Y en aquellos días, los cagones pitiyanquis tenían orgasmos delirantes todos los días

Bin Laden, con esas luengas barbas, la mirada serena e indiferente fue convertido en el perfecto Chivo Expiatorio.

Y tras él los acorazados y portaaviones gringos.

Llegó a decir George W. Bush que el que no estaba contra los terroristas estaba contra América del Norte, y la cosa era un directa indirecta contra Chávez y medio mundo.

Y entonces la oposición venezolana gozaba delirante con el morbo de esta amenaza, pues desde la más elemental lógica esto implicaba también estar contra la CIA y sobre todo contra el propio padre de Bush ex director de la CIA.

Esos acorazados no podrán vencer ni destruir a los millones de seres que secretamente se alegraron de la destrucción de las torres gemelas y del supuesto golpe mortal al Pentágono. De las decenas de gobierno que celebraron en secreto este ataque, aunque de la boca para afuera hubiesen hecho declaraciones contra el terrorismo de los talibanes, contra cualquier forma de terrorismo.

Claro, como supuestamente le habían pegado al gigante de gigantes, los eunucos, los pitiyanquis, los eternos vendidos al Sansón que les da por el culo a todos los débiles del mundo, se habían unido en una sola y descomunal llorona.

Los bomberos de muchos lugares del planeta, incluidos los nuestros, lloraban la muerte de sus pares, los gobernantes lanzaban mensajes temblorosos y gemebundos clamando al cielo venganza.

Millones en su fuero interno celebraban equivocadamente este pavoroso atentado.

Supuestamente, porque le habían dado en la madre de todas las torres al imperio.

El escritor británico Martín Amis dicía que el mensaje es este: “¡Ya es hora EE UU de que sepáis cuanto implacablemente se os odia!”

Nunca un Presidente de EE UU, desde la Segunda Mundial, había hablado ni había movido su culo tanto, mucho menos dando tumbos en su poderoso Air Force One porque según decía la CIA, ese avión también lo iban a derribar.

Balbuceaba Bush, divagaba, daba manotazos de super macho, y la población comenzó a aplaudirlo a rabiar mientras él planificaba su holocausto particular.

En cambio, los mismos eunucos de la tierra que montaban aquella descomunal llorona, con caras graves y conmocionadas, jamás dijeron ni pío, cuando estalló en llamas la Casa de la Moneda en Chile, porque la CIA (la pura, la justiciera, la democrática y limpia) con aquel acto había salvado la democracia de América Latina.

Los padres hijos de puta de todos los terrorismos, gozando porque veían temblar al planeta entero, colocado de rodillas. Como querían.

El país de todos los terrores con sus Escuelas de las Américas donde se entrenan oficiales para torturar para matar; el país del God Bless América; el de las criminales invasiones, intervenciones y de los Protectorados.

¡God Bless a los Asesinos de vez en cuando!

Y cada día había un nuevo “speech” para aplaudir, para batir banderas y elevar el ego heroico de los marines y soldados americanos.

Se hablaba, incluso, de una nueva Cruzada que no iba en absoluto contra el hambre, para acabar con los pobres y desgraciados de la tierra.

Nunca se ha hecho tal cruzada.

El planeta se había convertido en los escombros del WTC, y era el momento para que cada vez menos el mundo se acordara de los africanos con sus moscas en la boca, esqueléticos. Para eso precisamente se había derribado aquellas torres.

¡Esa era en verdad el supuesto gran plan antiterrorista!

Por eso salieron a surcar los mares los portaaviones de esta superpotencia para joder y condenar aún más a los que nada tienen, a los muertos de hambre, a las hordas indigentes que se tragan el polvo de la ignominia y que nada tienen que comer.

Por eso, ni un solo supermillonario murió en el derrumbe de las torres, por eso ningún general de esos que han llevado a cabo misiones criminales de la CIA por el mundo con sus acorazados fue sepultado por los escombros en el Pentágono.

Y así y todo se puso en movimiento una mierda que llamaron “Injusticia Infinita” para seguir con las muertes, con las bombas y descalabros generalizados. Y Aznar aplaudía.

A Bush no lo dejaban hablar los aplausos, porque la fibra heroica de los conquistadores y policías del mundo se había puesto toda en marcha.

Sonrían macabramente cuando el Presidente contundentemente decía que la entrega de sus enemigos no sería sometido a negociación.

Pues, eso ha sido siempre para la Nación que en conflictos jamás ha respetado ninguna soberanía ni ninguna jurisdicción penal.

No se estaba diciendo nada nuevo, y los nervios se tensaban y los rostros saludables y llenos de energías se alegraban.

Se vertería mucha sangre enemiga, volarían cientos de miles de brazos, piernas y cerebros palpitantes.

La contraimagen que ellos presentan a los supuestos fundamentalistas.

El imperio hacía su teatro presentándose como una fiera herida y arrecha estremecida de ira, pero precisamente para poner a los demás a temblar al mundo. Para cagar de miedo a sus propios conciudadanos.

Y en nuestro territorio los cagones pitiyanquis tenían orgasmos delirantes todos los días: montones de eunucos venezolanos que estaban ansiosos porque Bush dirigiera sus teleobjetivo contra Chávez, y lo sacar de un solo “escupitajo” de su Silla, de una soberana patada.

Eso decían.

¡Cómo se alegrarían estos coño de madres, si tal cosa se daba!

A falta de bolas propias las que pueden reflejarse de la bestia supuestamente herida no estaba demás.

Porque significativo fue cuando estos miserables salieron a reclamarle a Chávez que hubiese tardado tanto en responder su infinita consternación por lo sucedido.

Incluso hubo un hijo de su madre que exclamó: “Y si lo hubiese hecho a tiempo, habría sido peor porque habría parecido más sospechoso aún.”

Y ahora no le dejaban de mentar al Hussein, al Chacal, a la guerrilla colombiana, al Ballestas y cuanta pequeña minucia sospechosa pudiesen parecer en momentos tan terribles para el FBI y la CIA.

Qué de historias, coño.

jsantroz@gmail.com


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José Sant Roz

Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.

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