Consciencia y Utopía: Vivir en este mundo sin pertenecer a él

Cuando contemplamos la vida, es decir, cuando superamos la barrera del ego, que nos somete a juzgar, calificar y etiquetar la vida, se abre una perspectiva consciencial que nos permite vislumbrar otras realidades, que para el conjunto de los sentidos físico-emocionales-mentales que alimenta el ego o personalidad, es imposible de percibir. Una de esas realidades es que nuestra naturaleza real es espiritual.

Ello, expresado en palabras sencillas, significa que la vida no tiene fin porque no tiene principio. Si contemplamos la naturaleza desde la perspectiva consciencial, podemos encontrar en sus códigos la manifestación constante de éste hecho. Desde esta visión que no es nueva, porque se pierde en la noche de los tiempos, basta con que nos demos cuenta, que no es otra cosa que ajustar nuestro nivel vibratorio a la consciencia que somos, para ver y comprender la vida.

Desde la personalidad, el ego y sus sentidos corpóreo mentales y emocionales aliados, es imposible contemplar está realidad, ya que ese nivel vibratorio basa su naturaleza en el miedo.

Cosa diferente es el nivel vibratorio consciencial o espiritual. Este tiene una única e imperecedera fuente: El Amor. Y desde allí, recuperamos nuestra naturaleza esencial: La Felicidad. Desde esta visión, desaparecen los límites, las fronteras, el aislamiento. Desaparece el inicio y el final, no hay espacios, nada ni nadie comienza en… nada ni nadie termina en… Desaparece el dogma del pensamiento concreto único, ya no hay partes, pedazos, fraccionamiento ni divisiones.

Los objetos, las personas, la naturaleza toda sigue ahí. Los soles las galaxias, las estrellas, el cosmos, todo permanece, pero ya no son cosas separadas, distanciadas, diferenciadas. Ahora, todo eso somos nosotros. Somos la lluvia, somos los átomos de hidrógeno y oxígeno; somos los electrones, protones, neutrones, leptones, quarks y los enlaces iónicos que la conforman; somos los pájaros, las nubes, los árboles, las quebradas, los ríos, el océano, toda criatura viviente en los inmensos mares; somos la montaña, las rocas, las arenas, el suelo y toda manifestación de vida en él; somos cada persona, cada animal, cada especie vegetal, cada mineral, que como formas diferenciadas manifiestan la vida.

Quizás lo más asombroso es darnos cuenta que todo eso está dentro de nosotros y nosotros dentro de ese todo. Una flor emana su néctar desde nosotros y nosotros existimos desde esa flor; las aves vuelan en nosotros y nosotros en ellas, ya no somos objetos aislados. Las galaxias y sus soles somos nosotros mismos. Ya no hay distancias, solo vibración que vive en nosotros y nosotros en ella. Estaremos vibrando en la totalidad increada e infinita.

El ego, la personalidad o yo humano, dominado por los sentidos físicos, emocionales y mentales no puede percibir esa realidad que causa vértigo. El muro de la mente condicionada no se lo permite. Para el ego solo existe sujeto y objeto. Él siempre será el sujeto que todo lo domina, todo lo demás será el objeto que necesita ser dominado. El ego inventa un sistema de creencias. Para él no existe la certeza, solo la creencia, la duda, el conflicto, la separatividad, la competencia y la guerra.

La percepción en consciencia nos permite darnos cuenta que observador, observación y lo observado es lo mismo. Ya no hay límites, por lo tanto ya no hay sujeto, no hay objeto. Dicho de otro modo: sujeto y objeto, observador y lo observado es el océano y la ola. Como forma, lucen separados, pero como manifestación de vida, son la existencia misma, la vida totalmente infinita e integrada…

Así de simple, al trascender la mente concreta, los objetos desaparecen y con ellos se va el ego. El paradigma de percibir objetos alrededor nuestro, crea los límites y terminamos apreciando un "mundo que nos rodea". Nuestros límites se derivan de los límites, que en estado egoíco, acordamos ponerle a las cosas, a los objetos y a las ideas.

