¿Cuánto le debe el mundo a Federico Engels?

No hay duda que dos de los científicos y revolucionarios más leídos e investigados en toda la historia del género humano, han sido Carlos Marx y Federico Engels. No se podría -por ninguna circunstancia de interés literario o doctrinario científico- leer ni estudiar al uno sin tener que hacerlo con el otro. Intentar lo contrario sería como quitarle el agua al pez. Y si algunas dos personas estudiaron, leyeron, investigaron, reflexionaron y escribieron con profunda objetividad y de la manera más concienzuda posible sobre la obra y el pensamiento de los camaradas Marx y Engels, fueron, sin duda, los camaradas Lenin y Trotsky.

 Hace poco, revisando algunos tomos de Lenin buscando material sobre la burocracia y la democracia proletaria o socialista, me encontré con un artículo suyo de siete páginas titulado “La correspondencia entre Marx y Engels”. Desconocía por completo que el camarada Lenin hubiese tenido un escrito específico sobre las correspondencias entre el padre y el padrasto del marxismo. El artículo fue publicado el 1 de enero de 1914 en el periódico “Proletárskaya Pravda”. Era un tiempo en que para los grandes intelectuales del socialismo, para los obreros de vanguardia y para los militantes políticos que seguían minuciosamente los interesantes debates teóricos del mundo o de la batalla de las ideas, no había una celebración de año nuevo tan feliz como la de leer un extraordinario documento donde se contuviera material de formación política e ideológica -esencialmente- de carácter marxista.

 Hay cosas que sorprenden y causan emotividad de todo el interesantísimo contenido de las siete páginas del artículo de Lenin. ¡Calculemos la importancia de ello!: casi todo su artículo Lenin lo concentra a la incorporación de Engels a las filas de la revolución, a su aporte al marxismo, a la lucha del proletariado por el ideal comunista. Claro, nadie, absolutamente nadie, dudaba que la paternidad del marxismo no podía ser discutida, desde ningún punto de vista, al camarada Marx, aun cuando éste había dicho a final de la década de los setenta del siglo XIX: “tout ce que je sais, c'est que je ne suis pas marxiste”. En términos criollos: “Lo único que sé es que no soy marxista”, pero eso no se lo creyó nadie. Es la única, tal vez, mentira política piadosa que hubo Marx de invocar, quizá, tratando que no se jugara con su doctrina como hacen, por ejemplo, los fútbolistas aprendices con un balón de trapo.

 Lenin comienza su artículo criticando dos cosas: 1.- que el prefacio a los cuatro volúmenes que contienen las 1.386 correspondencias intercambiadas entre Marx y Engels durante el período de 1844 a 1883, lo hubiera hecho Bernstein. Argumentó Lenin que un oportunista extremo no estaba en capacidad ni siquiera de encargarse de la redacción de cartas profundamente impregnadas de espíritu revolucionario; y 2.- que la edición resultó muy cara para la venta al público en 20 rublos, y que ha debido hacerse una edición de menor lujo y más barato el precio para que los lectores -esencialmente proletarios- tuvieran acceso a adquirla.

 Impresiona, de verdad, la enorme capacidad y el cúmulo de conocimientos de Lenin, un estudioso minucioso de Marx y Engels, para sintetizar esos cuatro volúmenes en un párrafo que dice lo siguiente: “Si intentáramos definir con una sola palabra el foco, por así decirlo, de toda la correspondencia, el punto central en que converge toda la red de ideas expresadas y discutidas, esa palabra sería dialéctica. La aplicación de la dialéctica materialista a la revisión de toda la economía política desde sus fundamentos, su aplicación a la historia, a las ciencias naturales, a la filosofía, a la política y táctica de la clase obrera: eso era lo que interesaba más que nada a Marx y Engels, en eso aportaron lo más esencial y nuevo, y en eso consiste su genial paso adelante en la historia del pensamiento revolucionario”.

