Cuba y Fidel: Una victoria permanente sobre los imposible

La Revolución Cubana cumplirá el próximo 26 de Julio, su cincuenta y tres aniversario a partir de su génesis en 1953 con el Asalto al Cuartel Moncada. Durante todo este largo período de la historia de Cuba, la figura de Fidel ha estado presente, como el artífice mayor junto al pueblo de sus luchas por alcanzar y afirmar la victoria. Pueblo y Fidel se han identificado en aspiraciones, sueños, esfuerzos, batallas y realizaciones, quizás como pocas veces esto ha ocurrido antes en un proceso revolucionario verdadero.

Desde los mismos inicios de la Revolución, el enemigo jugó su carta de triunfo en la eliminación de Fidel utilizando diversos recursos e incitando la acción vil de los traidores. Como señalara Che Guevara en un relato sobre la Sierra Maestra, sobre el plan de asesinato contra Fidel de un guía de la guerrilla, “toda la noche una buena parte de la Revolución estuvo pendiente de los vericuetos mentales, de las sumas y restas de valor y miedo, de terror y tal vez, de escrúpulos de conciencia, de ambiciones de poder y de dinero, de un traidor; pero, por suerte para nosotros, la suma de factores de inhibición fue mayor y llegó el día siguiente sin que ocurriera nada”.

En otro relato Che revela que un guajiro que se les unió, manifestó que Casillas, un Jefe del Ejército, le había ofrecido trescientos pesos y una vaca parida si mataba a Fidel. Che concluye de esta forma su anécdota: “no eran los norteamericanos sólo los equivocados sobre el precio de nuestro máximo dirigente”, en una clara referencia a los planes yankis y de sus aliados de atentados a Fidel, que fueron planificados y puestos en práctica desde antes y después del triunfo revolucionario y que, hasta hoy, han sobrepasado la cifra de seiscientos intentos de distintas envergaduras y concebidos en diversos escenarios dentro y fuera de Cuba.

El pueblo cubano sabe perfectamente lo que ha significado Fidel al frente de los destinos del país. Su consagración, lealtad y valentía lo han convertido en el guía indiscutible para todos los tiempos. Pero el Comandante en Jefe no sólo concita la admiración y el respaldo de sus compatriotas, sino también los de otros hombres y pueblos del mundo.

Che hubo de calar muy profundo en la esencia del proceso revolucionario cubano. En un estudio en que abordó los factores de un pretendido excepcionalismo de la Revolución Cubana, apuntó, en los inicios del Triunfo de la Revolución, que “el primero, quizás el más importante, el más original es esa fuerza telúrica llamada Fidel, nombre que en pocos años ha alcanzado proyecciones históricas. El futuro colocará en su lugar exacto sus méritos, pero a nosotros se nos antojan comparables con los de las más altas figuras de toda Latinoamérica… Hay varias características en su vida y en su carácter que lo hacen sobresalir ampliamente por sobre todos sus compañeros y seguidores; Fidel es un hombre de tan enorme personalidad que en cualquier movimiento donde participe, debe llevar la conducción y así lo ha hecho en el curso de su carrera desde la vida estudiantil hasta el premierato de nuestra Patria y de los pueblos oprimidos de América. Tiene las características de gran conductor, que sumadas a sus dotes personales de audacia, fuerza y valor y a su extraordinario afán de auscultar siempre la voluntad del pueblo, lo ha llevado al lugar de honor y de sacrificio que hoy ocupa. Pero tiene otras cualidades importantes, como son su capacidad para asimilar los conocimientos y las experiencias, para comprender todo el conjunto de una situación dada sin perder de vista los detalles, su fe inmensa en el futuro y su amplitud de visión para prevenir los acontecimientos y anticiparse a los hechos, viendo siempre más lejos y mejor que sus compañeros.

Con estas grandes cualidades cardinales, con su capacidad de aglutinar, de unir, oponiéndose a la división que debilita; su capacidad de dirigir a la cabeza de todos la acción del pueblo; su amor infinito por él, su fe en el futuro y su capacidad de preverlo, Fidel hizo más que nadie en Cuba para construir de la nada el aparato hoy formidable de la Revolución Cubana”.

