Pica y se extiende nombre errático para nuevo Partido ("PSUV")

Tanto lo bueno como lo malo terminan siempre, por falta de discusión, erigiéndose en norma. La permanente omisión del asunto relativo al nombre del futuro partido ha venido a dar como resultado una normalización de la denominación "PSUV". Una denominación que, como he señalado a través de reiterados análisis, es profundamente inapropiada. Existe, tal vez, a nivel colectivo un ingenuo prejuicio discriminatorio respecto de la importancia que tienen en general los nombres sobre las cosas. Un prejuicio que conlleva, a su vez, a una subestimación de los enormes daños que nombres inapropiados pueden ocasionar en nuestra percepción de los objetos nombrados. Sea como fuere, vuelvo a estas páginas con la intensión de invitar al lector a la atenta y crítica lectura de una nueva versión de mis dos artículos precedentes y a preguntarse si sería capaz, luego de haberlos leído, de continuar utilizando el nombre "Partido Socialista Unido de Venezuela" sin experimentar el menor sentimiento de ligereza. Los únicos, en mi opinión, que podrían continuar utilizando este nombre con ingenuidad y sin experimentar tan reductor sentimiento habrían de ser... todos aquellos que no hubieren sido todavía expuestos a conjeturas constructivas relativas al tema como las de los dos textos siguientes. Desafortunadamente tendríamos que incluir en este grupo al propio Presidente Chávez, a quien no siempre llega todo lo que debería llegarle del pueblo, y sí mucho de cuanto no contribuye para nada a nuestro magno proyecto. Pero ojalá estos textos llegasen hasta él: entonces veríamos cómo al día siguiente, luego de un Aló Presidente, todos los revolucionarios se pondrían expeditos a buscar nombres alternativos para el nuevo partido, el más importante de los partidos en la historia venezolana, y quizás también del mundo. Pero los trabajos analíticos de modestos contribuidores como este servidor serán siempre, por definición, mensajes lanzados en un botella hacia un mar aleatorio de esperanza, y a veces también de desesperanza. Qué difícil resulta participar...


TEXTO 1

Se ha evocado mucho últimamente que las cosas deben construirse desde
la base, lo cual es una idea, en sí misma, muy básica, muy esencial, y
sobre todo veraz. La discusión sobre la creación del nuevo partido
propuesto por el Presidente Chávez ha tomado, sin embargo, derroteros
más propios al terreno de la ideología que al de su propia y efectiva
formación. La ideología de este partido no es su problema de base, ni
mucho menos lo que sus futuros miembros deberían estar planteándose
ahora: su ideología será, pase lo que pase, la del Socialismo del
Siglo XXI (ella misma en construcción).

Su problema de base es, en cambio, su propia definición como órgano,
como entidad. Recuerden que Chávez dijo "para las discusiones
ideológicas no me llamen, no iré". El nuevo partido, pues, no está
llamado a ser tanto una logia fraternal de reflexión, sino un cuerpo
estratégico de acción revolucionaria, un batallón político y eficaz.

Dicho esto, vayamos a la base. Lo esencial de un partido político,
aquello que se sabe primero de él, que lo identifica y le da un
carácter súbito y determinado, ha sido siempre su nombre.

Cuando el Presidente Chávez evocó por primera vez la creación de este
partido, debemos recordar lo perentorio de la situación, la
complejidad del momento, y sobre todo la altura del vuelo. En la
premura de su propuesta aclaró que aún no tenía listo un nombre
definitivo para el mismo, y se limitó a sugerir uno que le gustaba:
PARTIDO SOCIALISTA UNIDO DE VENEZUELA. Para haber sido un nombre prácticamente improvisado no estuvo mal. Pero no podemos exigirle al mismo hombre, quien ya tiene bastante con regalarnos tamaña idea,
también ponerle el lacito que mejor la acompañe. El nombre propuesto por Chávez en aquella ocasión fue
sólo eso, una propuesta. Una que ha permanecido sin confrontación, sin
propuestas alternativas, y que por lo mismo se ha normalizado.

En el análisis siguiente veremos, no obstante, que nuevas opciones en
este sentido serían bienvenidas, sobre todo por el mismo Chávez. Y la
razón es simple: el nombre propuesto por él, como él mismo lo
advirtió, no es definitivo ni perfecto. Intentaré demostrar a
continuación que, de hecho, ese nombre se presta a graves errores.

Veamos, pues, por qué la denominación PARTIDO SOCIALISTA
UNIDO DE VENEZUELA (PSUV) es errática.

