Otro mundial será posible

El domingo 13 de julio fue la última cita por este cuatrienio del verdadero deporte universal: el futbol, estiman que más de un mil millones de personas, fueron fieles espectadores de los 64 juegos que 32 naciones se disputaron en 12 estadios allí en la meca del futbol: Brasil; con la particularidad de ser un deporte que a casi a todo el mundo le gusta, porque además es relativamente fácil de entenderlo.

El futbol  así tan simple pero tan complejo, mueve durante un mes el alma de una parte de la humanidad y las grandes transnacionales de las comunicaciones, de la confección de ropa deportiva, el calzado, las bebidas, entre otras, obtienen monstruosas ganancias, que hacen de los creadores de la FIFA un verdadero imperio.

Brasil, fue en este principio del siglo XXI, el primer país sudamericano en organizarlo, tuvo innumerables inconvenientes con la FIFA que también se vio metida en problemas, porque aun este país siendo la octava economía del mundo y teniendo el desarrollo capitalista que le otorga ese lugar, no pudo concluir los 12 estadios tal como estaba pautado y como debe ser el mandato FIFA, además por las protestas y reclamos que el pueblo Brasileño hizo, antes y durante este mundial.

Brasil se gastó según cifras que diferentes medios han publicado, la bicoca de 16 mil millones de dólares en todas las infraestructuras de construcción y remodelación de los 12 estadios, además de otras obras    colaterales; esta inversión ha sido muy discutida por el pueblo Brasileño, que presenta como todos nuestros países la mismita contradicción de tener una pobreza desmedida y con poca o ninguna atención, por eso las protestas y los reclamos no se hicieron esperar.

Llamaba la atención cuando algunos medios de comunicación dejaban de lado  el Dios futbol y se entraban en el corazón y las entrañas del Brasil Pueblo y profundo, la gente reclamando por ejemplo que se había construido ese inmenso templo para jugar futbol y ni siquiera allí había equipos locales de futbol, solo los acompaña los  graves problemas de salud por no tener adecuados hospitales públicos, no contar con escuelas dignas, ni agua potable y unos índices de violencia e inseguridad tremendos.

Por otro lado el imperio de La FIFA, que cada cuatro años lleva su espectáculo a un determinado país, previamente evaluado sobre todo en lo económico, poco le importa la real situación del país anfitrión, solo les importa que sus inversiones en el espectáculo se les multiplique por n veces, sin que corra mayor riesgos.

Este Brasil 2014, por el auge cada día mayor de los diferentes mecanismo de comunicación, le abrieron a la gente más los sentidos de que allí no solo se juega futbol, sino que ya casi por encima del juego en si, están los grades negocios que montan las transnacionales alrededor del juego, ya este mundial demostró que La FIFA maneja un poder casi que omnipotente y que en el país que monta “su espectáculo” hace literalmente lo que le da la gana.

Por esas razones cada vez que el presidente “casi dueño” de La FIFA  es tomado por las cámaras de tv en pleno juego, se lleva la honrosa pita de casi la totalidad de los asistentes que en Brasil eran en promedio 60 mil almas en el estadio, y es por eso que  en la premiación se le veía tan nervioso y apurado imponiendo las medallas a los jugadores, por el volumen tan alto  de los decibeles en sus oídos con la pita que le metieron.

Brasil tiene este 2014 una cita electoral en el mes de octubre y la presidenta Dilma Rousseff se vuelve a presentar como candidata a la reelección, no se sabe a ciencia cierta qué le deparará políticamente este mundial a su propósito reeleccionista, pero los hechos hablan, la población Brasileña en buena medida estuvo en contra de esas altas inversiones, su país futbolísticamente fue “derrotado” por eso sería que según los comentaristas deportivos, la presidenta de Brasil solo tuvo la copa en sus manos unos treinta segundos, porque   la pita nuevamente no se hizo esperar y retumbó con más de 78 mil almas que presenciaron esta final, en legendario e histórico estadio Maracaná; ojala y los pueblos puedan soñar con que otro mundial de futbol, será  posible.

 

 



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Juan Alberto Sánchez García


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