La izquierda en ruinas y la derecha decadente

La historia no juega a los dados. Los hechos de cualquier naturaleza humana tienen espacio y tiempo determinados. Personajes de carne y hueso en una búsqueda insaciable de gloria personal con una miseria interior que se revela, al ejercer el poder a pequeña, mediana y gran escala. Muy pocos se inmolan por la liberación de los oprimidos y los condenados de la tierra. De tal manera que toda corriente política, más radical o menos conservadora, lleva sobre la espalda el castigo o la absolución que la historia les hará, por los hechos asumidos a conciencia y cometidos a campo travieso.

Desde tiempos inmemoriales hemos estado a merced de fuerzas enfrentadas alrededor de un ideal de sociedad, al servicio de pocos que codician mucho y de muchos que poseen poco. A punta de espadas y flechas, de pólvora y religión, con bombas atómicas y guerras de cuartas generación, millones de muertos han sido sepultados en masa o dejados a la intemperie para engorde de las aves de carroña.

A finales del siglo XVIII, con la revolución francesa como portaestandarte de una ruptura del viejo modelo feudal y partera del capitalismo emergente, surgió la figura de la izquierda y derecha como bandos irreconciliables. El primero, al servicio de los trabajadores y asalariados, de los mendigos y artesanos, de los explotados y humillados, mientras que el segundo, defendendo el poder de veto del rey a las decisiones tomadas en el parlamento nacional. Comenzaba así la travesía y naufragio político que, a la fecha, lleva más de doscientos años degradándose, progresivamente.

En Venezuela este combate de fuerzas políticas e ideológicas adversas, enemigas en los hechos y cómplices en ciertos momentos, en mucho más joven. Digamos que fuera de los heroicos actos de resistencia de ciertos caciques contra la invasión español, ejecutada con arcabuz (asesinando a mansalva) y la biblia (adormeciendo el imaginario indígena). Y luego de la confrontación cuerpo a cuerpo en los campos de batalla suramericanos por la independencia del podrido reinado español, con Simón Bolívar indómito, rebelde y vencedor, sería a partir de la segunda década del siglo XX cuando se hace presente en nuestro territorio, la izquierda insurgente y la derecha, pragmática y elitista.

Los comunistas de entonces reunían credenciales para encabezar los sueños por un planeta libre de la explotación del hombre por el hombre y de las sociedades, basadas en el mercado y un Dios – Iglesia de alcahuete justificador. Al otro lado de la acera, estaban los delfines del dinero y la dominación, bajo la figura socialdemócrata y socialcristiano, liberales y conservadores (la misma derecha con vestimenta diferente) repartiéndose la riqueza nacional.

Entre feroces alzamientos estudiantiles, obreros, militares y comunales, la izquierda criolla fue tallando una militancia política con dignidad, convicción, sangre y pasión. Líderes emblemáticos, torturados y asesinados. Compañeras violadas y ultrajadas, fuera y dentro de las cárceles. Sin lugar a dudas, la izquierda venezolana se iba fogueando en el combate armado e ideológico, con mayor febrilidad después del triunfo de la revolución cubana. Soplaban los vientos contestatarios en contra de la guerra de Vietnam, las revueltas estudiantiles del mayo francés y el Cordobazo argentino. Alí Primera nos encendía el espíritu con la canción por la liberación nacional y el socialismo.

Era asesinado en Bolivia el comandante Ernesto "Ché" Guevara y, en Argentina caía a tiros el periodista Rodolfo Walsh. Las aguas del caribe venezolano trajo a la orilla el cadáver del profesor Alberto Lovera y, en la cárcel de los pioneros de la "democracia ejemplar" morían por exceso de tortura Fabricio Ojeda y Jorge Rodríguez, entre otros compañeros de rebeldía.

Frente a estos y otros hechos que testimoniaban la lucha desigual contra un enemigo imperial y local, los comunistas "pcveros" rendían cuentas a sus jefes transnacionales (antigua URSS y China). Con un sectarismo prepotente e inmoral rompieron alianzas con sus "compañeros de sueños". Llegaron al cinismo de predicar alianzas con los dirigentes de derecha. Comenzaron los desprendimientos políticos, la aparición de nuevos partidos radicales y semiradicales. División de divisiones. Verdaderas logias izquierdosas, cuya predica no soportaba un minuto de racionalidad y consistencia frente a las nuevas realidades marcadas de miseria, brutalidad militar y civil.

