a clase de los excluidos en la historia de la humanidad, no ha tenido mayor atención ni referencia, por cuanto este grupo de seres humanos se les negó la oportunidad de participar en la vida económica, cultural y política del país. Uno de los estamentos sociales que en la edad media, tendía a la práctica de la exclusión social, era la burguesía, formada por comerciantes, artesanos libres y personas que no estaban sometidas a señores feudales y pertenecientes a la clase media acomodada. Este grupo distinguía y excluía por raza, credo y posición económica. Ha costado mucho esfuerzo por varias generaciones ir erradicando el perverso sistema de discriminación y exclusión.
Los excluidos integran una sociedad como organismo vivo, los individuos que la componen son partes de un todo, regulado por sus principios, con la particularidad de que no tienen el acceso a la educación, a las fuentes de trabajo, a una alimentación balanceada y regular, entiéndase las tres comidas diarias, no tienen un sistema de salud integral a su alcance. Ni nunca han tenido un médico a la vuelta de la esquina de su casa, si es que acaso tienen casa. En consecuencia, el excluido carece de educación, trabajo, alimento, asistencia médica, vivienda y hasta ropa para vestirse. Estas son sus principales características. Esta discriminación social, se palpa cuando una persona o grupos, es tratada de forma desfavorable al negarle la igualdad de oportunidades. Cabe destacar el razonamiento Platónico (Platón filósofo griego, c.428-c 347 a.C.), al referirse a la educación, cuando cita “La clase de una persona viene determinada por un proceso educativo que empieza en el nacimiento y continúa hasta que esa persona ha alcanzado el máximo grado de educación compatible con sus intereses y habilidades”. En este sentido, las misiones educativas han venido a reflejar el sentimiento del citado filósofo, con relación a la formación integral de quienes han aprendido a leer y escribir, graduarse de bachiller y alcanzar un grado universitario.
El proyecto de cambio, inspirado en el movimiento bolivariano y revolucionario, en su afán de honrar el pensamiento del Genio de América, El Libertador Simón Bolívar, al referirse a la “mayor suma de felicidad posible para todos”, sin discriminación ni distingos, está haciendo el mayor esfuerzo posible para sentar las bases constitucionales y legales, incluyendo en nuestra Carta Magna, la prohibición del monopolio, el latifundio y la discriminación. Tres aspectos fundamentales, para transitar el camino que nos conduzca a erradicar la exclusión social. Todos somos iguales ante la ley y se debe dar a cada quien lo que le corresponda, inspirado en el principio de justicia. Los excluidos al ser sujetos de la revolución, nos muestra el interés en que éstos reciban las bondades y beneficios del proyecto de cambio social, cultural y económico que se adelanta en Venezuela, para derribar las barreras que separan los grupos sociales y económicos, es decir, la clase desamparada, desposeída y la rancia crema de los poderosos. Si todos son iguales ante la ley de Dios; porqué no pueden ser iguales ante los ojos de los semejantes. Cuestión difícil de deglutir mientras existan los estratos conocidos como indigencia y pobreza extrema.
El proyecto revolucionario, ha refundido el concepto de exclusión o mejor dicho ha pulverizado dicho concepto, revirtiéndolo con el establecimiento de la inclusión, como pilar fundamental de los principios de justicia, equidad e igualdad, sin exclusión de ninguna índole. Cincuenta años de exclusión y viviendo en la oscuridad por no saber deletrear un nombre y firmar con huella digital, era el ingrediente preciso, precioso y necesario para que los borregos fuesen directo al redil apertrechados con unas tapas de zinc y una bolsa de comida. Por ello, los excluidos son y seguirán siendo sujetos de la revolución. Y hasta la próxima , si Dios quiere.