vine aquí a hablar de Venezuela ni con Venezuela. ¡Deportados, aquí está su país, su gobierno, su presidente! ¡No están solos, están en su casa!-

Antes de sacar lo que pienso desde hace mucho del caso se nuestras relaciones con Colombia, quiero que se caiga en la cuenta de un detalle, que para mí es significativo. Antes Chávez, ahora Maduro y con él los ministros, generales, locutores y conductores de programas de opinión cuando hacen referencia a Colombia, siempre dicen "La hermana república de Colombia" "nuestro hermano pueblo colombiano" y siempre expresiones de afecto y respeto. Pero cuando los (hermanos) colombianos se refieren a nosotros siempre dicen "Venezuela" o "venezolanos" cuando no "venecos" pero nunca hermanos.

A Antonio José de Sucre, venezolano, Simón Bolívar lo llamó "el Abel de América" lo mataron hermanos colombianos. Estos hermanos que lo mataron eran Caín, sin duda alguna. ¿Quedan Caines todavía en la hermana república?

Recuerdo que leí en una revista española de finales de los 70’s un reportaje sobre los niños de los migrantes españoles en Alemania y Suiza. Esos países, suplían sus necesidades de mano de obra con inmigrantes del sur europeo. Pero necesitaban a los trabajadores, no a sus mujeres ni a sus hijos. Solo necesitaban que trabajasen mientras pudiesen sin tener nada que los pudiera fijar en esas desarrolladísimas y democratiquísimas naciones. Y las mujeres podían parir hijos que nacerían allá, siendo entonces alemanes o suizos, lo que generaría en los migrantes ciertos derechos de permanencia. Como sería, que los inmigrantes no podían comprar ningún bien inmueble, no tenían derecho a ello. Ya que si compraban una casa o un apartamento, allí podrían establecer un negocio que les daría cierta independencia y poder salir del control de su empleador original.

Entonces, el que no se resignaba a pasar su vida trabajando como un pendejo hasta que se jubilase y volviese a su país a encontrarse con una mujer vieja y unos hijos ya adultos que ni lo conocían, entonces se llevaba la familia para allá. Pero como estaba prohibido y su familia no tenía permiso de residencia, pues vivían clandestinos. No tenían seguridad social, entonces si se enfermaban, tenían que recurrir a médicos que los atendían de forma clandestina, nunca en un hospital. Los niños no tenían educación, porque no los podían inscribir en ninguna escuela ya que eran clandestinos.

¿Qué tiene que ver esto con las relaciones con Colombia? Pues miren: Suiza era el ejemplo de democracia y sociedad organizada. A Uruguay, que era modelo de democracia y convivencia en la Latinoamérica de los años de los 30’s a los 60’s, la llamaban la Suiza de América. Sin embargo, ese modélico país veía como normal tener poblaciones clandestinas por una legislación explotadora. Y aquí viene la relación: Por esos años de finales de los 70’s o principios de los 80`s pasó una cosa que me hizo relacionar ese reportaje. Unos laboriosos hermanos colombianos pasaron a Venezuela y se establecieron en la Sierra de Perijá en donde talaron y quemaron una gran extensión de terreno de selva virgen y lo sembraron de amapola. Llegó el ejército, quemó sus honestos sembradíos (de droga fuerte) apresó a los beatíficos agricultores (que habían causado un ecocidio), y los deportó. Pues el hermano gobierno colombiano de aquel entonces, mandó una enérgica nota de protesta exigiendo que esos ciudadanos fuesen compensados.

¿Cómo nos perciben los hermanos colombianos? No se me ocurre otra manera sino como unos reverendos bolsas y pendejos. En Suiza, un obrero inmigrante no puede ni llevar a su familia ni comprar una casa. Pero aquí entran unos hermanos colombianos, se cogen una extensión de selva virgen y la exterminan (solo por eso deberían estar presos todavía), la siembran con droga dura. ¡Y se les tiene que reconocer la propiedad del terreno y el valor del sembradío!

Sr. Santos ¿Cree usted que esos conciudadanos suyos que con lágrimas en los ojos se vieron obligados a abandonar sus casa tenían la propiedad de esas casas legalmente registrada? ¿La compra del terreno? No Sr. Presidente. Invadieron los terrenos y montaron 4 palos con unas latas que luego tal vez fueron mejorando para darle visos de estabilidad.

Presidente Santos, no hace mucho, tal vez un año o dos, se presentó una situación en la zona de río Catatumbo, en donde unos paisanos suyos, campesinos, fueron desalojados de sus tierras ancestrales, no recuerdo bien si por una empresa petrolera o por unos terratenientes que iban a explotar palma africana industrialmente. Creo recordar que hubo unos muertos (no estoy bien seguro) pero lo que si sé es que un nutrido grupo de sus conciudadanos tuvieron que atravesar el río en lancha hasta la rivera venezolana en donde se acogieron como refugiados y la ONU, a través de su rama para los refugiados (ACNUR, si no me equivoco) tuvo que implementar un campamento. Y usted no dijo ni pio ¿Es que esos no le importaban? ¿Tal vez porque eran campesinos y no bachaqueros?

Pero estas cosas, que mal que bien todos las sabíamos, son rápidamente olvidadas por una cantidad de personas. En ambos extremos de espectro político. Quienes rasgan sus vestiduras escandalizados por la "brutal" violación de los derechos humanos. Ni puedo ni quiero debatir con ellos. Si les moviera cierta recta intención, dejarían el llanto hipócrita y aportarían soluciones en vez de solamente críticas. Ahora bien soluciones inmediatas para un problema urgente, que yo si critico duramente al gobierno que haya tardado tanto en hacer algo contundente.

Revisando lo que he dicho, muchos me van a retirar el habla tildándome de fascista y de xenófobo. ¡Cómo se hace! No sé cuantos de mis críticos y detractores se han calado las inhumanas colas para que al llegar te digan que lo que buscabas se terminó. Y ver fotos de las calles de Cúcuta y de Maicao (porque a las ciudades de más adentro no han ido a sacar fotos) rebosantes de todos los productos que aquí nos faltan.

Me da cierto pudor decirlo, porque suena a manida excusa. Pero tengo algunos buenos amigos colombianos a quienes aprecio y ningún enemigo (excepto el presidente Santos o cualquier otro si llegan a leer esto)

julioarconadarodriguez@gmail.com



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Julio Arconada Rodríguez


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