Ante la caída estrepitosa y traumática del socialismo en la unión soviética y el resto de los países socialistas europeos, los enemigos apostaron al seguro que en aquella coyuntura el destino inexorable de la Revolución Cubana sería el fracaso. Los descreídos y los vacilantes dudaron ante las alternativas que enfrentaba el país, les faltaba la fe en una perspectiva victoriosa. Por el contrario, la gran masa del pueblo, revolucionaria y combatiente, conservó plena su confianza en el camino que debía recorrerse, que no era otro que el de la resistencia, y confió en las expectativas que avizoraba de poder mantener las conquistas del socialismo, más allá de las dificultades, estrecheces y avatares que debía enfrentar durante años, abandonado a su propia suerte, sostenido por su propio espíritu de resistencia, y enfrentado al arreciado bloqueo y a las amenazas de Estados Unidos.

Los observadores del resto del mundo tomaban las posiciones más variadas ante la pequeña Cuba que parecía naufragar en medio del mar proceloso del Caribe, mientras se enrumbaba en un tiempo incierto llamado Periodo Especial. Y entonces se pusieron a prueba las ópticas particulares que muchos en el mundo tenían –y aún tienen- sobre Cuba, incluyendo politólogos, políticos e intelectuales de los más variados calibres y matices. Muchos jamás imaginaron la posibilidad de que se mantuviera erguida y fiel a sus ideales, y entonaron cantos luctuosos y plañideros discursos propios de los pesimistas y descreídos. Pero fueron muchos más –una inmensa representación de los pueblos del mundo- los hombres dignos de todos los matices políticos y sociales que adivinaron la esencia del fenómeno y se organizaron espontáneamente en comités de solidaridad con Cuba, y empezaron a librar junto a Cuba y Fidel la larga batalla de resistencia. Ellos no fueron engañados por las miles de campañas propagandísticas que se han llevado a cabo durante años, y comprendieron que en aquellas circunstancias tan tremendas, el ejemplo de Cuba debía perdurar y prevalecer, que lo que Cuba había hecho por el mundo merecía una solidaridad sólida y de acero.

Ante esta realidad que vivió Cuba a partir de los años 90 –también para la presente o futura- es válido recordar las palabras de Fidel al principio de la Revolución: “No creían algunos que la Revolución fuera posible, ni que la victoria fuera posible; pero la Revolución fue posible y la victoria fue posible.”

Para los tiempos difíciles como los vividos antes y como los vividos ahora o mañana, vale la pena recordar a los amigos y enemigos, que la Revolución Cubana dirigida por Fidel, ha sido y será una victoria permanente sobre lo imposible, porque imposibles parecieron muchos hitos trascendentes de la historia de la Revolución.

A manera de ilustración sobre lo que afirmamos, he aquí algunos de estos supuestos imposibles:

Imposible imaginar la victoria de la arremetida rebelde contra el cuartel Moncada, a pesar del fracaso factual evidente; imposible concebir el desembarco avisado de 82 expedicionarios en el Granma; imposible pronosticar el triunfo de la guerra con sólo 7 fusiles en el encuentro con Raúl en Cinco Palmas; imposible librar una guerra en Cuba contra el ejército de Batista y sin la anuencia de Estados Unidos; imposible reeditar en nuestros tiempos la proeza de la invasión de Oriente a Occidente, encomendada a Camilo y Che, que Gómez y Maceo habían realizado en el siglo dieciocho; imposible lograr el triunfo el primero de enero de 1959 y contemplar el derrumbe simultáneo de la tiranía y del neocolonialismo yanki; imposible abrazar y construir el socialismo a 90 millas del imperialismo; imposible derrotar al ejército mercenario en Girón en menos de 72 horas, victoria conocida luego como la primera derrota del imperialismo en América; imposible vivir y sobrevivir los días tensos y luminosos de la Crisis de Octubre, cuando según dijera Che sobre Fidel “nunca brilló más alto un estadista”; imposible que un país pequeño y pobre pudiera tender la mano generosa y solidaria para cooperar y contribuir al desarrollo, y hasta ayudar a la independencia de otros pueblos sufridos: Angola, Namibia y el derrumbe del aparheit en Sudáfrica, son ejemplos representativos; imposible enfrentar el desarrollo de un país sobre una estructura económico-social subdesarrollada y endeble, máxime bajo las condiciones de un bloqueo despiadado de Estados Unidos; imposible eliminar el analfabetismo en menos de un año con un ejército de alfabetizadores integrado por niños, jóvenes, adultos y viejos; imposible universalizar en forma gratuita la salud y la educación de calidad para toda la población; imposible garantizar pan y trabajo para todos.

