El dulce perfume de la contrarrevolución

El secretario de defensa de EE.UU., Robert Gates, se encuentra en Riad para conversar con el rey saudí  Abdullah. Associated Press dijo a los medios del mundo que discutirán la “agitación árabe”. Luego vienen todos los otros clichés, “reforma política”, "producción de petróleo", “la amenaza iraní”. Pero ya que el Pentágono se reúne con la Casa de Saud en la coyuntura actual, sólo pueden decir una cosa: Amo el perfume de la contrarrevolución por la mañana.

Si, huele mucho mejor que napalm. Y huele a victoria. La contrarrevolución estadounidense-saudí está  venciendo, de manera aplastante, a la gran revuelta árabe de 2011. La Casa de Saud quería que Hosni Mubarak en Egipto se aferrara al poder de principio a fin, igual que Washington, que primero dijo que el régimen era “estable”, luego apostó a que Omar “Jeque al-Tortura” Suleimán realizara una “transición ordenada”, y luego, cuando el colapso era inevitable, se sumó renuente a las multitudes de la Plaza Tahrir.

Para impedir que Washington tratara siquiera de volver a colocarse al lado correcto de la historia, la Casa de Saud tenía su plan para aplastar las pacíficas protestas en Bahréin, invadiendo a su vecino por la carretera elevada King Fahd. Sólo fue posible porque ya se había cerrado un crucial trueque con Washington: nosotros os damos una votación de la Liga Árabe a favor de una zona de exclusión aérea sobre Libia, vosotros dejáis que nos encarguemos de Bahréin (vea “Revelado el acuerdo entre EE.UU. y Arabia Saudí, Rebelión, 2 de abril de 2011).

Mientras Gates y Abdullah discuten la problemática del “Acercamiento estadounidense” (los dictadores que no serán castigados por asesinar) y de “alteración de régimen” (para los que quieren tirar a los perros), la actual coyuntura significa que Washington/Casa de Saud están a cargo en todos los frentes, en el lado equivocado de la historia y todo eso.

La Casa de Saud y Qatar están imponiendo (sutilmente) la “transición” en Libia. Esta alianza qatarí-saudí es ahora un reflejo de la alianza israelí-saudí. La Casa de Saud también dicta la transición en Yemen, ya que el gobierno de Barack Obama ha decidido tirar a los perros al presidente Ali Abdullah Saleh (porque fue suficientemente incompetente como para no matar bastante gente en su país y así aplastar su revolución pacífica). Saleh ya no tiene ningún valor como “nuestro hijueputa” en la guerra estadounidense contra al-Qaida en la Península Arábiga (AQAP) incluso mientras la oposición yemení –que no confía en los saudíes– está siendo cooptada por el corrupto general Ali Mohsen, amigo de al-Qaida. La CIA acepta alegremente ofertas para sucesor de Saleh.

Qatar, más belicista ahora que la OTAN, recibe la recompensa merecida. Un diplomático qatarí debería suceder al oportunista Amr Moussa como secretario general de la Liga Árabe (Moussa busca una mejora, como próximo presidente egipcio). ¿Y después? ¿Un secretario general qatarí en la OTAN? Bueno, tuvieron suficiente dinero para comprar la Copa del Mundo de fútbol de 2022.

Gates y Abdullah podrán hablar también sobre el espectacular éxito del AFRICOM del Pentágono, que aunque inició su actividad a finales de 2008 ya ha estado involucrado en su primera gran guerra africana. ¿A quién le interesa que el comandante de AFRICOM, el general Carter Ham, tenga que explicar ahora esta guerra a numerosos Estados miembro de la Unión Africana (UA), que nunca quisieron su comando en sus países para comenzar? Hasta Gates había admitido que la guerra contra Libia no era exactamente una prioridad estratégica de EE.UU.

Una reunión de gabinete de la Casa de Saud, según el periódico saudí Arab News, “expresó su aprecio” por una declaración de la patética dinastía al-Khalifa en Bahréin en la que agradece a los saudíes por invadir su país; “la paz y la estabilidad han vuelto a Bahréin como resultado de la sabiduría de su dirigencia en el manejo de sus asuntos internos”. Luego todos gritaron y culparon a Irán.

Hora de ser inclusivo

Los al-Khalifa en Bahréin definitivamente tienen éxito en el derrocamiento de su propio pueblo. Si sólo pudieran arrojar a un 70% de la población al Golfo Pérsico y así gobernar en paz. Cerraron el único periódico de oposición del país –al-Wasat– y luego lo reabrieron con un nuevo editor favorable a los al-Khalifa.

Activistas por los derechos humanos, periodistas y blogueros han desaparecido, o los han hecho desaparecer. Empresarios y directores ejecutivos reciben amenazas si no despiden a los trabajadores que se declararon en huelga. Virtualmente nadie sigue twitteando o utilizando el Facebook. Familias chiíes que viven en vecindarios mixtos se van porque son amenazadas cada vez que se detienen en puntos de control. La gente habla por teléfono en clave. En lo que respecta al gobierno de Obama, Bahréin ni siquiera existe.

El descenso de Bahréin al Siglo VII es la ganancia de Dubai. Dubai crecerá hasta un 4% este año –beneficiándose de la “agitación” en el mundo árabe. La población de los Emiratos Árabes Unidos (EAU) llegará a 8,25 millones; llegan trabajadores extranjeros en masa, muchos de ellos de Bahréin.

Qatar y los EAU forman parte de la pequeña y no representativa, “coalición de los dispuestos”  involucrados en el engaño de la zona de exclusión aérea de la OTAN sobre Libia. Ahora los británicos “instan” a esos dos parangones árabes de la democracia a que entrenen a ese grupo abigarrado, los “rebeldes” libios orientales, para que puedan anexar y conservar algunos granos de arena del desierto antes de que se negocie algún tipo de alto el fuego.

Traducción: buen negocio para “compañías de seguridad privada” británicas, es decir mercenarios, algunos de los cuales tienen experiencia en los servicios especiales. Sus salarios deberían ser pagados pronto por Qatar, los EAU y Jordania, ese país infestado de “agentes de seguridad” y gobernado por el rey Playstation. Eso prueba una vez más que solo hay un juego válido, no autorizado por la resolución 1973 de las Naciones Unidas: el cambio de régimen.

Nadie puede predecir qué ramificaciones tendrá la gran revuelta árabe de 2011 en términos de la producción de petróleo, el flujo de la inmigración, la relación con Israel, la atracción de Turquía como modelo político y el futuro de la franquicia de al-Qaida. Pero tal como están las cosas la política de seguridad nacional de Washington todavía se ve y se siente como un sueño de opio orientalista; sólo podemos tratar con el mundo árabe a través de un cliente tirano/dictador local. Rápido, más de ese opio; ya somos adictos.

¿Por qué, entonces, no anexar simplemente todo el asunto? A EE.UU. le haría bien tener un 51 Estado rico en petróleo. Y hablemos de un paquete de estímulo. Los ciudadanos estadounidenses incluso podrían cobrar petróleo como sus impuestos. Ya es hora de eliminar a los intermediarios. ¿A quién en el mundo árabe no le encantaría depender de Obama en lugar de depender de esos patéticos Abdullahs y al-Khalifas?

Enviado por 

hruedaduarte@gmail.com



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