Trascender la mente concreta, las emociones condicionadas y el ego ilusorio es olvidarnos de "nosotros mismos", de ese pequeño yo creado desde el paradigma materialista, y poder darnos cuenta de lo infinito, de la unicidad que es la vida, percibiendo que somos el vacío, que somos la nada que vibra para crear el todo, siendo el todo y la nada la infinitud. Somos el punto y el espacio, el uno y el infinito, la luz blanca y el espectro visible y no visible.

Trascender hacia una perspectiva en consciencia es vivir en este mundo sin pertenecer a él. Vivir viviendo. ¿Y cómo se alcanza esa percepción en consciencia?

La naturaleza y sus analogías nos dan la respuesta. Todo tiene su instante, su momento para expresarse, para manifestarse, nada ocurre al azar. La vida en consciencia y en su forma es un proceso re-evolutivo. Llegamos a convertirnos en lo que ya somos.

En el plano físico, apenas uno entre tantos donde nos manifestamos, somos un estado individualizado de consciencia, derivado de nuestras múltiples y diferentes maneras de experienciar la vida. Ese estado consciencial es un indicador del nivel re-evolutivo en el que nos encontramos. Cada quien lo puede y nos puede percibir, es como el espejo donde se refleja el ser real que hasta ahora somos.

¿Cómo nos vemos? ¿Cómo nos ven? ¿Priorizamos el tener, el apego, el atesorar, el controlar, los deseos por las sensaciones ilusorias, la necesidad de juzgar y querer tener razón, el maltrato a toda manifestación de vida, mentir y hurtar? ¿Codiciamos una interminable lista de bienes materiales o intangibles? ¿Fomentamos la violencia? ¿Vivimos en un estado de depresión constante, inusitada frustración y tristeza echándole la culpa a los demás de nuestro "infortunio"? ¿El miedo y la zozobra se han convertido en los guías de nuestro diario vivir? ¿La muerte forma parte de los códigos que describen nuestra perspectiva de vida y lo damos por hecho? ¿No tenemos tiempo para reír, para caminar sin tener un rumbo, para crear amor, para pasearnos por la naturaleza? ¿Estamos pendientes de los noticieros y las redes sociales para "estar al día" y darle sentido a nuestra vida? ¿La televisión, el internet, el teléfono móvil ocupan el grueso de nuestra singularidad espacio-tiempo? ¿Está nuestra agenda repleta de citas y recordatorios de planes y sistemas de control? ¿Es nuestro bolso o cartera una despensa de pastillas, récipes, información de clínicas y médicos, folletos, artículos y revistas actualizadas con los últimos reportes de las enfermedades que pueden ocasionarnos la muerte? ¿Sólo leemos libros relacionados con el área de nuestro saber académico y nos lamentamos no poder leerlos todos? ¿Vivimos en una loca carrera por enriquecer nuestro nivel intelectual y conquistar títulos que se sumarán al "apellido" de nuestra profesión? ¿Vivimos pendientes del precio de las cosas, de las divisas, de la dinámica de nuestros ingresos y los valores de cambio para "planificar" nuestra vida?

Con sus diferentes matices, estas son expresiones del ego en el plano físico. Es una manifestación del gran olvido de lo que en esencia somos.

