Mujeres del mundo: levanten su voz de solidaridad con Sakineh

 

 No sabemos si al momento de escribir esto ya Sakineh Mohamadi Ashtiani esté lapidada o ahorcada en Irán. Ambas, pero especialmente la primera, son formas o metodologías de quitarle la vida a una persona que deberían estar incluidas en crímenes de lesa humanidad y, muy particularmente, cuando se trata de una mujer.

 Existen gobiernos que se llenan la boca en anunciar que son contrarios al régimen imperialista, porque éste se sustenta en métodos atroces de exterminio social; que luchan contra el capitalismo, porque éste niega todos los fundamentales derechos humanos a las grandes mayorías sociales; e incluso, algunos cantan loas al socialismo por considerar que éste es el único sistema que pone fin a las desigualdades e injusticias -especialmente las que viven las mujeres- ya extremadas por el capitalismo salvaje. Eso está muy bien, pero no es suficiente y menos para respaldar a los hechos de la práctica social por crear un mundo nuevo.

El mundo está demasiado lejano de aquel sueño de Fourier cuando sostenía que la emancipación de la mujer es la medida más exacta de la emancipación de la humanidad entera. El hecho que en unos países mujeres cumplan funciones de jefe de Estado, jefe de gobierno, ministras, parlamentarias o de importantes gerencias en la administración pública no es comparable al bochornoso nivel de desigualdades y de injusticias en que se mantiene a la mujer en general en relación con el hombre en general.

El hombre, aun cuando en el capitalismo se han desarrollado las ciencias y multiplicado los problemas nacidos de la relación hombre-mujer, no se ha percatado que con la monogamia, exigida rigurosamente a la mujer, nacieron, dice Engels, dos figuras sociales constantes y características que eran totalmente desconocidas hasta entonces: el inevitable amante de la mujer y el hombre cornudo. Más por ello no dejó de ser la monogamia un gran progreso histórico, pero, lo dice Engels, inaugura “… juntamente con la esclavitud y con las riquezas privadas, aquella época que dura hasta nuestros días y en la cual cada progreso es al mismo tiempo un regreso relativo y el bienestar y el desarrollo de unos verifícanse a expensas del dolor y de la represión de otros…”. Sépase, entonces, que el primer antagonismo de clases que apareció en la historia coincide con el desarrollo del antagonismo entre el hombre y la mujer en la monogamia; y la primera opresión de clases, con la del sexo femenino por el masculino. ¿Eso ha cambiado en el mundo capitalista? No, mil veces no. En definitiva: la monogamia vino a ser el esclavizamiento de la mujer por el hombre sin restarle importancia al progreso que trajo consigo para el género humano. El capitalismo jamás va a cambiar eso mientras que el socialismo lleva en sus entrañas la emancipación de la mujer pero igualmente del hombre de toda expresión de esclavitud social.

¿Qué importa que a Sakineh Mohamadi Ashtiani la maten a pedradas limpias o ahorcada cuando no existe ningún fundamento jurídico, político, moral o humano para quitarle la vidade una de las dos formas en que le cobran su “delito”? ¿De qué vale el método si la razón es vilipendiada por los autores del crimen? Los hombres que condenan a muerte a una mujer por adultero son, precisamente, los que elaboran leyes para ellos tener cuántas mujeres pueda sustentar sus bolsillos económicos. Son polígamos, pero eso no es un delito mientras que el adulterio (practicado por una mujer) es un delito que implica perder la vida. ¿Acaso la poligamia del hombre no es una forma de adulterio?

No andamos juzgando ni condenando a ninguna religión y, mucho menos, a quienes tienen la fe de creencia en un Dios superior que les rige sus destinos. Condenamos es el método bárbaro y criminal de ultrajar a la mujer en nombre de Dios. No existen antecedentes que nos induzcan a pensar que hubo un Dios que ordenó al hombre caerle a latigazos limpios a las mujeres por cometer lo que sus maridos o esposos creen son delitos. En estos días pasaron en directo el terrible maltrato de que fue víctima una mujer en Sudán acusada de haberle sido infiel al marido. Dos policías le propinaban los latigazos frente a un público insensible, inhumano, carente de sentimientos y que en el fondo violan todos los principios o ideales de su Dios, porque éste no puede ser tan malo para avalar esos métodos criminales. Los hombres que castigan a la mujer, actualmente, con los métodos del esclavismo social pareciera que nacieron del vientre de las lobas y no de las mujeres. No hubo ningún oído receptivo ante los gritos de dolor, ante tanta clemencia que solicitaba la víctima y era cuando más recibía los embistes diabólicos de quienes le propinaban latigazos en nombre de Dios y de una religión que en vez de ser comprensiva con los derechos de las mujeres, lo que hace es otorgarle al hombre la potestad de esclavizar a la mujer.

Contra los viles castigos del hombre a la mujer, alegando su fe en Dios, es necesaria la revolución proletaria que construya el socialismo para que todos los seres humanos sean cultos y dejen de creer en dogmas y mitos que siempre serán focos de ignorancia, de ignominias y de maltratos al sexo femenino. ¡Viva la emancipación de la mujer como el único paso seguro para la emancipación de toda la humanidad!



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El Pueblo Avanza (EPA)


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