El problema central de este nombre se encuentra, indudablemente, en la palabra "unión":

Si a través de la creación del nuevo partido nuestra intención fuera tan simple como la de crear una "unión" de varios partidos, la palabra "unión" en efecto sería suficiente, denotando ésta la función de "suma", de adición de partidos. Ahora bien, si la intención fuera, en cambio, la de lograr una verdadera unidad, un sólido partido, íntegro, indiviso, no podríamos dejar de notar que una unión, una suma, una adición no necesariamente implica ni supone aún unidad. Unidad es un estado superior al de unión, suma o adición, nombres estos más bien propios del proceso a través del cual se llega eventualmente a la unidad. La unidad es una consumación, el resultado de un proceso satisfactorio de cohesión entre las partes. El término "unido", por lo tanto, apenas denota un estado de unidad probable, en devenir.

Dentro del contexto de un partido con carácter realmente unitario, digno de su función política, veamos qué ocurre con el término "unido":

Primero que nada, se trata de una redundancia, pues todo partido, al constituir potencial y teóricamente una unidad, no ha de tener motivo entonces para
resaltar esta cualidad. Sería como hablar de una unidad unida. Para permanecer dentro de los límites de un uso sensato del lenguaje, sólo podríamos llamar, en realidad, "unido" a un partido que no quisiera serlo y al cual hubiéramos tenido que forzar para que lo fuera. Un partido que ha sido "unido", por decirlo así, desde fuera.

Pero vengamos a nuestro futuro partido. El objetivo evidente de éste
partido es el de lograr, mediante una participación irrestricta de todos los partidos simpatizantes con el proceso, una "fusión" trascendental de lo que hasta
ahora no han sido más que simples "alianzas" entre partidos.
Partidos que sólo desde sus propias perspectivas -por no decir
intereses- han establecido estas alianzas y apoyado el proceso.

La "fusión" de éstos partidos representa, pues, algo más que la "unión" de
esas alianzas: es la eliminación de esas perspectivas. Mientras la
"unión" de las alianzas las conserva, la "fusión" las elimina.

Por eso el nuevo partido no es ni puede ser una "unión" de otros partidos.

Dado el carácter estratégico esencialmente "anti-cogollo" inscrito en su propia
genética, es factible pensar que el futuro partido ganaría mucho con
ofrecerse un nombre en el cual el vocablo "unido" brillara por su ausencia.

Este partido no puede ser una unión de cogollos.

Si con la creación del mismo debieran desaparecer aquellos partidos partir de
los cuales éste fue creado, tal como parece ser lo justo, entonces no es posible
que concibamos el nuevo partido como una "unión" de aquellos que ya no
existen.

La idea es, precisamente, que los viejos partidos dejen de existir en
el nuevo, no que persistan en él. En eso consiste la creación del
nuevo partido, de otra forma no se estaría hablando de un nuevo
partido sino de una alianza de partidos, que es lo que ya existe, como
se ha demostrado en los comicios pasados.

No puede ser aconsejable la utilización del término "unido" en
el nombre final del partido, pues con ello se evoca fuertemente una
continuación, una perpetuación de los viejos partidos en el nuevo.
Este vocablo, en vez de contribuir a la legitimación del partido en
vistas de ser creado, sólo debilita, disminuye, polemiza, pone en tela
de juicio las razones, la justificación misma de su creación.

El nuevo partido tiene, o ha de tener, la intención justamente de
terminar con los viejos partidos. Es de lo inadecuado de sus existencias paralelas en el seno del proceso revolucionario de
donde nace la necesidad de su propia abolición. Un paralelismo existencial que se traduce en la burocratización de una revolución que reclama para su desarrollo, en cambio, una complexión cada día más orgánica.

El nuevo partido no es tanto una reunión de los viejos partidos bajo un nuevo
nombre como una verdadera y radical transformación de éstos en un
nuevo partido, y el nombre que se adopte tiene que dar fe de ello.

La muerte absoluta de los viejos partidos está, pues,
implícita por definición en la creación del nuevo, aun siendo éste
conformado por lo que una vez "fueron" otros partidos.

El nuevo partido, naturalmente, está influenciado ideológicamente por
la tendencia general de estos viejos partidos; pero éste, no siendo
sólo una suma de sus miembros, ni una simple redefinición estructural
de éstos, sino todo un nuevo y diferente ente político, no puede ni
debe reducirse a la categoría de simple unión.

Llegamos así al momento de proceder a una interesante observación. Si eliminamos el término "Unido" del hasta ahora injustamente normalizado nombre PSUV, lo que
obtenemos es la siguiente muy insípida y mecánica denominación: Partido
Socialista de Venezuela. Un resultado que, como podemos apreciar, carece de impacto, de novedad, de riqueza inédita y que por lo mismo que sub-representa
completamente nuestro proceso. Lo que obtenemos es más bien un nombre genérico, sin diferencia
específica que lo sitúe en el contexto real de las importantes
transformaciones históricas, incluso vanguardistas que vive hoy
nuestro país.

