Alquimia Política

Internacionales obreras y espíritu socialista

El Socialismo no es una receta para el éxito; es un transitar contrario al capitalismo neoliberal; ese capitalismo que ha pervertido la sociedad hasta sus raíces. Por ello, proponer el Socialismo en el siglo XXI, es tanto como echar en una herida abierta alcohol isopropílico: ¡de que arde, arde! Pero para comprender los caminos y luchas que esa propuesta Socialista ha tenido, es necesario que nos remontemos al segundo lustro del siglo XIX, allí, en la organización del movimiento obrero internacional, está la clave de lo que se necesita y de los errores que no se deben cometer.

Uno de los rasgos distintivos del Socialismo de todo signo fue su carácter internacionalista; las doctrinas marxistas como otros pensadores sostenían que los trabajadores del mundo sufrían los mismos problemas y era por tanto necesario, aunar esfuerzos, intereses y objetivos para derrotar a la burguesía. El texto escrito en 1848 por Marx y Engels, el "Manifiesto comunista", lanzaba una consigna clara: “Proletarios de todos los países, uníos”. Fruto de esa idea, surgieron organizaciones que intentaron servir de enlace entre grupos de trabajadores de diferentes países en pos de la consecución de la revolución universal; fueron las llamadas Internacionales Obreras: La Asociación Internacional de Trabajadores (AIT) o I Internacional Obrera (1864-1876), fundada en 1864, tuvo como sede la ciudad de Londres. El encargado de redactar sus estatutos fue Karl Marx, destacando que la liberación del proletariado sólo sería obra de los propios trabajadores y que la toma del poder era prioridad para alcanzar los objetivos de emancipación y libertad. Las reivindicaciones de carácter social tomaron mucha importancia, sobre todo lo de la jornada laboral de 8 horas, pero a pesar de la euforia y motivación que se le dio a esta primera internacional, su debate fue polarizado

y sufrió, a partir de 1868, con la incorporación del ruso anarquista Mijaíl Bakunin, inmensas desavenencias en lo concerniente a la lógica con que se debería tratar el asunto. Marcó la pauta el enfrentamiento entre marxistas y anarquistas, episodio decisivo en la división del movimiento internacionalista lo constituyó el fracaso de la Comuna de París (1871) y la experiencia de carácter revolucionario que surgió tras la derrota de Sedán (1870), sufrida por las tropas francesas de Napoleón III frente a Prusia y que tanto Marx como Bakunin consideran la primera experiencia real de sus planteamientos, pero con claras diferencias en su naturaleza y en las causas de su fracaso.

Esta situación llevó al movimiento obrero, en el Congreso de La Haya de 1872, a tomar acciones desesperadas de última hora para rescatar el carácter diplomático de la internacional obrera que por culpa de las acciones terroristas de los movimientos de ultraderecha, perdía apoyo popular. Los anarquistas fueron expulsados de la organización, que pasó a ser controlada por los marxistas hasta su disolución en 1876. Esta primera internacional fue decisiva en varios aspectos en lo que a la postre sería la concepción del Socialismo real; por un lado mostró la intención de los movimientos de izquierda a dialogar y hacer política; y por otra, sentenció que el carácter internacional del movimiento obrero era para promover la paz y la igualdad con justicia, muy lejos de ese pensamiento radical de algunos sectores revolucionarios. Las razones que llevaron a ese enfrentamiento pueden resumirse en las siguientes: Marx deseaba una organización estructurada en torno a una autoridad como forma de reforzar la eficacia de las decisiones adoptadas, todo lo contrario de Bakunin que se oponía a cualquier control o jerarquía. Los anarquistas se definían a sí mismos como "socialistas antiautoritarios". Bakunin, pensaba que los movimientos obreros sólo debían organizarse en torno a sindicatos y no intervenir jamás en política, ya que ello acabaría por desvirtuar su fuerza revolucionaria.

La Segunda Internacional Obrera (1889-1916), con sede en Bruselas, albergó en su seno una amplia gama de tendencias ideológicas, aunque prevalecía una clara orientación socialista marxista. Entre sus objetivos fundamentales destacó la búsqueda de una legislación que mejorara las condiciones de vida de los trabajadores y, de forma especial, la instauración de la jornada de ocho horas. Dos de los símbolos distintivos de la identidad cultural del movimiento obrero nacieron en ese encuentro: la jornada del Primero de Mayo como fiesta reivindicativa (Día Internacional del Trabajo) y el himno conocido de la Internacional. Los problemas que minaron la concreción de objetivos más empinados con el espíritu de libertad proletaria, fueron de carácter interno, en este caso el enfrentamiento ideológico entre los dos grupos surgidos en el seno del socialismo marxista: El radical, compuesto por los marxistas ortodoxos, que consideraban a la revolución como única vía para destruir el capitalismo y cambiar la sociedad, Rosa Luxemburgo fue una de sus máximas representantes; y los moderados, de carácter reformista, denominado “revisionista”, que discutía algunos puntos de la teoría marxista, como el de la lucha de clases o el materialismo histórico y defendía la vía pacífica mediante la participación en las instituciones políticas. Entre sus representantes destacó

Eduard Bernstein. La Segunda Internacional acabó con el estallido de la Guerra Grande, o Primera Guerra Mundial, cuando los sentimientos Patrióticos del proletariado de los países enfrentados primaron sobre el ideal de solidaridad internacional.

Por último, entre 1917 y 1943, se va a dar la tercera Internacional, última Internacional tras el triunfo de la Revolución Bolchevique de Rusia, la cual estableció criterios de vencedores: se proclamó comunista y se alejó, por tanto, de las tesis reformistas revisionistas su existencia estuvo siempre condicionada por los intereses de la naciente Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas (URSS.). El movimiento obrero internacional quedó a la deriva después de 1991 del siglo XX, cuando se desmiembra de URSS. y queda un vacío que sólo experiencias puntuales en Latinoamérica (con Cuba y Venezuela) y la propia República Rusa (en la parte norte de Eurasia), han mostrado una actitud reivindicativa y de justicia social hacia los trabajadores y trabajadoras. Es necesario motivar una nueva y definitiva Internacional Obrera que imponga los valores humanos por encima de los administrativos-financieros. *.-

azocarramon1968@gmail.com


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Ramón E. Azócar A.

Doctor en Ciencias de la Educación/Politólogo/ Planificador. Docente Universitario, Conferencista y Asesor en Políticas Públicas y Planificación (Consejo Legislativo del Estado Portuguesa, Alcaldías de Guanare, Ospino y San Genaro de Boconoito).

 azocarramon1968@gmail.com

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