La derecha "nuestra", en contrapartida, se afincaba como operador político del imperialismo norteamericano y receptora de las minucias económicas que soltaban los gringos, en comparación a las fortunas que se robaban en cada pozo petrolero. Fallecido el dictador mayor, el hombre de la mulera, el vendepatria cinco estrellas, se fueron sucediendo civiles y militares en la silla de Miraflores. Todos cortados con la misma tijera de la obediencia y entrega a la parasitaria burguesía criolla y a la embajada de USA, tal como el resto de sus pares en América Latina, a excepción de Cuba.

El Caracazo (1989) y el 4 de Febrero (1992) rompieron la democracia del voto comprado y manipulado. Echó por tierra las discusiones intestinales, ultrasiderales, de la variopinta y minusválida izquierda. La derecha sufrió un pre- infarto político. Ambas vanguardias quedaron aturdidas porque la historia había disparado dos misiles al centro de una realidad venezolana, cargada de pestilencia burocrática, ineptitud administrativa, corrupción ilimitada y expansiva, mafias judiciales, ignorancia en masa, descarada manipulación mediática, derroche diarreico de dólares petroleros y un vacío de liderazgo, indetenible.

El triunfo electoral del Comandante Chávez (1998) con un discurso prestidigitador y una maleta llena de propuestas izquierdamente reformistas, por aquello de pretender cambiar una sociedad estructuralmente podrida utilizando para ello las mismas herramientas que la llevaron a tal nivel de decadencia, logró hábilmente agrupar los pedazos de organizaciones autoproclamadas revolucionarias hasta en la hemoglobina.

La derecha, tácticamente, reculó. Aun cuando mantenía (y mantiene) el control del modelo de producción, las redes de comercialización y la dirección ideológica de los medios de comunicación, había perdido el control "absoluto" de la gallina de los huevos de oro: PDVSA. Le habían arrebatado, además, nada más y nada menos que el poder ejecutivo ,es decir, el sillón que aseguraba lealtad incondicional al imperialismo del norte, seguir predicando una "democracia ejemplar", alimentar a los perros falderos llamados político socialdemócratas (AD) y socialcristianos ( COPEI) y dar bajo la mesa, la mesada a cierta izquierda champañizada.

Entre huelgas petroleras, patronales, golpes de estados, intentos de magnicidio, saboteo mediático, amenazas imperiales de invasión, misiones y grandes misiones sociales, nueva constitución, creación de leyes al por mayor, promoción de cooperativas de maletín, subsidios a productores del campo sin límites ni control, elecciones con un frenesí inigualable en el mundo, la "revolución bolivariana" vio partir al líder hacia el mundo de los yacidos y éste, en su agonía, nombró al elegido para sucederlo.

Hoy con una pandemia en las costillas, una población en cuarentena (flexible y radical) más una sociedad profundamente deteriorada por los cuatro costados, estamos ante un nuevo proceso electoral teniendo al frente una izquierda en ruinas, reventada por dentro, sin líderes con la autoridad moral y proyecto estratégico como para levantar una nueva ilusión. Encerrados en las siglas del tarantín que llaman partido. Por su parte, la derecha no solo vive una decadencia de vanguardia y postulados, también alcanzaron el peor nivel de delincuencia política: traición a la patria y enriquecimiento personal financiado por los gringos.

El Covid-19 es un virus que en cualquier momento tendrá límite al masificarse la vacuna que la neutralice. En relación a nuestro corpus político e ideológico, de izquierda y derecha, ¿qué hacer con el destino de esta país si ambos bandos están infectados con el virus de la mediocridad, prepotencia, arrogancia, codicia y personalismo atorrante?. ¿Cómo pasar por encima de las piedras que representan estas corrientes sin pensamiento doctrinario ni sentido de la historia?

Dicen que los pueblos tienen los gobiernos que se merecen, entonces, habrá que construir un nuevo modelo de pensamiento superior a nuestras miserias humanas y, junto al pueblo sentarnos a decirnos las verdades, entre ellas, que esta irreversible crisis estructural también es corresponsabilidad de "los de abajo" y de los "del medio".



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Elmer Niño


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