Y mucho más reciente, se unen una infinidad de imposibles. Imposible resistir la arremetida del imperialismo yanki y todas las fuerzas enemigas coligadas, cuando el país increíblemente solo y con limitados recursos materiales, debía soportar un despiadado bloqueo que alargaba todos sus tentáculos, con leyes como la Torricelli y la Helms-Burton; imposible desarrollarse en tales condiciones y mantener sus conquistas esenciales, a pesar de la caída de su producto interno bruto, del monto de su intercambio comercial, del deficiente aporte calórico de la dieta de la población y, en fin, de la caída de todos los indicadores de su crecimiento y desarrollo.

Cuando un día se pueda recoger en todos los detalles la vida y los rigores que fue capaz de soportar el pueblo de Cuba para ser fiel consigo mismo, con su Revolución y Fidel, se entenderá mejor la esencia del fenómeno revolucionario cubano y la proeza y epopeya que ello significó y aún significa.

Pero también se han venido abajo otros imposibles de carácter internacional, como son: Imposible brindar la solidaridad a otros pueblos, en medio de las dificultades de Cuba, ofreciendo miles de becas a estudiantes de países pobres; imposible aportar miles de médicos para socorrer a decenas y decenas de países de todas partes del mundo, especialmente a algunos en situaciones de catástrofes naturales devastadoras; imposible prestar ayuda y colaboración a Venezuela para en un período mínimo resolver problemas añejos como los del analfabetismo y la falta de atención médica; imposible trazar planes para formar más de ciento cincuenta mil médicos para los países subdesarrollados; imposible proponerse curar o prevenir de la ceguera a una población de cinco millones de personas pobres de nuestros sufridos pueblos de América.

En fin, puede seguirse enunciando los imposibles convertidos o con posibilidad de convertirse en posibles. Pero siempre será importante éste: Parecía imposible –todavía lo parece- derrotar una y otra vez los planes de los enemigos, de dentro y de fuera, contra Cuba.

Hoy se conocen los planes para la transición en Cuba proclamados por el gobierno de Bush, en que cifran una posible estrategia imperial para ahora y después de la desaparición física de Fidel. También se leen en la prensa, con demasiada frecuencia, los análisis y vaticinios, cargados en algunos casos de recomendaciones o conclusiones como salidos de verdaderos profetas divinos y de teóricos ungidos de toda la sapiencia sobre la política internacional.

Ante esta realidad es bueno recordarles a amigos y enemigos, la frase concluyente del Che: “Fidel hizo más que nadie en Cuba para construir de la nada el aparato hoy formidable de la Revolución Cubana.” Y sin dejar de reconocer los grandes retos y desafíos que el futuro pueda imponer a la Revolución, no se debe olvidar que ella es fruto de Fidel y del pueblo. Es el pueblo cubano quien hizo la Revolución, la construyó, la ha vivido con sus grandezas e imperfecciones, la ha defendido con su vida y la ha sabido mantener victoriosa en los momentos más aciagos que ha vivido el mundo. A los hombres de poca fe -que hay tantos en el mundo!-, a los que no han arriesgado sus vidas para hacer una revolución ni han pasado por la experiencia de defender una victoriosa, a los que han preferido contemplar las realidades del mundo y regodearse con sólo analizarlas, sin intentar jamás en arriesgarlo todo, o el pellejo, al decir del Ché, por transformarlo, debe también llegar un mensaje claro: basta ya de tantas coincidencias con la estrategia del enemigo.

En fin, en torno al tema de la significación de la Revolución Cubana – la obra más acabada del pueblo cubano a lo largo de sus duras y largas batallas por la felicidad – cabe preguntarnos: ¿cuántas pequeñas y grandes cosas que parecían imposibles, dejaron de serlo a consecuencia de la obra de la Revolución y del pueblo?

Y es esa fuerza telúrica insuflada por Fidel a su pueblo la que ha sido y será capaz de enfrentar en forma victoriosa a sus enemigos terribles y colosales. Pero existe otra fuerza telúrica que le acompaña en forma de solidaridad militante, y que proviene de países desde uno a otro confín de la tierra. Y esas fuerzas telúricas sumadas y potenciadas, son y serán capaces de vencer todas las arremetidas y planes de ataque contra Cuba. No importa lo difícil, o hasta imposible, que pueda parecernos hoy el futuro.


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Wilkie Delgado Correa


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