 Y en el examen general que hace Lenin de las 1.386 cartas, comienza con las que Engels, cuando apenas contaba 24 años de edad, escribió a Marx en 1844. A Engels le aburría el medio ambiente familiar caracterizado por las tradiciones y las concepciones burguesas de la vida. Escribió a Marx diciéndole “Nunca creerías las razones mezquinas y los temores supersticiosos que mi familia expone contra mi partida”. Cuando Engels trabajó en la oficina de la fábrica de su padre en Barmen, luego de esa breve experiencia, le escribió a Marx diciéndole: “El comercio es infame; Barmen es una ciudad infame y también lo es el modo de pasar su tiempo, pero lo más infame es continuar siendo burgués e incluso fabricante, o sea, un burgués que se opone activamente al proletariado”. Para ese entonces Engels investigaba y escribía sobre la situación de la clase obrera. A los veinticinco años de edad publicó su primer libro cuando todavía no conocía a Marx, y dice Lenin que es una de las mejores obras de la literatura socialista mundial.

 Engels decía: “Puede uno quizá ser comunista y seguir siendo exteriormente un burgués y una bestia de carga del comercio, si no realiza ninguna actividad literaria; pero es imposible llevar a cabo una amplia propaganda comunista y, al mismo tiempo, dedicarse a las actividades comerciales o industriales. Me iré de aquí. Agrega a esto la vida de amodorramiento de una familia enteramente cristiano-prusiana: no lo puedo soportar más tiempo; al fin y al cabo, podría llegar a convertirme en un filisteo alemán e introducir al filisteísmo en el comunismo”. En su vida, en su lucha y en su pensamiento, el camarada Engels habría de ser un implacable adversario de la introducción del filiteísmo en el comunismo, como tenía que ser para un marxista.

 En el tiempo de juventud de Engels en Alemania todos, de alguna manera, se declaraban comunistas. De tal manera que Engels en carta a Marx le dice lo siguiente: “En Barmen el comisario de policía es comunista... Un ardiente comunista, pintor y caricaturtista que se llama Seel, ira dentro de dos meses a París. Le daré vuestra dirección; os gustará a todos porque es entusiasta, ama la música y será útil como caricaturista”. Engels informa a Marx sobre los milagros en Elberfeld, donde en la sala más grande del mejor restaurante de la ciudad se celebró la tercera asamblea de comunistas. En la primera asistieron 40 miembros, en la segunda 130 y en la tercera 200 personas. Y agrega Engels: “Todo Elberfeld y Barmen, desde la aristocracia del dinero hasta los pequeños tenderos, estuvo representado, todos excepto el proletariado”. Dice Lenin que el comunismo en Alemania era una forma de expresión de los sentimientos de oposición de todos, y en primer lugar de la burguesía. Dice Engels que: “El público más obtuso, más indolente y más filisteo, que nunca se interesó por nada en el mundo, empieza casi a entusiasmarse por el comunismo”. El comunismo había sido tomado por los burgueses opositores al gobierno alemán para hacer proselitismo populista o demagógico. Nada de socialismo proletario. Engels sí se abrió paso para asumir y defender el verdadero ideal revolucionario del proletariado, ese que estaba exponiendo Marx.

 Engels cuenta, cuando su atención estuvo centrada en la doctrina socialista conocida como el proudhonismo, que “... durante tres veladas discutimos sobre proudhonismo. Casi todos con Grun a la cabeza, estaban contra mí... El punto principal que tuve que probar fue la necesidad de una revolución violenta (23 de octubre de 1846). Al fin me enfurecí, y acosé a mis adversarios con tanta energía, que ellos se vieron obligados a expresarse abiertamente contra el comunismo. Exigí que se pusiera a votación si éramos o no comunistas. Muy grande fue la indignación de los grunianos, quienes empezaron a sostener que se habían reunido para tratar del “bien de la humanidad” y que se debía saber qué era realmente el comunismo. Les di entonces una definición sumamente sencilla, para no permitirles escapar por la tangente. Definí las intenciones de los comunistas de esta manera: 1) defender los intereses de los proletarios frente a los de la burguesía; 2) realizar esto mediante la abolición de la propiedad privada y su reemplazo por la comunidad de bienes; 3) no reconocer otro medio de llevar a cabo estos objetivos que la revolución democrática violenta...”. Por votación de 13 contra 2 grunianos se aceptó la definición dada por Engels. Entre los asistentes se encontraban unos 20 artesanos carpinteros. Ese hecho hizo posible que se sentara en París las bases del Partido Obrero Socialdemócrata de Alemania, según Lenin y tiene que ser cierto.

