A Razan Zaitouneh, Samira Jalil, Wael Hammada y Nazem Hamadi, en el aniversario de la revolución siria

Siria: La memoria de la libertad, la memoria del dolor

   



A Razan Zaitouneh, Samira Jalil, Wael Hammada y Nazem Hamadi, en el aniversario de la revolución siria.

Todo nos conduce a la desesperación, pero no desesperaremos. Vivimos en la frustración, nos tragamos el dolor y las sombras de los muertos ocupan nuestras miradas, pero no desesperaremos.

La revolución de los niños de Daraa y de los cientos de miles que ocuparon las calles y plazas mientras derramaban sangre y libertad, el rostro de Ghiath Matar, el martirio de Basel Shehadeh tras una cámara en Homs, las imágenes de tortura publicadas por el régimen en las redes sociales, los nombres de los días de la revolución (desde el viernes de Saleh al-Ali hasta Viernes Santo, pasando por el viernes de la unidad del pueblo sirio), el grito de los manifestantes a los soldados para que no dispararan a su pueblo, la valentía del pueblo que gritó "Al pueblo sirio no se le humilla", las coordinadoras locales… Todo ello configura el cuadro de un sueño. El monstruo pisotea a la gente reprendiéndoles mientras ironiza: "¿Queréis libertad?" La gente muere, pero no renuncia a su libertad y su dignidad.

Una simple expresión resume la explosión de libertad en Homs, Hama, Deir Ezzor, Alepo y Damasco, la expresión que escribieron los niños de Daraa mientras disfrutaban de su libertad, que habían recuperado en las paredes de su ciudad, convirtiéndose todas las paredes del mundo en un eco del eco de sus voces. La muerte de Hamza al-Jatib pasó a ser otro nombre de la infancia de la libertad y la fútil dignidad del ser humano.

Esas imágenes configuran nuestra memoria, esa a la que no logrará destruir la memoria del crimen, el fracaso, el tropiezo y la degradación moral que ha causado la lucha regional por Siria, para evitar que dicho país recupere su voz. Es nuestra memoria frente al tropiezo de la oposición u oposiciones, y su decadencia bajo los golpes de las ilusiones que van desde el CNS a la CNFORS, y un largo etcétera. Es la Siria dibujada en el rostro del dolor y la destrucción salvaje.

En el inicio del quinto año del gran estallido sirio, la mayor amenaza a la que se enfrenta el pueblo sirio hoy es la guerra de la memoria de la decadencia y el salvajismo contra la memoria del sueño y la esperanza. Desde el inicio, el régimen, recurriendo de pleno a la solución militar, insistió en borrar las manifestaciones con la sangre de los manifestantes, y en enterrar el levantamiento popular bajo los escombros de los pueblos y las ciudades destruidas. La muerte como borrador de la memoria, y el amontonamiento de las desgracias como borrador de la desgracia. El despotismo escondía una gran cohesión del aparato militar que había creado, y el potencial de las mafias de los servicios secretos que habían sido educados en la resistencia. Que el régimen se lanzara sin condiciones a los brazos de su aliado ruso y su total subyugación a la estrategia de su aliado iraní han sido algunas de las razones de su éxito. Sin embargo, el mayor éxito ha sido su decisión de convertir Siria en una Hama, donde el dictador padre había escrito la historia de su régimen salvaje con sangre. El hijo aprendió la lección y decidió destruir Siria y vengarse del pueblo convirtiéndolos en refugiados, desplazados y mendigos. Así, recuperaba la historia de los mogoles y los tátaros, que edificaron los muros de su dominio con calaveras humanas.

Sin embargo, el pueblo sirio, que salió a las calles de la libertad, decidió no regresar a la cárcel: un pueblo sin liderazgo político, cercado por la represión del déspota y las milicias sectarias aliadas, se ve asfixiado por un grupo de "aliados" que intentan por todos los medios matar su espíritu. Un pueblo al que cercan sus "amigos", como lo hace el régimen, se ha visto descender progresivamente a la posición de víctima absoluta.

Un régimen bárbaro por un lado y Daesh y sus hermanos por otro. Uno mata y el otro quema, crucifica y comete genocidio, y ambos rapiñan la sangre del pueblo sirio. El régimen ha robado el sueño de los ojos apagados de los niños, y Daesh y sus hermanos han robado la revolución de las manos de la gente, convirtiéndola en otra cara del salvajismo que caracteriza al despotismo y su decadencia.

Hoy la memoria de la revolución se pone frente a la memoria del crimen.

No desesperaremos porque nosotros hemos sido testigos.

No olvidaremos porque no podemos traicionar nuestras voces.

No nos someteremos a aquellos que borran el crimen con crímenes, ni a los que quieren destruir nuestra vida llamando a la rendición ante los dictadores.

La revolución estalló en nosotros y nadie la hizo estallar. Es cierto que las élites políticas no han estado a la altura de la revolución, y que los emires del petróleo y el gas que han jugado con estas élites han hecho del liderazgo un trapo con fragancia de fracaso, y que los "aliados del pueblo sirio" no han sido más que una gran mentira de unos estados que no ven en nuestros países más que antiguas colonias. También es cierto que la revolución se ha desvanecido y que Daesh y Al-Nusra la han convertido en una nueva pesadilla.

Todo eso es cierto a día de hoy, y todo ello nos invita a la desesperación. Pero después de desesperarnos y superar la desesperación, descubrimos que el pueblo sirio, el pueblo de los refugiados y desplazados, el pueblo al que han sacrificado y con el que se han ensañado, ese pueblo es el único que posee el secreto de la supervivencia.

No solo posee la memoria de los valores de la libertad y la dignidad humana, sino que también es la materialización viva de dichos valores. Y mañana, cuando esta pesadilla haya pasado, los actores regionales e internacionales descubrirán que su juego salvaje y su lucha por Siria no les ha llevado a ninguna parte y se les volverá en su contra. Entonces, no habrá más que una voz, una voz en la que se unen millones de gargantas que gritan por la libertad.

En ese momento, no vencerá más que quien haya preservado los valores éticos y humanos, porque los valores de la justicia, la libertad y la igualdad son los únicos que pueden curar las heridas, haciendo que la memoria de la libertad reine sobre la memoria del dolor.



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