¿Y qué es lo que demuestra esta esta supresión? Un hecho revelador: al quitar el
término "unido" y obtener un nombre tan pálido y general como el de
Partido Socialista de Venezuela, automáticamente demostramos que es exclusivamente en el término "unido" en lo que estamos
concentrando, erráticamente, toda la importancia del partido, un término que nos reenvía al
echo NO fundamental de la unión.

La unión es, como dijimos, una etapa de transición hacia la verdadera unidad.

Seamos entonces francos:

¿Es que la verdadera importancia del nuevo partido radica en que surge
de la unión de otros partidos, o en que es todo uno nuevo?

¿Es que podríamos seguir valorando el hecho de la unión por encima del
de la realidad ontológica, absoluta, no relativa del nuevo partido
creado?

¿Es que realmente es necesario continuar hablando de unión de
partidos, sabiendo que el sentido profundo de dicha unión implica la
desaparición y por ende la muerte de éstos?

Continuar promulgando, pues, a través del término "unión", la sobre-vivencia de estos partidos en el cuerpo del nuevo
que está por crearse, constituye una interpretación errática de
la razón por la cual el Presidente Chávez llamó, en primera instancia, a la
creación de un nuevo partido. Si es que aún no lo hemos comprendido, ese llamado a la unión, por parte de

nuestro líder (hombre cuyas probadas cualidades "copernicianas" todos
conocemos) fue también un llamado a la muerte de esos partidos.

Se trataba de un golpe duro al Establishment. Por cierto, uno de los golpes más radicales que jamás le hayamos visto
proferir, pues este no estaba dirigido a un Establishment extranjero, sino al nuestro.
"La revolución -parecía decir Chávez- comienza por casa,
agarrémonos pues!".

De ahí que la denominación apropiada para el nuevo partido
deba estar sometida a un profundo análisis antes de ser adoptada. Un
nombre no es nunca un aspecto marginal, subalterno, secundario respecto de las cosas nombradas, sobre todo si éstas son obras del ser humano. Muchas veces
incluso el nombre es el elemento cohesivo de mayor influencia entre los miembros
de una asociación, a quienes éste debe unir frente al proyecto que
representan.

Pero no es porque la palabra "unido" forme parte del nombre del nuevo
partido que deberían, en todo caso, estar unidos sus miembros. Deben
estar unidos en el sentido de la palabra fusión, esto es, sin dejar
lugar a la menor reminiscencia de las estructuras pasadas. Este
partido, enteramente nuevo, con identidad propia, es en realidad el
paso necesario, profiláctico del momento presente y que garantiza la
continuación del proceso emprendido por nuestra nación.

Como PARTIDO SOCIALISTA UNIDO DE VENEZUELA es un nombre inapropiado,
redundante y no realmente representativo de nuestro magno y humano proyecto, y como PARTIDO
SOCIALISTA DE VENEZUELA, por su parte, refleja muy poco la
singularidad de nuestra revolución, propondré en el siguiente texto,
si me lo permiten, un nombre adecuado para este nuevo partido.
Mientras tanto estamos todos invitados a reflexionar al respecto, en
honor a una justa comprensión de nuestra revolución, sus formas y sus
fines.



TEXTO 2

I

En su aspecto formal, el problema que el nombre "Partido Socialista Unido de Venezuela" presenta es
uno de redundancia. En su aspecto conceptual, es uno de ambigüedad.
Por una parte, todo partido es una unión (redundancia). Por la otra, lo que se quiere
no es una unión de viejos partidos, sino la
disolución de éstos en uno nuevo (ambigüedad).

Si aún no lo hemos comprendido bien, este partido representa un
antídoto contra el anquilosamiento de poderes que comienza a hacerse
notorio a medida que el proceso revolucionario avanza. Querámoslo o no, las etapas evolutivas de este proceso van dejando rastros de una obstaculizante sedimentación
de jerarquías. La idea de Chávez (verdadero Copérnico del siglo XXI)
consiste en la creación de un legítimo partido único, no unido, no
ensamblado por otros partidos. Lo que se quiere con este partido, y la
solución que este partido propone, es evitar una división subyacente
dentro de una nueva y eventual unión superficial.

Por eso es necesaria la creación de un nuevo partido, pero con la
implícita (y urgente) intención de evitar que éste dé lugar a una
perpetuación de los viejos partidos en el nuevo. De lo contrario, este
nuevo partido no podrá funcionar como un verdadero ente político; es
decir, sin ataduras intestinas, sin tensiones parcelarias ni atavismos
sectaristas.

El nuevo partido implica, por lo tanto, la desaparición total -en él-
de aquellos partidos que habrán de conformarlo. O mejor dicho: éstos
primero deberán desaparecer, dejar de existir, para luego conformarlo.

