El dilema de los sumisos

Los momentos históricos son generalmente coyunturas críticas que colocan en máxima tensión la contradicción fundamental de la estructura socioeconómica, trastocando la superestructura estatal con intensidades que pueden alcanzar efectos sísmicos. No es un mero determinismo economicista; ya sabemos que en estas convulsiones sociales que vuelcan el devenir de los pueblos y naciones, produciendo rupturas transformadoras en las relaciones de poder instaladas, están interconectadas múltiples manifestaciones de lo espiritual: ideologías políticas, culturas, religiones, y demás fuentes de sensibilidades y conciencias. Pueden ser tiempos de cambios civilizatorios o épocas de reformas profundas, que prevén el agrietamiento de la armazón dominante, o intentan -desesperadamente- evitar su desmoronamiento.

Asumiendo lo debatible de esta formulación (que argüimos plenamente), no debemos dejarnos atrapar por el simplismo mecanicista de concluir que toda crisis del capitalismo implica una situación revolucionaria, menos una crisis revolucionaria en la acepción leninista, esa intersección explosiva de las condiciones objetivas y subjetivas (que llamábamos “punto crítico” en el Partido de la Revolución Venezolana); tampoco seamos seducidos por la posibilidad utópica de un milagroso e inexorable triunfo de la revolución. El sistema no se suicida, ni espera que ocurran los acontecimientos, menos si son protagonizados por sus contradictores.  

Abya Yala, nuestro hábitat sentipensante desde Alaska a la Patagonia (porque incluimos a nuestros hermanos originarios y las clases explotadas del septentrión), vive una etapa de definiciones, encausada hacia intereses ajenos por el plan recolonizador del gobierno estadounidense de Donald Trump. Las complicaciones económicas en el mercado global que fracturaron (hace ratos) la viabilidad del modelo de producción y consumo del país imperialista, han obligado a su elite a retomar -prioritariamente- la pretensión dominadora sobre Nuestra América con la ofensiva y obsoleta visión del “patio trasero” y “Mare Nostrum”. El elemento paradójico de este proyecto retrógrado, es que cuenta con la colaboración -activa y/o pasiva- de una porción significativa de la clase política latinoamericana y caribeña.    

Aclaremos. Decimos “colaboración activa” para casos como Nayib Bukele, reincidente secuestrador extorsivo, tratante de personas, sádico serial contra los Derechos Humanos. Irfaan Alí, ¡oh gallito de pelea!, carnada de un anzuelo casus belli. En este prototipo entra la bestia Milei, sicario de los derechos sociales y la soberanía de la nación que desgobierna. El defraudador que hurta la voluntad popular con terror militar, electoral, judicial, policial, mediático y mercenario (hablo de Noboa, por supuesto). Los hay que se hacen cómplices necesarios del robo de aviones a un “país hermano”, mientras le bailan el merenguito al patrón yanqui, y le sirven de base militar renunciando a la mínima dignidad nacional. Estos sumisos ocupan a plenitud su condición lacaya; buscan afanosos el reconocimiento del dominador (complicado sadomasoquismo), actuando como bravucones con los más débiles de sus países. Disfrutan reprimir. En lo internacional, no son más que peones en el tablero.

La otra forma de sumisión facilita el proyecto recolonizador con la pasividad. Es el tipo que se deja humillar, mira para los lados, simula que no fue agredido, que el asunto no es con él, que dejando hacer y dejando pasar, el tiempo se encargará de que nadie note su rol de cipayo. Puede intentar aparentar que no es sumiso, fingir una gestualidad enérgica, sin embargo, en los temas álgidos, se irá por las ramas y titubeará respuestas al estilo “como puede que sí, como puede que no, lo más probable es que quién sabe”. Suplicará que no lo saquen de la incertidumbre porque lo harán confundir. No es que no desee -como el sumiso activo- que el patrón imperialista le de una palmadita y lo invite a sus saraos. ¡Lo ansía con fervor narcisista! Sueña con esa selfi. Lo pedirá en secreto, por medio de emisarios, quizá se valga de un sumiso activo bien conectado.

Puede que algún lector haya graficado en su mente al presidente equis, no lo culpo. Sí, lo han descubierto, él es un “pasivo”, pero no crean que es el único, son bastantes más.

Escoger entre ser sumisos activos o sumisos pasivos es un falso dilema que sólo profundiza el modelo de dominación imperialista, haciendo a nuestros países más dependientes y más vulnerables.

Desde la Doctrina Bolivariana, que se funde con la martiana, la sandinista, y el pensamiento latinoamericano de fuente marxista, creando un paradigma emancipatorio válido para toda Nuestra Abya Yala, decimos que: el dilema histórico es sumisión o revolución.

Los pueblos tienen la palabra.



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Yldefonso Finol

Economista. Militante chavista. Poeta. Escritor. Ex constituyente. Cronista de Maracaibo

 caciquenigale@yahoo.es      @IldefonsoFinol

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