 Un enorme e incuestionable mérito de Engels es que el 24 de noviembre de 1847, notifica a Marx que tenía preparado un borrador sobre el Manifiesto Comunista, cuando casi la mayoría de los lectores de marxismo creyeron o se ha seguido creyendo que fue el último quien elaboró ese monumental documento para la historia del conocimiento político en el mundo. Dice Engels a Marx: “Comienzo por el problema de qué es el comunismo, y paso luego directamente al proletariado: historia de su origen, diferencia con los trabajadores de antes, desarrollo de la oposición del proletariado y la burguesía, crisis, conclusiones... Al final, la política de partido de los comunistas”.

 Pero no todo se detiene allí en la grandeza de Engels y en sus aportes gigantescos al pensamiento social y, especialmente, al marxista. Bien se sabe que Engels escribió, entre tantas obras sublimes del marxismo, las siguientes: “La situación de la clase obrera en Inglaterra”, “El origen de la familia, la propiedad y el Estado”, “Del socialismo utópico al socialismo científico”, “Contribución al problema de la vivienda”, “El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre”, “Prefacio a la Guerra campesina en Alemania”, “Introducción a la dialéctica de la naturaleza”, “El problema campesino en Francia y Alemania”, “El antiduhring”, “Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana”, “El capital de Marx”, “De la autoridad”, “Contribución a la historia de la Liga de los comunistas”, “Acerca de las relaciones sociales en Rusia”.

 Y bien vale la pena citar a otro estudioso del marxismo aunque no al nivel que lo hicieron Lenin y Trotsky. Nos referimos a Henri Lefebvre, quien nos dice que “... el <<marxismo>> fue desde sus comienzos el resultado de un verdadero trabajo colectivo en el que se desplegó el genio propio de Marx. La contribución de Federico Engels no puede ser silenciada y puesta en segundo plano. Fue Engels en particular quien llamó la atención de Carlos Marx sobre la importancia de los hechos económicos, sobre la situación del proletariado, etcétera”. Sin embargo, la modestia de Engels fue otra de sus obras gigantescas. En carta a Franz Mehring -que por cierto es el mejor biógrafo de Marx-, con fecha del 14 de julio de 1893 desde Londres, le decía: “... Si algo tengo que objetar, es contra el que usted me atribuya más méritos de los que en realidad me pertenecen, incluso contando lo que yo -con el tiempo- hubiese llegado tal vez a descubrir por mí mismo, si no lo hubiese descubierto mucho antes Marx con su visión más rápida y más amplia. Cuando uno ha tenido la suerte de trabajar durante cuarenta años con un hombre como Marx, en vida de éste no suele gozar del reconocimiento que cree merecer. Pero cuando el gran hombre muere, a su compañero de menor talla se le suele encomiar más de lo que merece. Creo que éste es mi caso. La historia terminará por poner las cosas en su sitio, pero para entonces ya me habré muerto tranquilamente y no sabré nada de nada”. Posteriormente haría una aclaratoria o un pequeño comentario personal. Dijo: “Ultimamente se ha aludido con insistencia a mi participación en este teoría (se refiere a la concepción materialista del mundo); no puedo, pues, por menos de decir aquí algunas palabras para poner en claro este punto. Que antes y durante los cuarenta años de mi colaboración con Marx tuve una cierta parte independiente en la fundamentación, y sobre todo en la elaboración de la teoría, es cosa que ni yo mismo puedo negar. Pero la parte más considerable de las principales ideas directrices, particularmente en el terreno económico e histórico, y en especial su formulación nítida y definitiva, corresponden a Marx. Lo que yo aporté -si se exceptúa, todo lo más, un par de especialidades- pudo haberlo aportado también Marx aun sin mí. En camnbio, yo no hubiera conseguido jamás lo que Marx alcanzó. Marx tenía más talla, veía más lejos, atalayaba más y con mayor rapidez que todos nosotros juntos. Marx era un genio; lo demás, a lo sumo, hombres de talento. Sin él la teoría no sería hoy, ni con mucho, lo que es. Por eso ostenta legítimamente su nombre

 Y si lo anteriormente expuesto no bastara, simplemente un innegable y grandioso mérito de Engels, es que siendo un rico de cuna se haya convertido en el más insigne e insustituible colaborador de Marx en la creación y elaboración de la doctrina del proletariado y del socialismo, la más revolucionaria, dialéctica y científica que conozca el género humano: el marxismo.



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Freddy Yépez


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