Por eso el término "Unión" debe ser descartado completamente del
nombre definitivo. Unión de partidos es lo que ya tenemos, como se
demostró en las elecciones del 3D: unión, alianza, convergencia,
coalición; todos nombres circunstanciales, puntuales, relativos, no
absolutos.

Pero nuestra revolución -demás no está precisarlo- no tiene, ni puede
tener, un carácter relativo.


II

El partido que Chávez propuso es, precisamente, una medida estratégica
frente a esta unión circunstancial de partidos. Esta fue una coalición
que ya cumplió satisfactoriamente con su misión histórica. La única etapa de
nuestro proceso que justificaba estas alianzas de perspectivas convergentes, pero aún múltiples y sectarias, ha quedado atrás.

Perpetuarlas, de ahora en adelante, bajo cualquier forma, sólo podría
constituir un signo de hipocresía frente al proceso.


III

En cuanto al nombre que Chávez propuso para el nuevo partido, debemos
recordar que ese nombre, Partido Socialista Unido de Venezuela, fue
sólo eso, una proposición, no un nombre definitivo, como claramente él
mismo lo advirtió. En ese momento lo importante era la idea.

Era la idea, el concepto, lo que nos estaba comunicando el Presidente,
no el nombre. Pero el nombre provisorio que sugirió en pleno vuelo
-¡vuelo heroico!- ha sido interpretado erróneamente por todos como
virtualmente definitivo.

Como ocurre con mucho de cuanto nuestro máximo líder dice, este nombre
(PSUV) parece haber sufrido el efecto de una sacralización. La misma
que suele muchas veces alejarnos del sentido de sus palabras.

Hay que reconocer que, en un intento por expresar el debido respeto hacia
ellas, este respeto se transforma demasiado seguido en una inerme y
vana adulación, pudiendo pocos finalmente entenderlas.

Esto es un hecho recurrente y que contribuye, si reflexionamos al
respecto, a una deformación de la imagen de Chávez. Una deformación, sobre todo, que termina perjudicando al
proceso, el cual él lideriza. Ello ocurre a pesar de que él mismo, dando constante ejemplo de
consumada ética democrática, es siempre el primero en exhortarnos a la
discusión y proposición de alternativas.


IV

Alí Rodríguez, nuestro eximio embajador en Cuba, dijo durante una
participación en el programa de Ernesto Villegas, En Confianza, algo
de una prístina lucidez y que, aplicado al tema que nos ocupa, ha de
tener un valor inestimable. En una simple frase axiomatizó lo que ha de ser la piedra fundamental
de nuestro futuro partido. Esta frase fue:

"...un proceso revolucionario no puede tener varias vanguardias, debe
tener una sola vanguardia".

Efectivamente, la unión de vanguardias es imposible, ilógica, anula el
concepto mismo de vanguardia. La suma de varias tendencias invalida
cualquier liderazgo posible. En un proceso revolucionario, la
vanguardia sólo puede ser una y no múltiple. (Esto suele expresarse
muy bien en lenguaje coloquial cuando, refiriéndose a un equipo
deportivo cuyos miembros parecen mutuamente estorbarse, alguien lanza:
"muchos capitanes y pocos marineros").


V

Los cinco pasos del siguiente razonamiento deberían sernos suficientes
para darle un nombre, pues, a nuestro futuro partido:

1º. Si LA revolución es, o ha de ser, anticapitalista y
antiimperialista, y por ello mismo sólo puede proponer, como única
respuesta, el Socialismo (lo cual es nuestra convicción), entonces
llamarla "revolución socialista" es también redundante. Decir "revolución" es
suficiente.

2º. No siendo más, pues, el socialismo una especificidad de LA
revolución, sino un elemento intrínseco de ella, la particularidad de
ésta sólo puede encontrarse entonces en la gente que la emprende y la ejerce.
Nuestra revolución, esa emprendida y ejercida por la mayoría de las venezolanas y
los venezolanos, es pues una versión particular de LA revolución: es
LA revolución venezolana.

3º. El partido político que honore esta revolución venezolana -inédita
en el mundo y en la historia-, más que partido he de ser (por lo
puntero) una VANGUARDIA. Se trata, pues, de una VANGUARDIA (mejor
título aún que partido) de Venezuela.

4º En consecuencia, esta VANGUARDIA, siendo la de nuestro proceso
revolucionario, ha de ser una VANGUARDIA REVOLUCIONARIA.

5º Así, respetando el principio de economía, que nos evita caer en
redundancias, y el de precisión respecto de lo nombrado, que nos salva
de ambigüedades, el nombre de nuestro partido sería:

VANGUARDIA REVOLUCIONARIA DE VENEZUELA (VRV)

(Obviamente, esto es sólo una propuesta, otros nombres son posibles).

Seguiremos venciendo!

xavierpadilla@9online.fr


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Xavier Padilla


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