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Un punto de partida
La
Española era el nombre que tenían las actuales República Dominicana y
Haití, bajo el poder de la Corona Española. Allí fue donde se levantaron
por primera vez, los esclavizados africanos en tierras americanas,
encabezada por el líder Enriquillo (1522) contra el gobierno de Diego
Colón (hermano de Cristóbal Colón).
Esta isla era una sola, pero
después del Tratado de Paz de Ryswick, firmado en el año 1697 entre
Francia y España, “la parte occidental de la isla la Española se le
cedió a los Franceses”.
A partir de esa fecha, “La Española” se
va a dividir lingüisticamente. Una hablará español, y la otra francés
(pero más la lengua creole), pero culturalmente quedarán elementos
sociales comunes, la música es uno de ellos, y el merengue o meringue
será una especie de lugar común de ambos pueblos. Actualmente, existe
una discusión sobre el origen sobre del merengue, si es de República
Dominicana o Haití.
En el año de 1796, el francés Moreau de
Saint Mery, observaba que “en Saint Domingue (Haití), y particularmente
en la parte occidental francesa existe, desde hace tiempo, un género de
danza llamado Voudou, que exige la participación de dos o cuatro
personas, caracterizados por movimientos del cuerpo (cabeza, espaldas).
Esta danza se acompaña con un tambor, percutiendo las manos, coros y
cantos”.
Del vudú al merengue
De
aquí se desprende, que el merengue que conocemos actualmente, pudiera
tener su origen en los rituales vudistas que se ejercitaban en tiempo
coloniales. Tal vez esas células rítmicas de los tambores “Rada” o Arara
(del antiguo Dahomey), fueron saliendo los elementos creativos para ir
conformando la estructura del merengue contemporáneo.
El investigador
Fouchard nos da su visión para enriquecer la discusión sobre la génesis
del merengue: “si nuestra meringue tiene una historia, ella debe
comenzar al ritmo de la Bamboula de Saint Domingue y remonta –¿por qué
no?- a las impúdicas gimnásticas de la calenda y la chica”.
Tanto la
calenda como la Chica, eran dos tipos de danzas muy practicadas por los
negros esclavos en Haití. La Chica es una danza de procedencia
congolesa. La calenda era acompañada por los tambores denominados
Bamboula.
“La palabra meringue no cayó del cielo. El nombre meringue
es de nación Mozambique”. En este país ubicado en la parte oriental de
África, la palabra Meringue es asociada a un tipo de danza tradicional
entre los Bara.
De los argumentos anteriores (Fouchard, Moreau),
podemos inferir que el merengue recogió en su paseo histórico, elementos
del Vodu, Calenda, Chica, Compa y elementos culturales
franco-hispanoárabe.
Creemos que el epicentro del merengue fue Haití
por las descripciones históricas que nos hizo Moreau Saint Mery en el
siglo XVIII.
De Haití a República Dominicana
Con
el merengue pasó lo mismo que con el vodú, el cual pasó las fronteras
haitianas hacia la República dominicana con el nombre de Gaga.
Conseguimos entonces en República Dominicana el merengue con sus
variantes: El merengue redondo, estilizado y pambimcha’o. Alli fue
enriquecido y proyectado a tierra firme y a Europa constituyéndose en
otro aporte afrocaribeño al mundo.
Hoy el merengue República
Dominicana, ha contribuido a eliminar las barreras del racismo aún
mantenidos por la burguesía dominicana; así como también ha servido para
luchar contra la opresión dictatorial del expresidente Trujillo, al
cual le dedicaron un merengue cuando lo asesinaron:
“Mataron al chivo en la carretera déjamelo ver déjamelo ver. Mataron al chivo y no me lo dejaron ver”.
Es
ese el sentido realmente funcional del merengue, acompañado a su
pueblo, que también se manifestó cuando el Pentágono de Estados Unidos
decidió derrocar, a través de la intervención militar con sus marines al
presidente Juan Bosh.
En ese momento, músicos como Jhonny Ventura
salieron a la calle a gritar contra la intervención a ritmo de merengue,
lo mismo hizo Cuco Valoy, y otros músicos que se reafirman en su
compromiso con el sentido de lucha y fuerza que siempre ha representado
la herencia musical africana en América. El ejemplo de Cuco y Ventura,
es diferente al ejemplo de Wilfredo Vargas, extraordinario músico,
arreglista y compositor contemporáneo del merengue, pero que en sus
textos literarios ha ridiculizado la presencia africana en nuestra
América, precisamente con un tema que se llama “El Africano”, donde
caricaturizaba al “negro” como un salvaje, reforzando así la visión
“tarzanística” que impuso Hollywood con sus películas de los años
cuarenta.
Seguro estamos que en el hoy abatido Puerto Príncipe, que cuando el pueblo se lanzó al derrocamiento del terrible dictador Baby Doc Duvalier, el Merengue estuvo allí presente reclamando su papel en la historia como pieza del cimarronaje musical caribeño, que abrazó la causa de la justicia para acompañar a los hambrientos, a los desasistidos, a los miserables, a los sin nada, por la conquista de un mundo mejor.
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