En la medida que se inicia el recuerdo, el despertar de la consciencia en nosotros, la visión o perspectiva de vida se transforma. Procuramos una vida sencilla, sin necesidad de apegos ni deseos de poseer nada ni a nadie, sin controles ni deseos superfluos, cuidando y protegiendo toda forma de vida, siendo veraces y honestos, propiciando la paz, la esperanza y la alegría, no buscando culpables ni víctimas y asumiendo nuestra responsabilidad en el diario vivir. Siendo criaturas valientes y con coraje para percibir la muerte como una fase de la vida que es imperecedera, infinita y sublime. Teniendo un constante buen sentido del humor, caminando sin tener metas ni destinos. Liberándonos de los medios de manipulación que son componentes de grandes consorcios cuyo único interés es la siembra del miedo para que sigamos inconscientes. Asumimos un vivir sin agenda preestablecida, de tal modo que lo incierto nos permita contemplar lo que subyace detrás de lo manifestado. Vivimos con la percepción de que todo hecho o circunstancia que llega a nuestras vidas tiene un por qué y un para qué en términos de nuestra re-evolución consciencial. Conversamos con las nubes, le cantamos a las miradas de los viejos, nos bañamos bajo la lluvia, jugamos, reímos, corremos con niños y niñas de la cuadra, nos subimos con ellos a los árboles de mango y mamón para conocer el sabor del sol y llenar nuestros dientes con hilachas que le darán emoción y frescura a nuestro aliento, escribimos poesía a los viajeros y viajeras que, desde una lejana galaxia, vienen a jugar con nosotros, soñamos y permanecemos enamorados de todo aquello que es y de todo aquello que no es, percibiendo que nuestra memoria es el mundo por vivir de los que vienen detrás.

Cada quien lo percibe en el momento justo que le corresponde. Esto no tiene que ver con conocimientos intelectuales ni académicos, ni con ideologías políticas, científicas, filosóficas y religiosas. Es un saber basado en la intuición, en el pensamiento abstracto.

Quién intente abordarlo desde el pensamiento concreto, solo hará emerger teorías nutridas de intelecto para avivar la controversia y el debate estéril. No le ha llegado su instante, y aunque se empeñe en penetrar tercamente esa dimensión, solo incrementará su sufrimiento desde la razón. Y no importa, nada ocurre por casualidad.

Cuando estemos preparados para percibir y vivir bajo esa perspectiva de vida, aparecerán las señales impregnadas de sentidos y significados. Quizás cualesquiera de estas apariencias o ficciones mentales: un "accidente", la "muerte" de un familiar, una "enfermedad" terminal, una "separación", una "ruptura" laboral, una "debacle" financiera y económica o una "pandemia". O quizás cualesquiera de estos destellos o proyecciones de la consciencia: una película, un libro, una conversación, un sueño, la lectura de un artículo, un viaje inesperado, una mudanza, una nueva relación de pareja, una conferencia, la letra de una canción, contemplar un cuadro, leer un poema, tener una intuición o corazonada, una reminiscencia sin aparente sentido o una visión inspiradora sin causa manifiesta, entre tantas otras.

Si estamos preparados, el nivel de consciencia en el cual estamos vibrando, se expresará. Nos haremos preguntas conscienciales y las respuestas aparecerán y emergerán del todo, del cual formamos parte.

Es pertinente añadir, que la trascendencia hacia una visión espiritual o consciencial de la vida no significa asumir una actitud de asceta, ermitaño o de conformismo en el plano físico. Nada más alejado de la realidad. Vivir en este mundo sin pertenecer a él se traduce en que ahora nuestra perspectiva es otra. Se acaba el dominio individual y colectivo del ego, para dar paso a un "haciendo" "no haciendo" o un "vivir viviendo". Habremos construido el mundo nuevo, el hombre nuevo y la mujer nueva desde nuestra transformación, desde nuestra re-evolución consciencial y viviremos en el Amor…



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Héctor Honorio Rodríguez Orellana

Ingeniero Agrónomo (Universidad Central de Venezuela), M.Sc. Desarrollo Sustentable de Territorios Rurales(ESAT), Dr. en Ciencias para el Desarrollo Estratégico(Universidad Bolivariana de Venezuela),Profesor en Agroecología(UBV), Fundador de Fundagraria (Fundación Ecológica).

 forimakius@gmail.com

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