A todos los militantes de nuestra revolución

Camaradas, no nos perdamos por las ramas: para ser cabalmente consecuentes con los principios éticos de nuestra lucha, es indispensable que en el compendio de acciones y proyectos de nuestro proceso de cambios se inscriba, en forma clara y no accesoria, una irrestricta voluntad por parte nuestra de combatir a la Iglesia Católica en bloque y en forma definitiva, incluyendo todos sus niveles jerárquicos y por ende todas sus filiales y dependencias.

Basta de tratar cada incidente por separado. Basta también de perdonarla so pretexto que reúne la fe de nuestros pueblos: su único interés en ellos es mantenerlos en el atraso y la ignorancia, haciéndolos dóciles a su autoridad mediante el engaño de que ella representa los derechos sobre la vida y obra del profeta galileo.

Un hombre que habló de socialismono de cristianismo, y que por lo mismo muy difícilmente pudo haber sugerido a sus seguidores la implantación de una iglesia en su nombre.

Lo que a pesar se hizo, produciendo en lo sucesivo interminables generaciones de líderes y funcionarios de una organización históricamente fraudulenta, a la cual la historia le debe ya sus más bárbaros derramamientos de sangre.

Hoy no tendríamos menos razones para derribar una estatua de Colón en nuestro país que todas las iglesias del continente, considerando que en sólo los primeros 50 años de la Colonia la Iglesia Católica liderizó el exterminio de 70 millones de nativos americanos, habitantes naturales del área comprendida por todas las islas del Caribe, México y el resto del continente hasta el Perú.

De una población original de 80 millones, 50 años más tarde sólo quedaban 10 millones. Pasados 100 años desde la llegada de Colón, todo lo que quedaba de ella eran 6 millones de autóctonos, es decir, menos del 10% de la suma inicial y prácticamente nada de su cultura—.

He allí es el verdadero legado de los invasores cristianos, y lo que se esconde detrás de toda su parafernalia celestial. Lo ocurrido en otras latitudes, como las Cruzadas y la Santa Inquisición, no es siquiera comparable a lo acaecido en esta "Tierra de Gracia" (demasiado parecida al Paraíso para no haber sido saqueada...).

Hoy, como era de esperar, la Iglesia Católica está vinculada a los poderes imperiales que azotan de nuevo al mundo y participa, además, muy coordinada y activamente en la desestabilización de nuestra la Nación.

Se agotaron pues las excusas para exonerarla de nuestra férrea lucha antiimperialista. 

Digámoslo de una vez:

¡Abajo el Imperio Vaticano!


¡Patria, Socialismo, o Muerte!
¡Venceremos!


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Xavier Padilla


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